¿Qué se hubiera pensado de alguna persona que en plena vorágine de la accidentada elección de julio de 1988 en la que al titular de la Secretaría de Gobernación y por ende, responsable supremo por no decir único del proceso electoral: Manuel Bartlett, “se le cayó (o calló) el sistema”, poniendo en situación de ilegitimidad de origen al presidente Carlos Salinas de Gortari, hubiera vaticinado que en un futuro próximo ya no se pondrían en duda los resultados electorales en este país?
Creo que cuando menos se le hubiera tachado de iluso, o de ...vendido al sistema. Sin embargo merced a la ciudadanización de los procesos electorales operada en los más recientes años de la mano del Instituto Federal Electoral y buena parte de los Institutos o Consejos electorales de los estados y la acción jurisdiccional firme, seria y apartidista con que se ha conducido el Tribunal Federal Electoral y muchos aunque no todos los tribunales electorales estatales, hoy en día lo que hubiera podido sonar a milagro, o injustificada justificación para plantear como irrealizable la vida democrática en este país, es sin embargo, una realidad de la que pocas veces nos maravillamos expresamente.
La ciudadanización de la composición del IFE, la objetividad con la que se han comportado en general sus consejeros ciudadanos quienes a pesar de haber sido propuestos por partidos políticos y elegidos por Fuerzas parlamentarias definidamente partidistas, dejaron a un lado las naturales preferencias que cualquier persona puede albergar, sobre todo aquélla que se encuentra más politizada.
También es necesario agregar a esos dos componentes, el enorme sacrificio económico que el conjunto de la ciudadanía mexicana ha puesto para financiar no sólo al IFE y al Trife, sino también a los partidos políticos, para que entre todos incrementen la cultura cívica y política de esta nación, por lo cual también vale la pena decir que en caso de no ser dignos de ese esfuerzo económico desplegado por la ciudadanía, las cuentas que debieran rendir, son graves.
Lo recuerdo porque el IFE y poco después el Trife se enfrentarán en breves días a un nuevo reto que todo apunta que será de difícil resolución: el reto es mantener los altos niveles de confianza que han sabido suscitar por su profesional, valiente y firme actuación a pesar de lo cerrado que se prevé pudiera ser el resultado final de los comicios por la Presidencia de la República el próximo dos de julio.
La confianza se adquiere mediante la reiteración continua y constante de muchos actos que conduzcan a obtenerla. El problema es que un solo acto contrario, tramposo o mentiroso, tira de inmediato esa especie de castillo de naipes que se constituye como el principal lubricante para la vida de relación social y en este caso de la credibilidad de un resultado electoral.
Cuando la confianza se pierde: se perdió y requiere un esfuerzo inmenso el volver a reconstruirla, afectando en este caso la gobernabilidad del país.