Usted cree que un muro, en una época de adelantos tecnológicos, podrá detener a los terroristas cuando pretendan hacer de las suyas en territorio estadounidense. Cualquiera se preguntaría si el o los muros cubrirán los litorales de frontera a frontera, de tal manera que ni por tierra ni por mar se puedan introducir la histeria, el enfado y la discordia a los estados de Texas, Nuevo México, California y los demás, ¿sin pasar por una garita? En cambio sí podrán hacerlo, con cierta facilidad, por la frontera entre Estados Unidos y Canadá. Allá no estoy enterado que vayan a poner el oprobioso paredón, que me recuerda los días de la Revolución, que servía para fusilar a los prisioneros. Además los feroces contrarios cuentan con un inmenso espacio que, si bien está siendo vigilado por aparatos aéreos y radares, no cubre la totalidad de los flancos. Las costas están vigiladas para que sea más fácil que se cumpla la sentencia del Antiguo Testamento que comprende a un camello y el ojo de una aguja. El animal cabalgado por seres de turbante. De ser así, ¿qué rayos le está pasando a una sociedad con la que tenemos firmado un convenio de libre comercio? ¿Dónde quedó eso de que somos aliados?
¿Podrá una cerca, por más ladrillos que le pongan, uno sobre otro, en una guerra bacteriológica, que densas nubes de gases tóxicos se detengan? Ejemplos sobran para indicar que no es el propósito evitar que nuestros compatriotas lo atraviesen en busca de encontrar un modo honesto de vivir de aquel lado. Los nuestros son expertos en cruzar al ser espoleados por el hambre de trabajo. Lo harán con una pértiga, saltando por encima de cualquier obstáculo, subirán en globo, abrirán un agujero o un túnel subterráneo, luego se irán caminando, o le pedirán ayuda a David Copperfield para remontarlo, sea como sea, pero ya encontrarán la forma de colarse. Eso lo sabe la Casa Blanca. En realidad lo que el Gobierno USA quiere es satisfacer a los grupos económicos, por una cuestión eminentemente política. Las elecciones están tocando a la puerta. La barda es un mito para que caigan los incautos que en adelante lo pensarán dos veces antes de tomar su itacate y lanzarse a la aventura. Al fin que la mayoría llega allá por vía aérea, barco y aun por carretera o ferrocarril para qué nos hacemos. Depende de que traigan sus buenos dólares en la cartera. La corrupción no es lacra exclusiva de este lado, también allá se cuecen habas.
Hay puentes levadizos, altas murallas y fosos plagados de alimañas que rodean los castillos modernos, altas estructuras de hormigón que parecen querer taladrar el cielo, largos ventanales, ojos cuadrados que miran sólo hacia adentro, ciegos para ver lo que sucede afuera, por donde pululan los vasallos. Un poderoso Ejército encargado de aplastar pueblos de frágil economía. Los señores feudales dejan hacer y deshacer al que sobresale entre ellos. Los que manejan un señorío carecen de sentimientos humanitarios. Es el poder económico el que los orienta para seguir subyugando al resto del mundo. Lo peor es que se sienten iluminados por un resplandor divino que, según imaginan, los vuelve imbatibles. Dicen estar a partir de un piñón con el Señor, sin embargo quien los abraza despide un fuerte olor a azufre. La cuna de los derechos humanos se ha deshumanizado rechazando a los que viven en las afueras de sus murallas.
La pregunta es ¿entonces qué caso tiene el muro? ¿qué pretenden? ¿no se habrán dado cuenta de que sus paredes semejan las de una prisión? ¿estaremos volviendo a los tiempos feudales? -siglos X y XIII de nuestra era-. El miedo envuelve sus corazones y les agita el resuello. Ellos están felices y sonríen cuando sus aviones dejan caer mortíferas bombas sobre una población inerme, no importa que masacren civiles inocentes, adultos o niños, que al fin y al cabo el infierno no existe, diciendo que no es otra que un estado de ánimo, de dolor por el alejamiento de Dios. ¿A dónde irán a parar los genocidas, que obviamente no serán castigados dado que el infierno, de conformidad con las conclusiones de una Comisión Teológica Internacional reunida en el Vaticano durante semanas anteriores, no es un lugar de llamas y suplicio eterno? En fin, no hay que apenarse pues el muro es propaganda de un imperio que ha sembrado la antipatía en su contra. No les importa ser queridos, si no odiados y mejor temidos. Los mexicanos, socarrones, cuelgan en la cara de este lado del muro sus ropas interiores y grafitean leyendas indescifrables, pretendiendo dejar atrás sus frustraciones, mientras trepan con habilidad de cuadrúmanos la lisa superficie del estorboso muro que algún día, en un futuro lejano, cuando el imperio, igual que todos los que han sido, haya sufrido su histórica caída, se convertirá en un sólido monumento a la necedad humana.