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El Buen Caldo / LA REALIDAD TELEVISIVA, UNA UNIFICACIÓN DE LA CONCIENCIA

Daniel Maldonado

Nos acercamos con celeridad a las predicciones de Huxley y Orwell. La realidad televisiva es la única que dicta los acontecimientos y las percepciones que se tienen del entorno. Los patrones de comportamiento se ven cada día modificados por el poder mediático de la imagen capaz de construir o destruir el destino de personajes, naciones e ideologías.

El televisor, ahora omnipresente como el ojo vigía del Big Brother o las pantallas en el mundo feliz de Huxley, nos asalta como un ente cotidiano que fragua nuestra realidad y pensamiento unificándolo. ?Si lo dice la televisión es que resulta la verdad? será dentro de poco el axioma por el que tasaremos nuestra realidad.

Con la aparición de la Ley Televisa y los convenios de convergencia en el triple play mediante el cual Telmex podrá transmitir servicios digitales de cable y telefonía, van aumentando el imperio de pocas compañías que serán las que impongan el conocimiento de la realidad. La desaparición de espacios de crítica alterna y los compromisos entre el poder y los periodistas, irán demeritando el ejercicio informativo hasta transformarlo en lo que antaño se conocía como el engaño al pueblo por la prensa vendida y que ahora padecemos de forma soterrada bajo el liderazgo de Joaquín López Dóriga y los comentaristas de Hechos de TV Azteca, quienes han retrocedido la calidad informativa a la de las épocas donde Jacobo Zabludowski era quien imponía la realidad desde la pantalla.

El Infotaiment, la unión del entretenimiento con la información, ahora se presenta en los noticiarios de cada día, basta ver Hechos y El Noticiero, para darse cuenta de cómo las noticias son aderezadas con música dramática y cómo los reporteros se presentan como un equipo de superhéroes dispuestos a denunciar y resolver los problemas de la nación; para ver las notas lacrimosas que no ahondan en las causas de los problemas y los reducen a un mero talk show en un segmento de pocos minutos; para atestiguar en las cortinillas el deterioro y la ausencia del lenguaje y el dominio de la imagen; para no darnos cuenta que lo que en verdad trasciende no es lo que nos está presentando la pantalla.

Si el 80 por ciento de la población se informa mediante el televisor, y los canales con credibilidad y propuesta como Once TV y Canal 22 de CONACULTA permanecen alejados de gran parte de la sociedad, el alcance del duopolio Televisa-Tv Azteca resulta dictatorial.

La desaparición de la escena televisiva de los actores sociales y políticos se refleja en su anulación en un subconsciente colectivo de pantalla, un terreno ideológico en el que la realidad política es la que dicta el monitor. Los espacios alternos de información como la Internet y la prensa escrita, tienen un alcance mínimo y su mayor utilización, en el caso de la Red, es destinada a la diversión. La lectura será, como en la novela de Bradbury, una actividad subversiva para unos cuantos.

La idiotización se fomenta con gran cinismo, basta ver los comerciales de DanUp y de Chiclets en los que los protagonistas son dos jóvenes descerebrados que tienen actitudes más allá de lo imbécil, una percepción de una juventud adormecida, el ideal de la juventud estupidizada vuelto masa, una generación Jackass dispuesta a golpearse por diversión simiesca.

El compromiso y la participación ausente de los actores juveniles del presente social, un alumnado cuyas prioridades son banales y regidas por un pensamiento ?get outa here? a la Adal Ramones. Un desconocimiento general de la historia y la cultura rechazados por la poca difusión que realizan las empresas informativas, a pesar de sus fundaciones culturales quienes la etiquetan como apta para iniciados y cerebros, olvidando que todo es cultura y conscientes que su difusión causa un peligro al comprender que existen más pareceres y visiones que las que papá televisor nos hace creer, amén de la capacidad crítica que se crea a partir del consumo cultural y la toma de conciencia que se presenta con el bagaje ampliado por el conocimiento.

Nos acercaremos a una implosión del pensamiento o a una explosión de la protesta. O la realidad nos adormece desde el azul hipnótico de la luminosidad electrónica, o nos despierta del letargo inconsciente en el que nos encontramos.

La realidad la dicta el monitor. Comulgamos en una religión televisiva en la que el rito es el zapping y la eucaristía el comercial. Llegará el tiempo en el que la publicidad sea la que constituya la programación como sucede, en distinta medida, en la mayor parte de los programas transmitidos y las barras de infomerciales. ¿Cuáles son nuestras opciones? La apatía rige a la juventud, más preocupada por no dejar de ser fashion que por su presente. La sociedad permanece vencida por los vicios de la derrota y la conquista. La ideología del ?ya merito? tatuada en lo cotidiano. El American Way of Life como destino manifiesto. El egoísmo elemental sectorizado por la clase. Lo prioritario derribado por la escasa economía. La esclavitud revivida en los sectores industrial y agrario.

La realidad televisiva llegó para imponerse como la única vía de lo existente. El déficit de atención en los infantes va en aumento debido al ejercicio meramente receptivo de ver la TV. Bienvenidos a la realidad del monitor y las prioridades equívocas. Bienvenidos a un oscurantismo electrónico.

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