El valladar que ha propuesto levantar el Gobierno del presidente estadounidense George W. Bush en distintos puntos de la frontera con México, sería a todas luces un monumento a la demencia, la torpeza y la insensibilidad política.
Y por lo que toca al lado mexicano, resulta evidente que este asunto se ha convertido en un verdadero “Muro de las lamentaciones”, pues al igual el milenario monumento en Oriente Medio, abre espacio para el arrepentimiento por lo mal que alguien ha hecho o por el bien que se ha dejado de hacer.
En otras palabras, el actual Gobierno republicano de Estados Unidos nos desdeña y maltrata, pero, a su vez el Gobierno mexicano no ha enarbolado una posición soberana para exigir reciprocidad y beneficios mutuos, pues es evidente que hemos cedido en muchas cuestiones, en muchas ocasiones por debilidad. Nuestros gobernantes han actuado acríticamente a favor de los estadounidenses en momentos culminantes en distintos foros internacionales, especialmente en la actualidad, lo que le ha acarreándole a México duros cuestionamientos de otros países de nuestro propio continente.
Llegamos tarde a la hora de las reclamaciones para impedir que se construya tal despropósito contra la razón, el diálogo y los acuerdos, ya que desde el principio del régimen debimos exigirle más a Estados Unidos y hasta emprender medidas de presión, como ocurre en otras regiones del mundo cuando hay sordera y ceguera del imperio. Hoy en día los ejemplos sobran en Latinoamérica.
De cualquier manera, no puede justificarse que de forma unilateralmente un país pretenda construir una muralla, aunque sea en su territorio, sin antes privilegiar el derecho internacional, que en este caso significa el reconocimiento de un reto, más que de un problema, y que ambas naciones serían capaces de asumir y resolver mediante decisiones inteligentes, confiables y justas, siempre a la búsqueda de beneficios bilaterales.
Si como sabemos, México es uno de los países que más adquiere productos de Estados Unidos, y si además los mexicanos que han emigrado a esa nación contribuyen en gran medida a subsidiar la economía más fuerte del planeta, es el colmo que nos respondan con un humillante portazo en plena cara.
No basta, entonces, emitir airadas declaraciones, como lo ha hecho en los últimos días nuestro Gobierno, ni desgarrarse las vestiduras ante la arbitrariedad del imperio. Es preciso actuar, presionar, exigir y lograr resultados concretos, pues casi a finales del sexenio de Vicente Fox, la supuesta buena relación con las autoridades estadounidenses que se ostentaba a inicios de su gestión, resultó un fiasco. Por citar tan sólo un ejemplo: no sólo se ha rechazado el tan mencionado plan de migrantes sujeto al Congreso, del país vecino sino que además han endurecido las medidas contra nuestros compatriotas. Y es evidente también que entre otras maquinaciones, asoma la estrategia electoral, especialmente frente a la caída en los índices de popularidad de Bush.
Es inaceptable, entonces, por razones que se vinculan tanto a los derechos humanos como al derecho internacional, intente apoyar una decisión tan degradante, a semejanza de la locura que dio lugar a la construcción de ese engendro llamado “Muro de Berlín”, que para fortuna del mundo entero cayó de manera definitiva e irreversible.