“La época de los Reyes Magos ya pasaron (sic)... Porque eso será un sueño guajiro que no se les va a conceder”.
Mario Marín, sobre su posible renuncia
Mario Marín, el gobernador de Puebla, pudo haber escogido muchas líneas de defensa. Pudo haber desaparecido de la vista del público por un tiempo, hasta que el siguiente escándalo desplazara el de su conversación telefónica con Kamel Nacif. Pudo haber mantenido la posición de Emilio Chuayffet de que el tema realmente importante no es el de la intervención del gobernador para violar los derechos de la periodista Lydia Cacho sino la ilegal intercepción de las llamadas telefónicas de Nacif. Pudo haber sostenido que la grabación estaba tomada fuera de contexto o que “el coscorrón” que le propinó a Cacho se hizo dentro de la Ley independientemente del fanfarroneo con Nacif en la conversación telefónica entre ambos.
Pero no. El gobernador optó por la defensa más difícil y riesgosa de todas. Su argumento ayer fue que la voz que se escucha en la grabación no es suya. Señaló, acertadamente, que hoy se pueden manipular las voces. “Nada más vean ustedes lo que se hace en ‘La Parodia’”, dijo. Y no sólo tomó la decisión de recurrir a la defensa más complicada y riesgosa de todas, sino que la presentó de manera personal en una conferencia de prensa, por lo que si el recurso le falla él mismo cargará con toda la responsabilidad política.
Con esta decisión Marín está demostrando o una confianza absoluta en su propia inocencia o una ingenuidad realmente increíble. Es verdad que la tecnología moderna permite editar voces y sacarlas fuera de contexto pero no generarlas. Es imposible montar una conversación como la de la grabación a base de pedazos de otras conversaciones.
Tengo entendido, sin embargo, que en la actualidad es posible identificar voces a través de un análisis espectral. Si el “gober”, como le llama Nacif en la grabación, piensa que su palabra es suficiente para comprobar que la voz que se escucha en las grabaciones no es suya, puede estarse metiendo en un problema muy serio. Así como las emisoras de radio han estado comparando la voz de la grabación con las de la conferencia de prensa de Marín, un técnico podrá determinar a través de un análisis si la voz que se escucha en la llamada telefónica es realmente suya. Y si lo es, el gobernador no sólo será responsable de haber intervenido indebidamente en un proceso judicial, sino de haber mentido descaradamente.
El pésimo manejo del asunto de Cacho lo ha convertido en una verdadera bomba política. El gobernador pudo haber dejado que corriera el juicio por difamación de Nacif, o intervenir más discretamente, y el asunto difícilmente habría llamado la atención. Pero las conversaciones grabadas revelan que el gobernador pensó que el asunto se podría confinar a la prensa escrita, que muchos políticos piensan que tiene poca importancia, y acallarse en el periodo vacacional de diciembre.
Sin embargo, fue tan torpe el operativo, especialmente al impedir que llegaran las notificaciones del proceso a Lydia con el fin de secuestrarla y amedrentarla, que era inevitable que el tema se convirtiera en escándalo nacional. Todos los medios, y no sólo los escritos, le han dedicado tiempo a Lydia Cacho.
Los priistas como Chuayffet y el propio Roberto Madrazo han tratado de cerrar filas en torno a Marín, pero pronto empezarán a buscar una distancia, como lo han hecho ya con Arturo Montiel. El costo de respaldar a un gobernador que ha mostrado la torpeza de Marín puede ser altísimo. Más que el abuso mismo, escuchar la vulgar conversación de Marín con Nacif es un golpe brutal.
Marín dijo ayer que no va a renunciar. Y es posible que, si realmente lo desea, pueda mantenerse en el poder. Aunque no lo apoyen abiertamente sus compañeros priistas, difícilmente votarán en su contra en un juicio político. Pero en un sentido práctico el Gobierno de Marín ya ha terminado. Él mismo se dará cuenta. No habrá ya una presentación pública, ningún contacto con los medios, en que no estén presentes los fantasmas de sus conversaciones telefónicas con Nacif y de su grosera manera de hablar.
Y las cosas se complicarán más. El caso del pederasta Jean Succar, quien está en la cárcel en Arizona esperando el resultado de una extradición de México, ha estado fuera de la atención pública hasta ahora, pero el persistente trabajo de Lydia Cacho lo ha revivido. Y cuando Succar sea extraditado a México o juzgado en Estados Unidos, las maniobras de Marín lo colocarán ante la opinión pública como el gobernador que trató de defender a quienes han protegido a un hombre que abusaba de niñas.
Lo más seguro es que el coscorrón final se lo lleve el gobernador que pensó que podía darle, impunemente, una lección a una periodista valiente.
CONCEDER VOZ
Pablo Salazar Mendiguchía, gobernador de Chiapas, ha aceptado que intervino a favor de Kamel Nacif en algunos medios de comunicación. “Su voz -dijo ayer- no tenía espacio en ningún medio y me pidió que interviniera... sólo para que le concedieran voz”. La Jornada aceptó e hizo bien. Pero muchos otros medios hubieran estado felices de entrevistar a Nacif, pero él se negaba, como lo hace ahora.
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