En México la tradición ancestralmente ha sido la misma, fingir que no pasa nada. Los problemas pasan frente a nosotros y siempre nos negamos a reconocerlos. En todos los ámbitos de la vida los mexicanos, tal y como lo escribiera Octavio Paz en el Laberinto de la Soledad, recurrimos a la máscara para ocultarnos, para esconder nuestra realidad.
Este fenómeno sociológico ha traspasado las barreras de lo antropológico para instalarse también en la impartición de justicia. De esta forma diariamente millones de personas violan la Ley fingiendo no hacerlo. Finalmente en México nunca pasa nada, ésa fue la herencia histórica del PRI.
Los delitos van desde pequeñas omisiones como pasarse un alto, hasta la venta de droga. Ambas violaciones ocurren, en muchas ocasiones, ante el cobijo de las autoridades.
Estas conductas en Torreón se han repetido por décadas con singular alegría. Así, mientras la población denuncia constantemente lugares donde se vende cerveza de manera clandestina y se comercializa con drogas, las autoridades poco hacen al respecto.
Resulta por demás curioso que el grueso de la población civil conozca los lugares donde ocurren los delitos, mientras que los encargados de vigilar el orden fingen desconocer los hechos.
Tanto la venta de droga, como la venta de alcohol fuera de horario, son actividades que -en la mayoría de los casos- ocurren en lo “oscurito”, lo cual podría servir de pretexto. Sin embargo, la “piratería” y la venta de quinielas operan a la luz del día y en lugares públicos.
Torreón llegará a su Centenario con un centro indigno para los logros que ha tenido la ciudad. El primer cuadro alberga en sus calles decenas de puestos dedicados a la venta de discos y películas “piratas”, así como tabaretes dedicados a la venta de “quinielas”. Ambas actividades se encuentran fuera de la Ley. Mención aparte merece el problema de la prostitución que ha alejado a las familias del centro.
Dichos delitos son del orden federal, por desgracia las acciones de la Procuraduría General de la República han sido mínimas.
En el caso de la “piratería” más se tardan las autoridades en realizar un operativo, que los comerciantes en salir nuevamente a las calles a vender su material apócrifo.
La historia ha sido más benévola con los “quinieleros”, quienes han trabajado por más de 20 años sin ser molestados.
Ambos negocios ilícitos se han convertido en pequeñas mafias que generan cuantiosas ganancias. Cuando surgió el fenómeno del “narcomenudeo”, las autoridades fingieron no verlo e incluso lo minimizaron, hoy el problema se les salió de las manos. Lo mismo puede ocurrir con la “piratería” y los “quinieleros”, por este motivo urge que las autoridades volteen y reconozcan este problema para atacarlo de frente y buscar erradicarlo.
Es cierto, muchas familias de bajos recursos trabajan en estas actividades desconociendo que son ilegales, pero no por eso se debe violentar el Estado de Derecho. La respuesta corresponde a las autoridades.
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