HISTORIAS VERDADERAS
Hace poco pude constatar de una fuente muy confiable el caso de una leyenda urbana que resultó ser historia verdadera. Es de todos sabido que a pesar de la Ley seca y de los ?horarios? para venta de alcohol, los domingos si uno se lo propone puede conseguir cerveza hasta en la tiendita de la esquina. O simplemente cruzar el puente y conseguirla a las orillas de la ciudad. Todo esto nos lleva a la ya clásica y conocida mezcla de alcohol con un mal partido del equipo favorito, o algún coraje en la casa que desemboca en acciones agresivas hacia los demás.
Hace más de un mes una perrita callejera tuvo la desdicha de quedar preñada. Estuvo buscando algún lugar seguro para dar a luz y debido a las premuras tuvo a sus cachorros en una casa cerca del periférico. Cerca de la madrugada acabó de dar vida a seis lindos cachorros, sólo que los dueños de la casa no estuvieron muy de acuerdo con el regalito y decidieron hablarle a la perrera municipal. Apenas llevaban cuatro días de nacidos y mientras su madre andaba buscando algo qué comer la perrera con sus dulces y cuidadosas maneras de recoger perritos rápidamente se deshicieron del problema. Al regresar la madre y no encontrar a sus crías casi muere de tristeza, lloró y lloró por las noches, todo el día se la pasaba buscando en el lugar donde los dejó, y poco a poco empezó a morir de tristeza.
Los vecinos al darse cuenta de esto empezaron a alimentarla y cuidarla, todos excepto los dueños de la casa donde dio a luz, que la veían como un estorbo y aunque la mayoría del día estaban fuera pues no les gustaba llegar y tenerla ahí. Obviamente, la perrita intentó por todos los medios ganárselos, pero todo fue inútil, a veces se llevaba escobazos, baños de agua helada, gritos y malas caras. Los vecinos por más que querían disuadirlos no se animaban debido al mal carácter y la poca comunicación, mas sin embargo tampoco tenían el suficiente valor de decir ?yo la adopto?. Conforme pasaron los días y las semanas, la paciencia también se fue agotando y las palizas hacia la pobre perrita fueron siendo mas frecuentes y con más coraje, sobre todo los domingos en la tarde. Y el día de hoy los vecinos se temieron lo peor. Ya anteriormente se había rumorado que alguien se dedicaba a matar perros a balazos, los hería y los dejaba desangrarse, esto había transcurrido como leyenda urbana. En ocasiones se escuchaban disparos, nunca han sabido quién es y la policía se niega a atender el llamado. Es una de esas situaciones en las cuales los vecinos en lugar de hacer algo prefieren callar por temor a represalias.
Hoy ha sido ese día, amaneció nublado, la pachanga con el vecino empezó desde temprana hora, los gritos, las burlas y las mentadas al árbitro se han escuchado como si las gritaran a un lado nuestro. Conforme muere el día y se van apagando los gritos y las risas sólo podemos escuchar como huye despavorida una perrita ante la lluvia de latas de cerveza. Ya tarde, mientras los vecinos dormían se escucharon dos disparos, los aullidos de dolor de un perrito, y algo muy peculiar; unos aullidos que venían de la cochera, ¡de nuestra propia cochera! Y de pronto han cesado, pensando que fue un mal sueño me acomodo, me duermo y en la mañana mis hijos me despiertan, ahí está la mancha de sangre, fresca aún, y no existen rastros de la perrita. Mientras comento en voz alta que el carro ha tirado mucho aceite por dentro mi alma se aflige, sabe que yo pude haber evitado esa muerte y que la dejé morir por cobarde.
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