LA MEGABIBLIOTECA, EL FESTIVAL INTERNACIONAL DE LAS ARTES Y EL REZAGO CULTURAL Y EDUCATIVO
Las noticias por lo general acaparan nuestra atención según el encabezado semanal de moda: las campañas políticas representan el mayor foco de atención y se ven relegadas por los sucesos de violencia o por discusiones sobre las reformas legales de carácter nacional e internacional: los bloqueos por San Salvador Atenco y los excesos en la violencia, la reforma migratoria en EU y la construcción del muro fronterizo y la Ley Televisa en nuestro país tumbaron de los cielos de ocho columnas a las declaraciones de los candidatos a la presidencia. La nota de la semana la dio la inauguración de la megabiblioteca José Vasconcelos en el DF, un magno proyecto con el que se pretende conectar a las bibliotecas del país y dar un avance en la difusión de la lectura además de dejar la obra como saldo favorable del desempeño en la administración del presichente Fox. Los problemas de analfabetismo funcional presentes en los medios electrónicos e impresos no se resolverán con una megabiblioteca, curiosamente la percepción de los capitalinos es positiva según lo indicaron las encuestas callejeras presentadas en el programa El Cristal con que se Mira del día jueves 18 de mayo, al parecer cualquier obra representa un avance sin importar si presenta goteras, está mal equipada (los estantes vacíos fueron la norma en la Vasconcelos) o construida -como en el caso del Distribuidor Vial Revolución, que nos ha costado a los contribuyentes una gran inversión en estudios y que próximamente será demolida para su reconstrucción. Sobre las bibliotecas baste decir que aquí en la Comarca es común atestiguar que en la Biblioteca José García de Letona se hace un descargo de libros, esto es, cada quince días se instala una mesa afuera de la biblioteca de la Alameda Zaragoza en la que se regalan libros, ¡¡una biblioteca que se deshace de sus libros!! Si bien esto resulta favorable al fomento a la lectura, ¿cómo es posible que una biblioteca se deshaga de su materia prima? Los títulos que se pueden encontrar son geniales. Ahí pude conseguir una antología de Antonin Artaud, algo de Milan Kundera y Lobsang Rampa, sin contar los libros sobre estudios económicos e históricos que vuelan cuando la mesa está literalmente puesta. Puede que el destino de esos libros sean las bibliotecas particulares o las librerías de viejo -libro usado-, el asunto es que en lugar de aumentar el inventario libresco la biblioteca regala su material. ¿Por qué no regalar entonces libros en las paradas de autobús, sin dejar de surtir las grandes carencias en cuanto a novedades editoriales que padecen las bibliotecas públicas en La Laguna? Matarían dos pájaros de un tiro: promocionarían la lectura y a la vez rellenarían con nuevo material los estantes surtiendo libros necesarios para la consulta. Los libros que se regalan por lo general proceden de donaciones de personas. Si se acaba de inaugurar la megabiblioteca Vasconcelos en el DF y su labor principal es promover la lectura, además del centralismo, entonces en La Laguna andamos medio alrevezados con la promoción de las letras. Una megabiblioteca o una biblioteca no hace lectores. Los avances de Internet y la facilidad del copiar-pegar han influido para que los alumnos a los que se les encargan tareas las presenten sin enterarse siquiera en qué consiste lo que presentan. El interés y la imposición del deber del lector hace que uno sienta la carga de la obligación de leer como un problema. Confieso que incluso yo he padecido el peso de tener que leer un texto por obligación y el tener que realizarlo se transforma en un acto que crea gran pereza. La megabiblioteca representa un naufragio en el viaje hacia el país de lectores al intentar luchar contra la supercarretera de la información. La difusión de la cultura, como en el caso del pasado Segundo Festival Internacional de las Artes en Ciudad Lerdo, Durango es un ejemplo para nuestros directores de cultura de cómo deben promocionarse las manifestaciones artísticas. Al no contar con muchos centros establecidos de cultura, las calles de la Ciudad Jardín fueron los escenarios principales de este festival que presentó espectáculos de gran calidad, la asistencia dejó un saldo enorme, positivo y avasallador y demostró que no hace falta cobrar grandes cantidades como lo hace el Teatro Nazas, que trae espectáculos que se cotizan caro para la elite esnobista de la sociedad, o pretextar la falta de presupuesto para la organización de un evento de difusión mayoritaria y de gran respuesta. Por fin, el arte de excelente nivel salió a las calles y tomó a los ciudadanos que quedaron bien complacidos. Un alimento opíparo a la usanza de los puestos callejeros, sin dejar la calidad y el beneplácito de los consumidores de cultura, consumo ampliado por el alcance que da la expresión pública. Desde estas letras una enorme felicitación algo tardía a los organizadores y la esperanza de que el festival del año entrante supere lo realizado en esta emisión y que Gabriela Nava Femat y la señora Laura Eraña, directora municipal de cultura y directora de Icocult Laguna, respectivamente, se pongan las pilas, dejen la modorra y el comercialismo y se pongan a difundir el arte más allá del encierro institucional, las exposiciones en los malls exclusivistas y la esperanza de que les caigan los proyectos. En México padecemos un rezago cultural y educativo enorme, las pugnas políticas y sociales de los sindicatos encargados de la educación, sin contar las fallas en la preparación de los docentes, han hecho del analfabetismo funcional la norma tanto en educantes como en educandos. Programas de difusión callejera como el pasado Festival Internacional de las Artes nos muestran que no se vale pretextar la ausencia de asistencia a los centros de cultura, pues sacar el arte a las calles y crear el contacto directo con el público es la mayor necesidad para una difusión directa y funciona muy bien, sin necesidad de seccionar amarillo. Enhorabuena por el arte, esperemos eventos similares en Gómez y Torreón. Directoras de cultura, tomen nota y despierten.
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