¿Quién le quita las cien máscaras al actor?. Elena Poniatowska
No me quiero imaginar lo que estará sintiendo en estos momentos tan cercanos al inevitable desenlace: un fatídico 30 de noviembre que pensó nunca llegaría, o por lo menos jamás tan pronto. Un sexenio, sin embargo se fue como un suspiro. ¿No existirá forma de prolongar su circunstancia? ¿Quizá venderle el alma al diablo a cambio de un poquito más de tiempo? Todo acto es justificable cuando se persigue ?seguir siendo? ella. A pesar de todo, sabe que en cuestión de días saldrá expulsada del ?paraíso perduto? que en algún momento concibió como suyo hasta el grado de convertirlo en extensión de su persona.
Lo fatídico del poder radica en que conocemos los caminos para llegar a él, pero nadie se prepara para dejarlo ir. Cuando lo tuvo fue capaz hasta de moldear conciencias; hoy, y sobre todo mañana, todo será distinto pues los reflectores no la iluminarán más, y el telón habrá caído para siempre en espera de otra protagonista. Al tratar de justificar dicha circunstancia, cuando hable con su círculo cercano -el cual extrañamente se achica día con día- insistirá en que pretende vivir sin ningún tipo de presión o compromiso. Sin embargo, el simple hecho de existir se le dificulta, todo pierde colorido y se terminan las razones, los porqués. ¿Qué cosa podrá ser más grande que los últimos seis años? ¿Cómo superar un estado de permanente euforia en donde nunca cupieron límites y sus deseos fácilmente trastocaban el ánimo de la República?
Las virtudes teresianas -recuerdo que algún día dijo- la colocaron al lado de un hombre al cual se refirió por todo lo alto. No bastándole su propio poder de convocatoria, es que forma un binomio destinado a cambiar el rostro de México para siempre. Sí, ella compartió los privilegios y prerrogativas del Poder Ejecutivo. ¿La inevitable consecuencia? Eclipsó a la otra mitad, le hizo un daño pavoroso. Sí, claro que cabe la tesis que afirma que sus actos estuvieron motivados por el genuino deseo de ayudar a los demás; por otra parte se piensa en su ambición desmedida como verdadero motor. El ser humano posee un gran número de matices: a ella no se le puede juzgar circunscribiéndola al negro o al blanco, todos tenemos claroscuros.
Quiero atreverme a decir que quizá su percepción de la realidad se encuentre alterada; solamente baste imaginar a un nutrido grupo de seguidores que durante todo el sexenio se esmeraron en alabarla sin temor a perder el decoro: ?En usted se encuentra sustentada la femineidad?, ?Su obra altruista no se olvidará nunca? ?Se ve particularmente guapa? ?Sí señora, lo que quiera, con pedirlo es suficiente?, ?Usted merece ser la primera presidenta, debería intentarlo?, ?Ay siento como si nos conociéramos desde siempre, en mí tendrás a una amiga incondicional?, ?En realidad él debe estar agradecido contigo de por vida, gracias a ti llegó a la cúspide, de otra forma no sería nadie?. En fin ¿quién es capaz de soportar una mentira disfrazada sin terminar creyéndosela?
¡Cómo va a añorar al aparato que la ha rodeado! Pérdida masiva de: asistentes, secretarias, apoyo militar, el avión, los helicópteros, las tiendas que cierran para que compre a sus anchas, el uso de la red telefónica, acceso a información privilegiada, motociclistas abriéndole caminos y ese sublime placer de no tener que detenerse ante ningún semáforo. Y no se hable de los aplausos que recibe al entrar a cualquier lugar, su rostro en todas las portadas, apoyo económico indiscriminado para la fundación que dirige, tutearse con todo el empresariado, cenar en la Casa Blanca y convivir con la Corona de España. Sí, desgraciadamente todo lo anterior se irá de un plumazo para nunca más volver. Ahí radica un gran problema para ella: cuando eso suceda vendrá un sentimiento de indefensión severo, algo parecido a una descomunal parranda que por lógica consecuencia trae consigo la cruda, tanto física como moral.
Con el ostracismo y la soledad surgen una serie de cuestionamientos. ¿Mi obra será valorada en su justa dimensión? ¿Cómo me recordará la historia? ¿En que fallé para que ahora busquen acabar conmigo? Y claro, luego surgen otras ideas al hilo: ?Es un país machista, no me permitieron hacer gran cosa? ?Me van a extrañar, al grado de pedirme que regrese? ¿Qué demonios voy a ir a hacer al rancho?
Corolario
En pasados días este columnista asistió a la cena de gala ofrecida por Juan Francisco Ealy Ortiz, director general del periódico El Universal, con motivo del aniversario número 90 de ese diario. He tenido la oportunidad de acudir a diversos eventos donde son invitados el presidente de la República y su esposa. Por respeto a la investidura y acorde a las normas protocolarias, es que los asistentes se ponen de pie y aplauden cuando el titular del Ejecutivo arriba; sin embargo, nadie lo hizo durante el festejo al cual hago referencia.
Veinte minutos después de la llegada de Vicente Fox y Marta Sahagún entraron al salón el presidente electo, Felipe Calderón y su esposa, Margarita Zavala. Los aplausos y porras para ellos fueron largos y emotivos.
La expresión de la primera dama no dejó lugar a dudas. El despoder es terrible e implacable.