En ocasiones anteriores hemos venido comentando sobre las diversas problemáticas de fondo que enfrenta la economía mexicana, y de los diagnósticos y propuestas de solución que se han puesto sobre la mesa para enfrentarlos; y al respecto hemos reiterado que lo que subyace es la cuestión del modelo económico, y mientras no todos, por lo menos los que tomen decisiones importantes para el país, estén dispuestos a reconocerlo, pues las probabilidades de una discusión fructífera se diluyen.
En este sentido, de igual manera hemos comentado que este año son tiempos de definiciones trascendentales en este tema. Para prever esto no se requiere una bola mágica, sino observar la situación económica y social de nuestros países y la búsqueda de respuestas políticas frente a ello.
Así es como se puede encuadrar la orientación electoral hacia la izquierda que se está observando Latinoamérica, que comenzó en Brasil, Argentina, Venezuela, Chile y Uruguay hace algunos años, y que parece perfilarse para continuar en este año en México, Colombia, Perú, Ecuador y otros países, en donde habrá elecciones. También se aprestaría a ratificarse en Chile, Venezuela y Brasil.
El reciente triunfo de Evo Morales en Bolivia, y sus definiciones categóricas sobre el modelo económico y social han reavivado el debate sobre esta cuestión. No menos categóricos fueron los pronunciamientos del ya candidato del Partido de la Revolución Democrática (PRD) Andrés Manuel López Obrador, al señalar que ?Es indispensable cambiar la actual política económica no por razones ideológicas, sino por sentido común, por juicio práctico??. El planteamiento es claro y no admite matiz.
Con este señalamiento López Obrador se muestra receptivo a una ya larga serie de análisis alternativos sobre el modelo económico actual y a los pronunciamientos de organizaciones sociales y ciudadanas que han manifestado su malestar por el rezago económico y social que se ha experimentado en las últimas décadas, los cuales ya se han documentado profusamente.
Así pues, la cuestión del modelo económico será el tema prioritario en la agenda nacional de México, y de otros países latinoamericanos, en donde habrán de renovarse las instancias de poder, legitimadas electoralmente para procesar los intereses colectivos.
Y ante la perspectiva de que Andres Manuel ópez Obrador sea el triunfador en las próximas elecciones presidenciales los defensores del modelo neoliberal, vamos a distinguirlos así, señalan que sería indeseable que el país retomara ?prácticas económicas del pasado?, nada más que no precisan la cobertura cronológica de ese ?pasado?, ¿5,10,15,20,25 años?; pero además le agregan ambigüedad al asunto al afirmar que el país corre el riesgo de caer en un modelo económico similar al de Venezuela o?¡Cuba! La lista de ambigüedades, por decir lo menos, puede alargarse.
¿Por qué esta pobreza de argumentación? Hay que recordar que a lo largo de estás décadas, con el entronizamiento de la visión neoliberal de la economía y del mundo (la globalización neoliberal) se ha configurado un estigma que se llama ?populismo?, o ?neopopulismo?, con la pretensión de hacer énfasis en los aspectos negativos de este concepto y práctica política, simplificando la densidad sociológica que éste implica, así como ignorando, o haciendo a un lado, las ondas y variadas raíces históricas que éste tiene.
Armados con este ?argumento?, periodistas, intelectuales, economistas y políticos, inscritos en la sabiduría convencional, o deslumbrados por ella, pretenden descalificar cualquier ya no digamos propuesta alternativa, sino cualquier visión disidente, calificando de ?populista? las propuestas que llamen la atención sobre los deberes sociales del Estado.
En efecto, los defensores del modelo neoliberal, que en México ya lleva más de 20 años aplicándose, señalan que las políticas populistas son muy negativas, pero no alcanzan a precisar a que se refieren con tales políticas, salvo hacer énfasis en el desorden fiscal que los gobiernos de Echeverría y López Portillo, que todos reconocen, y que llevo a fuertes crisis a la economía en los setentas y principios de los ochenta. Solamente que se olvidan de recordar que otra crisis, todavía más nociva para la economía y la sociedad mexicana, la de 1994, se produjo ya en el contexto de esta nuevo modelo neoliberal y de globalidad financiera.
No cabe duda, el debate sobre el modelo tendrá que ser propositivo, despejado de prejuicios, soberbias academicistas y de mucha honradez intelectual. Desde luego será necesaria mucha generosidad para poner sobre la mesa la negociación de los intereses creados. En una palabra, veremos que tan preparados estamos para, ahora si, llegar a los acuerdos de fondo.
Ambas visiones se han confrontado con la historia, la calificaciones fáciles y sobreideologizadas en nada ayudarán explorar nuevas vías para una alternativa que, tomando al mercado como una institución más del complejo entramado social, ponga a éste al servicio de una mejor convivencia y no al revés, es decir, a la sociedad al servicio del mercado. Hay tareas, muy complejas por cierto, pero muy necesarias.