?Las hordas beodas que rugen en las tribunas de los estadios modernos (antes de incendiarlas) en los partidos de fútbol contemporáneos, donde veintidós payasos desindividualizados por uniformes de colorines, agitándose en el rectángulo de césped detrás de una pelota, sirven de pretexto para exhibicionismos de irracionalidad colectiva.
Diatriba Contra el Deportista
Mario Vargas Llosa
El martes desperté con la conciencia social agitada, el mal sueño me estuvo despertando durante varias ocasiones en la noche y se combinó con la irrealidad futbolera que nos vende en las canciones del Chic Pak ?este campeonato nos lo vamos a llevar? y la pegajosísima rola del comercial de Corona ?vamos México, con el corazón, vamos por la corona? para que me despertara molesto. Si a esto le agrega que un día anterior leí un artículo en El Financiero sobre las condiciones de esclavitud digna del Porfiriato en el México actual -familias de cañeros en Guerrero a las que se les paga 20 pesos la tonelada cortada en jornadas de más de 12 horas, con un pan y café como único desayuno e incluyendo trabajo infantil; las circunstancias de los trabajadores mexicanos en Canadá hacinados en una sola habitación, sin seguridad social y devueltos a su casa sin pago por descuentos de hospedaje y alimentos, temas aunados al argumento final en el texto de la promesa de Calderón de mantener las mismas políticas laborales que Fox? y le suma los últimos escándalos preelectorales y el machacado del ?tengo las manos limpias? (los que se las ensucian por mí son mis familiares) y mi propia circunstancia personal de ciudadano y empleado, más o menos podrá adivinar mi indignación por la realidad nacional. Pensé en las maquilas o las franquicias que sí generan una gran cantidad de empleos, pero mal pagados y con poca o nula seguridad social: en la mayoría de las maquilas sobrevivientes a la crisis y la migración a oriente se obliga a los trabajadores a quedarse sin pago de tiempo extra y el trabajador no protesta porque si lo corren qué hace mientras tanto. Como si más empleos mal pagados solucionaran las carencias sociales, las aminoran pero no resuelven. Luego prendí la tele y me di cuenta que el Mundial llegó y con él un remanso en los sucesos políticos y sociales que revuelcan a nuestro país.
El entretenimiento y el espíritu futbolero se unen durante un mes para contagiar la pasión y la siempre presente esperanza de -ja ja ja ja ja, crédula fanaticada azteca? poder llevarse el campeonato a casa. Por osmosis uno también se puede contagiar del virus balompiesum stadium, es difícil evitarlo, en todos lados el deporte permanece acechante: en la omnipresente televisión pareciera que se han abolido la mayoría de los hechos para que la única ensoñación sea la del opio futbolístico y la publicidad lo eleva a rango inevitable. Y no pongo en tanta duda la unidad o la muestra de nacionalismo a ultranza, rayante en el chauvinismo que consiguen los amantes del deporte más difundido del planeta, es sólo que el Mundial ni me viene ni me va, soy de los pocos que no se ven inmiscuidos en las glorias ajenas de los gladiadores del balón y las hace suyas, no soy uno más que se cuelga de la actuación, los éxitos y fracasos de 11 que me ignoran y hasta odian en secreto, ni comulgo con ninguna religión, mucho menos la de la cancha y los 90 minutos. El futbol fue de mi agrado en la preparatoria, llegué a disfrutar un campeonato del Santos Laguna en el 90, pero siempre como mero entretenimiento insulso ajeno al endiosamiento del deporte. No le negaré que hay una gracia estética en las jugadas y la irracional manifestación del combate y la explosión liberadora de los goles (que son más producto del azar del instante que de la planeación) y que el deporte practicado como tal me parece una excelente forma de ocupar el ocio y realzar la salud. Pero de allí a aplastarme para desgañitarme con el autoengaño enalteciendo la esperanza -en el caso de la Selección Nacional? de realizar una actuación histórica fincada por los medios masivos, hay una gran distancia.
El deporte practicado como medio, dice Vargas Llosa en el texto citado al inicio, es gratificante, pero el deporte como fin mercadológico y publicitario me parece una ofensiva muestra de conducción social para tranquilizar, sanear y amansar a las masas. No conformes con el circo de las campañas y el circo de la violencia, tenemos el circo-venta del Mundial (hasta papel de baño oficial tienen los jugadores). La inundación del mercado pretexta la afición para consagrar sus ventas. Y la ilusión de fanático se verá tristemente goleada por la decepción, para después consagrarse al repechaje con el apoyo a algún otro equipo latinoamericano o de su adhesión, todo con el fin de que la ilusión y la esperanza futboleras no decaigan. No conforme con la presencia eterna del juego del hombre (dos temporadas al año en el país y las innumerables copas internacionales) el Mundial llegó como cada cuatro años a diluir la realidad y a demostrar que a pesar de los desmanes que también provoca y la expresión de la violencia latente y manifiesta que representa, es un juego masivo en el que todas las pulsiones e inconformidades se enfocan como medio de salida. El Mundial es una fiesta, y como toda fiesta sirve para aglutinar y exorcizar los demonios internos de la sociedad. Representa un placebo y como todo placebo rinde su efecto mientras se desenvuelve, esta droga tiene un mes de efecto, lo difícil es pensar en cuánto tiempo tendrá la resaca. ¿Qué haremos cuando se agote la actuación de los ratones verdes y los demás equipos, cuando la derrota nos devuelva al clima social de violencia, a la brecha terrible entre ricos y pobres, a la corrupción rampante, a los partidos y su ambiciosa y emporcada lucha en búsqueda de más poder? Qué importa, festejemos los goles, ya habrá segunda ronda de miseria, violencia y realidad corrompida, y ésa, ésa sí será un golazo.
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