“Buenos días, muchachos. Como seguramente algunos de ustedes ya se habrán dado cuenta, su libro de Ciencias tiene unas páginas grapadas. En ellas hay cosas que no pueden ver. Cada mes voy a revisar sus libros y si descubro que alguien de ustedes le quitó alguna grapa, no sólo va a ser castigado fuertemente por mí, sino también por Dios, pues ver esas páginas es pecado”.
Esto sucedía en algunas escuelas del Estado y sinceramente, creo que todavía ocurre lo mismo. Las páginas que hablaban de sexualidad son para algunos cosa del demonio y por nada del mundo deben ser vistas por criaturas inocentes. Lo que no saben todos aquellos que se oponen a la educación sexual impartida en las escuelas, es que están condenando a los adolescentes a ver a su sexualidad como algo prohibido y no como algo natural.
Cuando la SEP anunció que distribuiría nuevos libros de texto para el primer grado de secundaria, en los cuales se trata de una manera distinta el tema de sexualidad, miles de personas pusieron el grito en el cielo, y condenaron el plan educativo argumentando que sólo se fomenta “el derecho al placer, a la masturbación y a tener relaciones sexuales con protección”.
Lo único que estos padres de familia están ocasionando es que sus hijos esperen con ansia tener en sus manos esos libros de Ciencias para verlos con el mismo morbo que se mira una revista pornográfica.
Para muchos padres resulta difícil hablar con sus hijos de sexualidad. Ante esta realidad, debería recibirse con gusto que la escuela pusiera un grano de arena para educar a los adolescentes en esta materia, siempre y cuando esta educación se complementara en el propio hogar.
Según cifras otorgadas por las autoridades del sector salud, la mayoría de los hombres mexicanos inician su vida sexual entre los 14 y los 16 años. Esta es una realidad que muchos se niegan a ver, y es debido a esta situación que las autoridades han emprendido un esfuerzo para dar a los menores más información acerca de la sexualidad.
Por no haber tenido una adecuada educación sexual, los mexicanos sufrimos grandes problemas que afectan al desarrollo social. Uno de ellos es la sobrepoblación. Qué diferente realidad viviríamos en nuestro país si no fuéramos más de 100 millones de habitantes. De seguro habría menos pobreza, existirían más oportunidades de trabajo y de recibir una educación digna, y sobre todo, los mexicanos podríamos llevar una mejor vida, sin tener que lamentarnos por la falta de alimento, de agua y de servicios básicos.
Otro problema que se deriva de la deficiente educación sexual es el de los embarazos durante la adolescencia. Según el INEGI, más del 20 por ciento de los embarazos que ocurren al año son de niñas y adolescentes de entre 12 y 19 años, lo cual se traduce en más de medio millón de nacimientos al año. Las mujeres que tienen sus hijos en la adolescencia tienen que enfrentar serios problemas al ver truncado su proceso normal de desarrollo y al asumir una maternidad temprana sin ninguna experiencia.
El sector de la población más atacado por el SIDA es el de los jóvenes. Estoy seguro que con una buena educación sexual existirían menos seres humanos con este virus, pues como han dicho, la única vacuna contra el SIDA es la información.
Estoy consciente de que un adolescente quizás no es lo suficientemente maduro para que le hablen del SIDA, de explosión demográfica o de los problemas de las madres adolescentes, pero qué mejor que irlos educando en estos temas y así evitar que cuando lleguen a ser sexualmente activos, vivan en medio de la ignorancia.
No estamos ya en los tiempos de las páginas prohibidas. Ojalá que rinda frutos esa educación sexual propuesta por las autoridades educativas, para que así desaparezcan viejos tabúes y se resuelvan algunos problemas sociales que tanto afectan a nuestro México.
Correo electrónico:
javier_fuentes@hotmail.com