Vivimos una época de vacío en los diferentes ámbitos de la vida social. Así, se habla de vacío de poder en la desigual lucha que libra el Estado mexicano contra el crimen organizado en todas sus formas y ligas; sacerdotes, ministros y líderes religiosos manifiestan preocupación por la ausencia de fe que notan en un conglomerado consumista y falto de compromiso; en el reciente debate con los candidatos presidenciales se llevó la nota la silla, que al final resultó podio, vacía, como si fuera relevante para el futuro del país.
En este vacuo panorama, el arbitraje mexicano aporta su tonelada de arena, pues cada silbante sale a la cancha a dirigir con su propio reglamento, el cual interpreta con un criterio convenenciero y se traduce en un desorden donde ya casi nadie sabe a qué atenerse.
A los federativos les preocupa esta situación pero lo único que han hecho es meterle mano al arbitraje en cosas que no lo mejoran en absoluto, como es el sorteo de silbantes y ponen una especie de tope salarial para los colegiados.
Pero lo realmente importante, la sustancia de un adecuado jueceo que es la capacitación, el adiestramiento, la unificación de procedimientos y, tratándose de un cuerpo legal, la seguridad jurídica, les pasa de noche y es ahí la llaga donde deberían poner el dedo.
En reciente entrevista radiofónica en el único programa dedicado al arbitraje, el profesor Arturo Yamasaki defendió su postura como presidente de la Comisión respectiva diciendo que los medios informativos atacan a los silbantes y a su dirigencia con el argumento de que les falta aula, es decir, que carecen de la formación e información que da un buen salón de clases.
Pues después de ver los recientes arbitrajes, sobre todo los de la última fecha del campeonato, debemos darle la razón al instructor de origen peruano; hay aula? sólo que está vacía.
Falta el profesor, el instructor, el mentor, aquel hombre que basado en un profundo conocimiento de la regla de juego tenga además la jerarquía, el don de gentes y de mando, la sensibilidad, la capacidad docente y el liderazgo para dictar las directrices bajo las cuales se va a arbitrar en México.
Este hombre deberá además estar respaldado por una Comisión de Árbitros que vele por el bienestar de sus agremiados y los defienda de los embates e intereses de clubes y de la propia federación y no a la inversa, como ocurre ahora. Quizá usted crea, amable lector, que lo que pido es imposible y que tan desmesurada utopía sólo existe en mi cabeza, vacía también de juicio, pero fíjese que no, esto ya sucedió y en México. Desgraciadamente eran otros los tiempos y difícilmente volverán.
Después de ver los nefastos trabajos de León Guajardo, Abramo Lira, el penal que se comió en San Luis Mauricio Morales, el retiro de Alcalá y la soberbia de Archundia debemos, así como Diógenes con su linterna buscaba a un hombre honrado, poner un letrero en la Federación que diga: aula vacía busca profesor. Curiosos absténganse.
Dentro del vacío que nos rodea como si estuviéramos en el espacio sideral, la liguilla también tendrá lo suyo, pues invitados tradicionales no asistirán. Destaca el caso de las Águilas del América, quienes fruto de su soberbia quedan marginados de la fiesta grande del futbol mexicano.
Muy caro están pagando haberle dado el timón emplumado a un improvisado como Víctor Manuel Aguado y pensar que Lapuente podía, desde la comodidad del palco, dirigir al equipo.
Ocho derrotas y tres empates reflejan demasiados puntos dejados en el camino por el club de Coapa que, indiscutiblemente le falló a sus seguidores.
El Tigres de ?Tuca?, el Monterrey del ?Piojo?, el Santos y el Necaxa, generalmente en postemporada, ahora verán el evento por televisión. Lástima.