¿UN NUEVO ÁMSTERDAM? MUY POCO PROBABLE
El problema con las drogas radica en la permisibilidad y el control que se tiene sobre su uso, tráfico, venta y distribución más que en el consumo y el daño que producen o la libertad y responsabilidad particular que implica el utilizarlas; el impacto social y el combate son dos aristas que también se ven incluidas. Se sabe que el alcohol y el tabaco, drogas lícitas y muy publicitadas como el café, el chocolate, el té, el azúcar y los fármacos que se adquieren en farmacia sin receta matan mucha gente al año y causan problemas que van desde la obesidad y sus consecuencias: diabetes, fallas hepáticas, diversos tipos de cáncer, trastornos nerviosos y psicológicos, hasta la violencia intrafamiliar o la misma niña blanca, la santísima muerte.
(Sí, el azúcar también es una droga, le recomiendo Marihuana, Cocaína y Otros Viajes de Rius para mayor información y desmitificación de una forma entretenida; es un libro con dibujos, muy ameno y disfrutable, lléguele, le tumbará prejuicios).
El uso de drogas ha acompañado al hombre desde la antigüedad, ya fuera como un medio para alcanzar estados de percepción alterada relacionados con rituales mágicos de fertilidad y de iniciación; la ebriedad de las bacantes, los rituales Rarámuri ?Tarahumara? en los que se realiza una cura espiritual, o en el chamanismo en el que el manejo de substancias permitía a los chamanes relacionarse con el absoluto y contactar a sus divinidades; o empleados para curar y aminorar algunos males, como por ejemplo, el uso de la marihuana en los dolores artríticos y problemas de visión, o el peyote como analgésico muscular; hasta su empleo recreativo como en los fumaderos de opio retratados por Mirbeau, Baudelaire, De Quincey, Dumas padre y otros escritores en sus textos. El uso de drogas en la historia nos demuestra que el control que se trata de establecer sobre ellas da siempre resultados catastróficos: la guerra de opio inglesa, la ley seca estadounidense de los años 20 que creó el periodo de las mafias italianas en las ciudades norteamericanas por la prohibición del alcohol, la aplicación militar de substancias a los soldados en las guerras de intervención gringa en El Salvador, Haití, el Medio Oriente (uno de los mayores terrenos en los que se cultiva amapola), Vietnam, entre otros que escapan a mi memoria, dejaron siempre una oleada de muerte y locura y un beneficio económico mayúsculo en lo que se refiere a encargarse del tráfico, la distribución y la producción de equipo que combate el manejo de sustancias.
Acaban de aprobarse en el Senado reformas que permiten la posesión legal de estupefacientes y otra clase de drogas en un listado que regula las cantidades admitidas por persona: Opio cinco gr., heroína, sus sales o preparados 25 gr., marihuana cinco gr., cocaína 500 mg., anfetaminas 100 mg., dextroanfetaminas 40 mg., fenciclidina siete mg., metanfetamina 200 mg. y nalbifina diez mg., un kilo de peyote, 250 gr. de hongos alucinógenos, 0.015 mg. de LSD, entre otros olvidados de esta lista tan parecida a la del mandado. Sólo falta la aprobación final del PresiChente para la aplicación del dictamen. El riesgo de tal aprobación, dicen los especialistas, es un aumento en el narcomenudeo y la violencia en la frontera, pero sabemos que el narcomenudeo es sólo la punta del iceberg en el mar del narcotráfico; que es más rápido ir por droga que al centro comercial por verdura y que hay demasiados intereses de por medio para que se logre la correcta legalización. El problema con el dictamen influye por las condiciones de falta de cultura, ilegalidad y pobreza en las que se encuentra México. Se prevé que con esta reforma aumentará el turismo toxicológico y que habrá un mayor aumento de ?tienditas? y además se le dificultará a la autoridad la aplicación de medidas en lo referente a distinguir quién es usuario y quién está incurriendo en delito, amén de la violencia resultante de la lucha por el control de un mercado ampliado.
En Ámsterdam existen tiendas especializadas en la venta de hongos alucinógenos y distintos tipos de marihuana y sus semillas, pero allá el control y los impuestos sobre la droga han creado un mercado estable y controlado en el que los aparatos de distribución y venta no se ven amañados por corruptelas e inversión gubernamental para el combate y por tanto la violencia que se deriva de lo indebido al eliminarle su carácter ilícito, es nula en aquel país. En caso de aprobarse la legalización, en México será muy difícil que se llegue a tal control del mercado, los intereses políticos, militares y de las corporaciones policíacas relacionadas con los cárteles de la droga dificultarán el control estricto que conlleva la transformación de un mercado subterráneo al mercado abierto regido por leyes de compra y demanda. Además, la información y la educación sobre el uso y peligros que conllevan los narcóticos en nuestro país está regida por los miedos y los atavismos de una sociedad tradicionalista y de doble moral: se puede uno emborrachar hasta morir de cirrosis, pero no te puedes fumar un churro de mariajuana pues ya eres gente baja, sin educación ni conocimientos; puedes fumar hasta morir de enfisema e incluso contagiar el cáncer a fumadores pasivos, pero no puedes consumir hongos alucinógenos por motivos espirituales porque entonces el prejuicio deja caer su filo.
La educación es siempre la respuesta. La información que se dé tanto en las escuelas como en las casas no debe dirigirse hacia la prohibición, pues conocemos el cliché de lo atrayente de lo prohibido, y si sumamos el caso de los adolescentes a los que se intente informar, su espíritu contestatario propio de la edad los hará clavarse en el asunto con tal de contradecir a las figuras de autoridad que los rodean, sin olvidar el desencanto producido por el entorno, la falta de posibilidades de superación y la ausencia de opciones para la construcción de un presente y un futuro gratos. Tampoco la información debe ser parcialista, ver sólo el lado malo de las drogas es querer cerrarse a una realidad que se presenta en la familia, en el trabajo, afuera de las escuelas o en los lugares de diversión frecuentados por la gente, es como pensar que tabaco y alcohol son menos dañinos sólo por ser drogas legales. Es importante darse cuenta que va en disminución el rango de edad al iniciar el uso de diferentes substancias y que la decisión personal del consumo puede ir desde los anabólicos del deportista pasando por muchos otros compuestos hasta las llamadas drogas de diseño que muchas veces son producidas con materiales que aumentan el daño que pueden producir. La educación debe ser realista y mostrar los pros y los contras del uso de drogas, presentar los riesgos que implica la drogadicción ?y aquí incluyo al alcoholismo y al tabaquismo, de los problemas más difundidos y menos escandalizados? y darle al individuo la capacidad y la madurez para discernir sobre la responsabilidad personal que implica la decisión del consumo de drogas; capacitarlo para que piense en los motivos que lo llevan a consumir substancias, si es el ocio o motivos espirituales de autoconocimiento, de entretenimiento u otros y crear en la sociedad la conciencia sobre una realidad cercana e ineludible, mostrarle al adicto que existen opciones para la persecución de sus ideas y que se puede vivir sin drogas, cuando se les sustituye por alguna ocupación, deporte u otra opción, pues como dice la voz popular: los vicios no se quitan, solamente se canjean.
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