Benedicto XVI cumplió el viernes una visita ?privada? al santuario de Manoppello, en Abruzzo, Italia, donde se conserva una reliquia que representa el rostro de Jesucristo y una tradición lo considera el ?velo de la Verónica?, que fue el paño de lágrimas del Señor que subía al Calvario.
El Papa fue porque antes de su elección lo prometió al arzobispo de Chieti-Vasto, el teólogo Bruno Forte, su amigo. Y en su discurso, después de rezar nunca habló de su autenticidad.
Sin embargo, su presencia allí significó poner esta reliquia bajo la atención de todo el mundo. ¿Qué es, entonces, el santo rostro? Es -nos explican los padres capuchinos que lo conservan desde hace más de 400 años- un velo desplegado y protegido entre dos hojas de vidrio, y es tan sutil que no puede ser extraído del ostensorio sin correr el riesgo de dañar la imagen. Por lo tanto, no ha sido revisado científicamente el tipo de fibra que, a simple vista, parece ser un antiguo biso marino, similar a los también hallados en las pirámides de Egipto. Esta es una de las mayores razones por las que hasta hoy no ha sido posible hacer la comprobación científica.
Los hilos horizontales son bastante ondeantes, el tejido es de sencilla estructura, de modo que el urdido y la trama se entretejen en la forma más sencilla, como en un hilado normal. El paño mide 17x24 cm. El tejido es tan tenue que la imagen es visible sea desde la parte anterior que desde la posterior.
Si se pone un periódico detrás de la imagen, se le puede leer fácilmente, incluso desde lejos. Las tonalidades son de color marrón, y los labios ligeramente colorados, con un rojo claro, parecen anular cualquier aspecto material.
Un primer misterio es la formación de la imagen: no sólo las fotografías digitales, realizadas por el profesor Donato Vittore, de la Universidad de Bari y por el profesor Giulio Fanti, de la Universidad de Padua, sino también las observaciones bajo luz ultravioleta confirman la inexistencia de pintura sobre el velo.
Y la iconógrafa, madre B. Pascalis Shlemer ha demostrado que la imagen de la Sábana de Turín se sobrepone perfectamente al rostro de Manoppello (con más de diez puntos de referencia) evidenciando el mismo rostro de Jesucristo.
El padre Heinrich Pfeiffer, catedrático de historia de arte cristiano en la Universidad Gregoriana, estudió la historia del santo rostro. Explica que el velo fue considerado también en los tiempos antiguos una obra de arte no humana, y que esta sagrada imagen sirvió de modelo a las representaciones posteriores del santo rostro, incluidos los retratos en las catacumbas romanas del siglo IV.
Se supone que su origen se conjunta con el de la Sábana Santa de Turín. Desde el 705, el santo rostro, que hasta aquel momento era conservado en la ciudad de Constantinopla, fue trasladado a Roma (no se sabe por qué ni quién fue).
Ya en Roma, el Papa lo colocó sobre el icono del Salvador, pero protegido con un descubrimiento precioso. Desde el Vaticano, el santo velo desaparece, porque alguien lo robó, pero el robo nunca fue oficialmente admitido. La reliquia reapareció en 1506 (son quinientos años) en el pueblo de Manoppello.
Y lo que es cierto, como pasa para la Sábana de Turín, es que continúa siendo un misterio. Un misterio que captó también la atención del Papa.