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El carisma

Gilberto Serna

La semana recién concluida, como parte de sus campañas visitaron a Coahuila los tres candidatos más avocados a obtener la nominación el próximo dos de julio que ya está tan cerca que no tarda en presentarse. Más pronto de lo que imaginamos. Aunque se ha pretendido desconocer la popularidad de Andrés Manuel lo cierto es que aventajó con mucho a sus rivales en cuanto a concurrencia. A fuerza de ser sinceros su arrastre parece innegable. ¿Qué habrá alrededor de este aspirante que lo hace tan atractivo a las clases populares? Creo que todo radica en que cuando habla tiene la gran virtud de hacerlo con un timbre de sinceridad. Quizá podríamos decir que para ser torero lo primero que se necesita es parecerlo. El hombre tiene lo necesario que se requiere para figurar como un político al que la gente quiere creerle. Lo que nos lleva de la mano a la necesidad que tiene la ciudadanía de querer que ocurra un milagro. Si a eso le agregamos que los años pasan sin que se resuelvan los problemas que aquejan a millones de mexicanos, cuyos hijos se ven en la alternativa de salir fuera del país o quedarse a padecer hambre por la falta de empleos, es una vicisitud que nos deja el acariciado anhelo de una renovación.

¿Por qué adquiere mayor presencia? ¿por sus promesas de corte populista? Cualquiera de los otros candidatos podría hacer lo mismo aunque con toda sinceridad no lograría los mismos resultados por lo que se refiere a la cuestión electoral. Se requiere cierta magia que los otros dos no traen consigo. Es algo de lo que no los ha dotado la naturaleza. Si vemos la historia de los pueblos encontraremos líderes que tienen dotes de los que carecen los demás. Si supiéramos que es, si pudiera comprarse en la tienda de la esquina, cualquiera podría hacerlo. Deme un kilo de carisma, pediría en el mostrador, con lo que el dueño del tendajo lo pondría en una bolsa de papel estraza que antes de entregarla al cliente pondría en una báscula. Luego el cliente se iría caminando con un yerbero que podría darle un tallo de ruda, unos gramos de mirra y una ramita de pirul, después se pararía al pie de un braserillo en el que arrojaría copal e incienso, consiguiendo darse un sahumerio para alejar los malos espíritus, propiciándole buena vibra.

La primera vez que me enteré sobre la existencia de las chachalacas, cuya mención hizo bajar unos puntos en la preferencia de los electores, fue en Apuntes de un Lugareño, de J. Rubén Romero (1890-1952) que refiere se la sirvieron en chile verde resultándole muy sabrosa. En cambio al candidato se le atragantó en el gañote. Lo que ocurrió es de todos sabido. El descenso en las encuestas llegó a tal grado que le obligó a un cambio de estrategia. Por otro lado, dentro de los golpes bajos, en el único debate al que asistieron el total de los candidatos, se mencionó que hubo un tráfico de influencias a favor de un familiar. Así como evasión de impuestos. No se supo en dónde se originó la insidia, ni quienes pusieron en las manos enemigas la documentación que se dio a conocer. Eso provocó que remontara uno y se fuera cuesta abajo el prestigio del otro. La plaza de armas medio vacía y la multitud en el lecho seco del Río Nazas, dan una idea de cómo andan las cosas electorales en estos días.

Lo que tendrían que hacer a los que les falta ese nosequé es darse una vuelta por Catemaco o ir a pedirle un prodigio al Santo Niño de Atocha pues no logran llegarle al ánimo de las gentes, lo que podría interpretarse como una broma pero que, como van las cosas, no lo es. Bueno, me refiero a las grandes mayorías, por que las minorías desde hace un buen rato que le ponen las cruces al tabasqueño. Lo que está por verse es si lo dejan seguir hasta llegar el día de las elecciones para despertar al día siguiente con la noticia de que ganó. Lo que dentro de una democracia no tendría nada de malo. Lo que se especula es si los del PAN y los del PRI se conformarán sabiendo que desde ahora están en desventaja. No es creíble que quienes saben cómo se vienen las cosas no hagan algo. A menos que estén enceguecidos y no se hayan dado cuenta de que, a quince días justos, la cosa no les pinta como esperan. Lo más cuerdo sería, les aconsejan los que saben de estos asuntos, es que junten fuerzas, abierta o solapadamente, considerando que cada uno por su lado no la hacen. ¿O dejarán que el destino diga la última palabra? Conociéndolos como los conozco, no lo creo.

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