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¿El menos peor?

Esteban Moctezuma Barragán

Los mexicanos queremos votar por el mejor perfil para ocupar la Presidencia de nuestro país, no por el menos peor, pero la contienda electoral empieza a tomar un rumbo muy dañino para nuestra inteligencia. No llevan ni dos meses las campañas y dos de ellas ya cambiaron su imagen, su mensaje y su contenido. Parece que el motivo de algunos candidatos no es llegar a la Presidencia para desarrollar un proyecto de país largamente pensado, discutido, anhelado y construido por la experiencia, la razón, la sensibilidad y el estudio, sino solamente evitar que llegue “el otro”.

No se trata de proponer una idea de país y convencer al electorado que ese es el camino que los llevará a tener una vida más plena y feliz, sino eliminar a los contrarios o herirlos a tal grado que solamente quede uno en pie, sin importar en qué condiciones. ¿Nunca pensarán los candidatos que para gobernar deberán recurrir inevitablemente al apoyo de la Oposición?

¿Pensarán que se puede ser mejor y con ello ganar en vez de sacarle los ojos al contrario? Cada mañana y cada noche que buscamos información en los noticieros de la radio y la televisión, en vez de propuestas claras, medibles y viables, nos encontramos con claras descalificaciones, insultos y viables confrontaciones personales entre los candidatos.

No hay contraste de ideas y programas entre los partidos a los que pertenecen los candidatos, menos aún propuestas diferenciadas, sino una creciente descalificación entre ellos y lugares comunes como la “seguridad” y el “empleo” como intención, pero nunca como programa detallado. Los mexicanos queremos ver cómo un candidato crece al ser más conocido. Queremos ser testigos de cómo utiliza la campaña para iniciar un liderazgo nacional hacia el crecimiento económico, la justicia y el fortalecimiento de la democracia.

Estamos ansiosos de conocer propuestas tangibles para construir un país armónico y seguro. Necesitamos saber cómo vamos a posicionarnos como nación, en un mundo que no deja escapar de su interacción a lugar alguno del planeta. Queremos saber de quiénes se van a rodear para tomar decisiones.

Deseamos, en suma, que un candidato destaque entre los demás, por ser mejor, por tener una mente más clara, instruida e informada, por tener un corazón más justo y generoso, por poseer un carácter que no se quiebre cuando deba ser firme, por contar con un temperamento dominado y por mantener una actitud positiva y propositiva.

Lo que no queremos es que un candidato destaque entre los demás, por ser el menos peor, por ser el que más fuerte atacó y con ello descalificó a sus oponentes, por ser el que pudo sortear mejor los golpes, por ser quien utilizó mejor el espionaje para conocer y difundir las debilidades de los demás. No queremos el “tuerto” en una contienda de ciegos.

Sin embargo, las campañas empiezan a perfilarse hacia este derrotero y más que un estadista, quizás el ciudadano se descubra gobernado por un luchador de la Arena México.

En la última semana se ha dado un giro importante en los mensajes de Felipe Calderón y de Roberto Madrazo. El primero ha abandonado una propuesta sustentada en “conceptos” como lo son “ valor” y “ pasión” para iniciar una publicidad sustentada en “ofertas concretas” como “guarderías para las madres que trabajan”. Eso está bien, quizá tardío, pero bien. Lo que no me checa es que el Felipe de los spots no se parece al Felipe de los noticieros, en donde invariablemente se ha vuelto monotemático al sólo hablar de Andrés Manuel. Y si durante todo el día habla de propuestas y solamente habla 30 segundos de López Obrador, él debe saber que la nota que tomarán los reporteros es precisamente ésa y, por consiguiente, la imagen que creará en el electorado, es precisamente ésa.

Por su parte, Roberto Madrazo abandonó su apellido, el logotipo de su partido y sus propuestas concretas, para pasar al desafío directo a López Obrador. ¿Quiere mostrar firmeza? Puede acabar percibido como altanero. ¿Quiere calificar a Andrés Manuel de mentiroso? Puede convertirse en el segundo jefe de campaña de AMLO, después de Vicente Fox, con la campaña del desafuero.

Y entre los cambios de rumbo y desatinos de las campañas, la apuesta de López Obrador parece estar dándole resultados y consolidando su imagen. Desde un principio planteó una campaña de reivindicación social. Empezó consolidando su voto duro con un discurso fuerte. Ahora ha iniciado la difusión de un mensaje de “inclusión”, por ejemplo, a los banqueros o a los actuales gobernantes, en el sentido de que no habrá cacería de brujas. Otro ejemplo es el anuncio de la conformación de su Gabinete.

De manera que, mientras Andrés Manuel comenzó una campaña “dura”, con el tiempo ha venido evolucionando su discurso para abrirse a todos los sectores. Por el contrario, Madrazo inició una campaña light y ahora se busca proponer como el firme retador que va a “desenmascarar al Santo” y, paralelamente, Calderón no pierde oportunidad alguna para señalar el problemón que representaría para México que AMLO ganara la Presidencia.

Parece que mientras ningún candidato ha definido la verdadera litis de la campaña, ni descubierto el anhelo vigente de la mayoría de los mexicanos para comunicarles un mensaje que los movilice y comprometa, los tres principales candidatos, hasta ahora han propuesto una sola litis: Andrés Manuel López Obrador, para mal o para bien de sus campañas y de México.

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