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El fenómeno Diego Santoy/Historias del absurdo

Luis Guillermo Hernández Aranda

Nuevamente los medios de comunicación, principalmente la televisión, aprovechan una tragedia para convertirla en fenómeno de masas. El caso de Diego Santoy, acusado de asesinar a los dos hermanos de su novia, Érika Peña, ha ocupado los principales espacios noticiosos de la televisión a nivel nacional.

Este hecho delictivo se ha convertido en el nuevo “pretexto” de las televisoras para competir por el raiting. A un mes del crimen, tanto Televisa como Televisión Azteca presentaron entrevistas exclusivas, con el joven de escasos 21 años, que merecen un análisis debido al papel desarrollado por los comunicadores.

Tanto Carlos Loret de Mola como Adela Micha y Javier Alatorre, olvidaron su papel de periodistas para montarse el traje de fiscalizadores. En busca del raiting, los entrevistadores llevaron el encuentro por senderos del amarillismo, donde lo importante era enterarse de la presunta relación del joven homicida con la madre de Érika, obviamente incluyendo los detalles, más allá de los motivos que originaron el crimen.

Para los especialistas en medios de comunicación, el caso es considerado como noticioso porque ha sido precisamente en los espacios informativos en los que se ha expuesto un acontecimiento fuera de lo común y fácilmente dramatizable.

Según los especialistas en fenómenos mediáticos y teorías de la comunicación, la oferta informativa de los medios es un factor importante en el establecimiento de la agenda noticiosa de las personas, ya que ponen al alcance del auditorio elementos, argumentos e imágenes impactantes que despiertan, por múltiples motivos, el interés de la audiencia.

Sin embargo, el riesgo, tal y como ha sucedido, es que los medios se han permitido erigirse como un Poder Judicial sin serlo. De ahí que los involucrados en el crimen estén más preocupados por el juicio que puedan emitir los televidentes que la sentencia dictada por el juez.

La cobertura de este suceso es una muestra más de lo que en Europa se llama telebasura (otros programas pertenecientes al género serían Big Brother o el célebre Cristina).

Dicha programación es una clara muestra de la necesidad de regular la calidad de los contenidos, lo cual no significa una Ley mordaza, sino por el contrario, privilegiar el fondo sobre la forma.

Poco se han preocupado las televisoras por la responsabilidad que conlleva el transmitir las declaraciones de Diego Santoy sin importar el horario. En todo el país miles de niños escuchan las declaraciones del joven regiomontano, donde narra cómo asesinó a dos menores, lo que representa un riesgo ya que los infantes pueden desarrollar ciertos traumas.

Paradójicamente mientras las televisoras insisten en transmitir un mensaje de “cuidado con quien invites a casa, el peligro está en todos lados”, la sobretransmisión del caso ha provocado que en algunas páginas de Internet sea posible encontrar sitios en apoyo a Diego Santoy, vaya el joven tiene ya su club de fans.

Esta fascinación de la sociedad por los criminales no es nueva, el fenómeno es común sobre todo en Estados Unidos.

Más allá de lo censurable que pueda resultar el crimen, es necesario revisar el papel de los medios. No hace mucho la película Asesinos por Naturaleza de Oliver Stone, advertía de la fascinación que pueden llegar a producir los criminales gracias a la exposición de los medios que los convierten en antihéroes. De esta forma, el joven Santoy gracias a la televisión mexicana es un hoy un fenómeno de masas, un fenómeno más de la cultura pop bizarra.

lharanda@elsiglodetorreon. com.mx

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