En menos de quince días serán las elecciones. Estoy convencido que la peor alternativa para México es Andrés Manuel López Obrador (AMLO), quién en sus compromisos de campaña y en sus declaraciones ha dejado muy en claro las políticas públicas que caracterizarían a su gobierno. Una de las más nefastas y que significaría un retroceso importante para nuestro país es su postura proteccionista y aislacionista en un mundo cada vez más globalizado.
Esto se aprecia no solamente en sus sinsentidos como que ?la mejor política exterior es la política interior?, sino en las medidas proteccionistas que propone y van más allá de los productos básicos agrícolas, como el maíz y el frijol. AMLO tiene la intención de revisar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) no sólo para seguir protegiendo estos granos, sino para incluir lo que considera otras áreas problema, como son el azúcar y el transporte carretero, así como para reexaminar sectores industriales como el siderúrgico, el textil y de confección, el del juguete y el café.
Me parece factible que los gobiernos de Estados Unidos y Canadá concedan algún tipo de prórroga a la entrada en vigor de la apertura comercial para los granos básicos, siempre y cuando obtengan algo a cambio, pero considero que la idea de revisar el TLCAN en otras áreas es un error, porque frenaría el proceso de reacomodo de los factores productivos en busca de sus mejores usos alternativos en los tres países.
Comprar juguetes, ropa o cualquier otro artículo hecho en México sólo por ser manufacturado dentro del país, en vez de productos importados que pudieran ofrecer mejor calidad o precio, no aumenta el nivel de empleo ni mejora el bienestar de la población. En la práctica, estas ideas mercantilistas implican precios mayores, productos de menor calidad, empleos menos productivos y un deterioro del nivel de vida de los mexicanos.
Entiendo que los fabricantes de juguetes o de ropa, así como los cañeros, busquen estímulos y protección. A fin de cuentas está en juego su supervivencia. El problema es grave cuando los políticos abanderan estas causas, desdeñando los beneficios del libre comercio para favorecer a unos cuantos sectores productivos. Esto lo ha hecho la administración de Vicente Fox con varias industrias, y es probable que se agrave si AMLO gana las elecciones del dos de Julio.
Nuestros políticos, y en particular los integrantes del PRD, no alcanzan a entender los costos enormes que implica aplicar medidas proteccionistas para mantener siempre las mismas industrias y los mismos empleos. Por eso me temo que un gobierno encabezado por AMLO sería una presa fácil de los intereses proteccionistas en nuestro país, ya que él y sus colaboradores comulgan con esas ideas.
Las importaciones ciertamente reducen el empleo en algunas actividades, como también lo hacen los avances tecnológicos cuando sustituyen métodos de producción obsoletos o desplazan a industrias tradicionales. Pero sólo porque las importaciones destruyen algunos empleos, no quiere decir que el comercio reduce el nivel general de empleo o daña la economía. Después de todo, las importaciones no son gratuitas. Para adquirirlas un país debe vender algo a cambio, y las industrias de exportación crean empleos.
Las restricciones comerciales salvan los empleos de las industrias que compiten con las importaciones, pero destruyen empleos en otras partes de la economía, tales como las industrias de exportación y las que usan insumos importados. Cuando el gobierno pone barreras al comercio está intercambiando empleos en unos sectores de la economía por empleos en otros, sin aumentar o disminuir el número total de plazas laborales.
Muchos no entienden, sin embargo, que dejar operando cualquier actividad, por poco rentable que sea, con el fin de conservar el empleo, es un error económico, porque el proteccionismo favorece los empleos menos productivos, lo que constituye un serio obstáculo para que se asigne mejor el empleo, se eleve la productividad, y se mejore el nivel de vida de la población.
Conviene señalar, en este contexto, que los problemas de la masa de desocupados carentes de educación básica que en su mayoría habitan en el campo mexicano no son resultado, como insiste AMLO, del TLCAN. Por el contrario, éste les brinda una oportunidad para integrarse a labores más productivas y tener acceso a productos y servicios más económicos. Los problemas de pobreza y marginación en el campo, así como las dificultades que enfrentan otros sectores poco eficientes, son añejos y anteriores a la apertura comercial, y no se resuelven con medidas proteccionistas que mantengan a dichas actividades artificialmente vivas.
En sus compromisos respecto al TLCAN, además de abordar los temas de la migración y los derechos humanos y laborales de los mexicanos, AMLO llega al extremo de la ingenuidad que también mostró en el debate del 6 de junio, al prometer que convencería a nuestros socios para ?crear una estructura financiera similar a los fondos estructurales europeos para apoyar el desarrollo y disminuir las desigualdades en América del Norte. Los tres países aportarían recursos en proporción al tamaño de su economía y de sus ingresos para emplearse en proyectos productivos en la región?. Seguramente el Congreso estadounidense asignará partidas de su presupuesto a este asunto, con el ?poderosísimo? argumento de un populista demagogo como AMLO de ?que es muy conveniente para ellos que México se desarrolle?.