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El encuentro internacional de la familia

Juan de la Borbolla R.

La Familia, así con mayúsculas es una institución tan trascendente para la sociedad que debe ser considerada así, simplemente; sin ninguno de los apellidos que esas corrientes contemporáneas que parecieran estar empeñadas en destrozarla, le vienen agregando de un tiempo a la fecha: familia tradicional, familia diversa, familia monoparental, etc., etc. La Familia así con mayúsculas, sin apellidos, sin adjetivos ha sido considerada desde siempre la célula básica de la sociedad, la institución ideal en la que la persona es aceptada simplemente por lo que es; por ser persona, la instancia educadora por antonomasia, el mejor lugar para nacer, vivir, ser educado, reproducirse, ser productivo y morir. La Familia, así con mayúsculas esta fundamentada simple y sencillamente en la institución matrimonial con sus características elementales de unicidad e indisolubilidad.

Por ello el V Encuentro Mundial de las Familias desarrollado en la ciudad de Valencia en España durante la primera semana de julio y clausurado por el Papa, se convirtió en un llamamiento de Benedicto XVI a los políticos para que valoren el papel insustituible de la Familia y la apoyen con leyes adecuadas, todo ello en un discurso de propuesta no de polémica. En un amplio discurso pronunciado la víspera de la clausura del Encuentro, el sábado ocho, que el Pontífice comenzó a leer poco antes de las 11 de la noche, invitó “a los gobernantes y legisladores a reflexionar sobre el bien evidente que los hogares en paz y en armonía aseguran al hombre, a la familia, centro neurálgico de la sociedad dado que la familia es una escuela de humanización del hombre, dado que la experiencia de ser amados por los padres lleva a los hijos a tener conciencia de su dignidad de personas.

Por otra parte en ese mismo discurso no suficientemente publicitado por los medios de comunicación social Benedicto XVI aseguró a los cientos de miles de personas de los cinco continentes que participaron en la vigilia del V Encuentro Mundial de las Familias, que la fe y la ética cristianas no asfixian el amor, sino que lo hacen más fuerte y libre: “Promover los valores del matrimonio no impide gustar plenamente la felicidad que el hombre y la mujer encuentran en su amor mutuo. La fe y la ética cristiana, pues, no pretenden ahogar el amor, sino hacerlo más sano, fuerte y realmente libre”, afirmó, reiterando conceptos ya vertidos en su primera Encíclica Deus Caritas est: Dios es Amor. El Sumo Pontífice también se refirió al importante papel que desempeñan los abuelos en el seno de las familias que tienen el privilegio de contar con ellos dado que pueden ser los garantes del afecto y la ternura que todo ser humano necesita dar y recibir y dan a los pequeños la perspectiva del tiempo, son memoria y riqueza de las familias y por ende de toda la sociedad, -por lo que lanzó el deseo encendido de que- ojalá, bajo ningún concepto, “sean excluidos del círculo familiar”.

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