“Si al final hay un voto a favor de un partido y un voto menos a favor de los restantes, esto será suficiente para que tengamos presidente electo de México”.
Leonel Castillo,
Presidente del Tribunal Electoral
Las encuestas de salida no dieron anoche a un ganador en la contienda por la Presidencia de la República. Si bien es probable que para el momento en que usted lea esta nota ya se sepa quién salió victorioso en la competencia, lo único que puedo señalar en el momento en que escribo este artículo es que quienquiera que gane la elección presidencial tendrá una ventaja muy pequeña sobre su más cercano contendiente.
La información que tengo disponible, proveniente de distintas encuestas, reitera que la contienda es entre el perredista Andrés Manuel López Obrador y el panista Felipe Calderón. El priista Roberto Madrazo parece haber quedado rezagado al tercer lugar, aun cuando ayer el presidente del PRI señaló que su información colocaba al partido todavía en contienda.
El presidente consejero del IFE, Luis Carlos Ugalde, estaba programado ayer para dar a conocer el resultado de su conteo rápido a las 11 de la noche. El margen de error de ese conteo rápido era muy inferior al de cualquier encuesta de salida. Contra márgenes de error de más o menos dos puntos porcentuales en la mayoría de las encuestas, por ejemplo, el conteo del IFE, que se levantó ayer en una muestra enorme de más de 7,000 casillas, tiene un margen de error de sólo más o menos 0.3 por ciento. Por eso es posible que en la mañana del tres de julio ya haya un triunfador definitivo, definido ya sea por el Conteo Rápido del IFE o sugerido por las cifras del Programa de Resultados Electorales Preliminares, el PREP, que para la mañana del tres de julio ya debe haber avanzado un 80 por ciento.
Los resultados que empiezan a perfilarse, sin embargo, muestran la polarización a la que está entrando nuestro país. Todo parece indicar que la mayor parte del norte de México quedará pintado de azul, mientras que la mayor parte del sur estará coloreado de amarillo y negro. Es mala señal que un país quede dividido de esta manera. Habrá que hacer mucho trabajo político para unir a estas dos mitades diversas de nuestro México.
Por otra parte, de las cuatro elecciones para el Gobierno de entidades federativas que se llevaron a cabo ayer, el PAN ganó tres y el PRD una. El PRI, que sigue siendo el partido que gobierna más entidades en el país, no obtuvo el triunfo en ninguna.
Pero vale la pena señalar que cada partido mantuvo las entidades que ya tenía bajo su control. Morelos, Guanajuato y Jalisco quedaron en manos del PAN, pero ya este partido los gobernaba. El triunfo del PRD en el Distrito Federal representa también la simple confirmación de la hegemonía que este partido ya tenía sobre la capital del país.
Si los resultados de la elección presidencial son muy estrechos, habrá que esperar hasta que el Tribunal Electoral revise todas las quejas, que sin duda se presentarán, para tener certeza sobre el ganador final. Y quienquiera que gane, no hay duda, tendrá al final un margen muy pequeño de victoria sobre el segundo lugar.
Todo parece indicar que el ganador de la elección presidencial tendrá sólo un 36 o 37 por ciento del voto, contra alrededor de un 35 por ciento del segundo lugar. De ninguna manera puede considerarse este triunfo como un mandato contundente para hacer un cambio de modelo político o económico. De hecho, el nuevo presidente de la República gobernará con el apoyo de poco más de una tercera parte de quienes sufragaron pero contra la voluntad de dos terceras partes.
Más aún, si tomamos en cuenta que un 40 por ciento de la población se abstuvo de votar o anuló su voto, tendremos que llegar a la conclusión de que tendremos un presidente de la República con un apoyo apenas superior al 22 por ciento de los ciudadanos empadronados de nuestro país.
El próximo presidente de la República tendrá que gobernar con acuerdos y alianzas con partidos políticos distintos a los que lo apoyaron en la campaña. Eso es lo único que queda claro hasta este momento.
Si algo ha demostrado la votación de este dos de julio es la división de los ciudadanos mexicanos. Precisaremos, por lo tanto, de que el próximo presidente deje de ser un político y se convierta en un verdadero estadista: esto es, alguien que busque acuerdos de largo plazo para beneficiar al país y que no trate simplemente de aplicar su voluntad y la de su partido a la mayoría de los mexicanos que no votaron por él.
CASILLAS ESPECIALES
El prietito en el arroz en una jornada electoral muy buena la dieron nuevamente las casillas especiales. Los propios partidos políticos limitan su número a 822 en todo el país y cada una sólo puede tener un máximo de 750 boletas. Este monto, ya lo sabemos, es insuficiente. Y lo saben también los partidos políticos. La limitación a las casillas y boletas especiales debe ser uno de los cambios que se hagan para las próximas elecciones. De otra forma, en todas las elecciones seguiremos viendo protestas airadas de ciudadanos a los que no se les permite votar.
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