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El Buen Caldo / LA RONDA DEL AUTODIDACTO

Daniel Maldonado

Yo, señores, lo confieso, estudié hasta la preparatoria y carezco de una formación profesional en alguna institución, y no es un orgullo mencionarlo. Como a muchas personas en nuestro país la situación económica me orilló a trabajar y a abandonar la escuela. Desde entonces me dediqué poco a poco a aprovechar mis ratos libres en visitas a centros culturales, talleres literarios, exposiciones y conciertos y me dispuse convertir la lectura en uno de mis vicios capitales -tengo otros, como las gorditas de chicharrón, los jugos de bolsita o mi carísima amada Lux Aeternam, pero ésos son más privados- y así leyendo, cayéndole a distintas revistas, ensayos y búsquedas en Internet me hice de más o menos una cultura estimable. Con ella vinieron los intereses personales: la poesía, la literatura, el cine comercial y de autor, las filosofías orientales, la pintura, fotografía, danza, escultura, chamanismo, magia, el uso de la palabra y mucha pero mucha música más allá de la imposición del mercado. A veces escuchaba algún soundtrack o iba a algunas presentaciones de grupos que ejecutaban música internacional y al volver los buscaba en Internet (cuando tenía acceso en mi casa) para seguirlos disfrutando. Conocí de tal modo la música árabe, la tribal, el jazz, el blues, y una cantidad inusitada de ritmos que permanecían ignorados por mi oído. ¿Y a qué viene tanto comentario sobre mi autodidactismo so pena de parecer muy presuntuoso? Pues se debe a que muchas veces estimamos la formación académica como primordial y como única opción para establecerse en algún oficio, cuando en realidad podemos aprender y cultivarnos por nosotros mismos como se hacía con muchos de los oficios antes de que la revolución industrial especializara cada trabajo.

Considero al aprendizaje académico un bastión del conocimiento, pero siendo francos debemos aceptar que el nivel de nuestros profesionistas dista mucho de los objetivos de comprensión que la universidad busca, el analfabetismo funcional prevalece en los universitarios y en gran parte de la sociedad. Por lo general sólo se asiste a la universidad para conseguir un papel que avale lo aprendido y nos permita ejercer con el título de licenciado, ingeniero u otro y se asiste para la formación de criterios con respecto a la ejecución de las labores. Conozco a personas que no se sienten alguien hasta que los tratan por su título, y me parece bien, porque sus horas nalga e inversión monetaria les costó, pero el hecho de sentir que vales hasta ser tratado con cierta denominación me parece una muestra de poca estima por sí mismo y la adhesión a un rol pegosteado con etiquetas, pues si no te sientes alguien hasta que te tratan de licenciado, cómo te sentirías de no serlo. Sabemos, también, que en muchas universidades, sobre todo en las privadas, la formación del alumnado se cierne a los resultados académicos y que éstos, cuando son adversos, muchas veces son ignorados o paliados por el pago de las altas colegiaturas.

Para la mala fortuna de los autodidactos, vivimos en una sociedad en la que el papelito habla y no importa si tienes producto que ampare tu labor de varios años, mientras no tengas título o estés afiliado a algún sindicato o asociación te será difícil conseguir empleo en lo que sabes hacer, sin mencionar la falta de oportunidades para los mismos profesionistas.

Siempre hablo del compromiso personal que debe tener cada persona y estudiante. No dejo a un lado el esfuerzo que prevalece en muchos inscritos en las instituciones de enseñanza. Pero más allá de la formación académica debe prevalecer el afán de conocimiento. El éxito económico y material ha rebasado la búsqueda de alimentación de espíritu. La indagación personal por conocer cosas nuevas y por tomar conciencia de la realidad política y social se ve rebasada por el entretenimiento y el ocio. La escuela se considera más una obligación pesada que un proceso formativo primordial. Todo lo que huela a cultura da flojera al alumnado y se toma como cuestión para especialistas. Al final, toda formación tiene algo de autodidactismo pues depende del interés personal que se ponga en aprender. La cultura, entendida como conocimientos generales que se pueden obtener por la vía propia a veces resulta más gratificante y vasta que la otorgada institucionalmente. Considero que la mejor forma de aprender, de ser posible, es con una combinación de ambos procesos: la formación académica y la autodidacta, una sentará las bases para el desempeño laboral y la otra complementará a la persona dándole mayores puntos de vista sobre la historia, la vida, la cultura y la sociedad en la que se desenvuelve. El autodidactismo nos auxilia en la formación personal y nos otorga el placer de enfocarnos en los temas que prefiramos ahondando con mayor soltura que con la pesada carga que la obligación profesa.

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