No es una buena señal, ni mala tampoco, más bien todo lo contrario, diría con su lógica cuatropeada don Luis, el que los partidos políticos hayan decidido acatar los resultados de la elección, que tendrá lugar el ya muy cercano domingo dos de julio, gane quien gane. ¿Cuál sería la fuerza obligatoria de un convenio que desconoce que hay una Ley electoral?, es decir, si ya existe un ordenamiento que establece quién gana y quién pierde, ¿para qué recurrir a un acuerdo cuya existencia carece de toda lógica y sobre todo de fuerza jurídica?
Además ya veremos en su oportunidad como con pacto o sin él, los partidos políticos cuyos candidatos hayan sido derrotados, un día después de la elección de todas maneras, pésele a quien le pese, se llamarán robados y harán boruca. Además, eso de aceptar de antemano los resultados electorales me parece una verdadera tontería pues tácitamente renuncian a recurrir ante los tribunales electorales a plantear sus inconformidades. Más parece que lo que se busca es colocarles una camisa de fuerza a los candidatos o más bien a uno de ellos.
Se exigirá al presidente de la República que no intervenga en el proceso, esto es, se le pedirá lo que ya sabe que tiene qué hacer y no hace, que es mantenerse ajeno al desarrollo de los acontecimientos que tienen lugar con motivo de los comicios. Nada se dice de cuál será la sanción en caso que desobedezca el mandato o si simplemente bastará con la reprobación pública.
Lo que sea de cada quien el Ejecutivo Federal responde que sí, que cómo no, para a continuación realizar su acostumbrada retórica en que trata los asuntos como se le antojan. Se demandará al presidente para que asuma el compromiso de no declarar ganador a alguno de los que participan en la contienda electoral. Creo que debió ser compelido a firmar si en verdad lo que se quería era sujetarlo a las consecuencias del convenio. Al no ser así lo que hayan decidido otros le dará igual, por lo que hará lo que le salga de su ronco pecho.
La imagen periodística captó a ocho personas levantando, a la altura del codo, una hoja que muestran con el orgullo de quienes acaban de terminar las acciones de una guerra. En ese momento vino a mi memoria la histórica foto en la que aparecen sentados Roosevelt, Stalin y Churchill, en Yalta, puerto de Crimea, en la Ucrania de la hoy desaparecida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, U. R. S. S., reunidos en el ya lejano año de 1945, para coordinar los esfuerzos de los Aliados destinados a la consecución de la paz. Al igual que entonces, obviamente guardando las debidas proporciones, el Acuerdo Democrático por la Equidad, la Legalidad y la Gobernabilidad suscrito por dirigentes partidistas ante el consejero del IFE Luis Carlos Ugalde, tendrá el valor que los signatarios quieran darle. Mis reservas que se contienen en los párrafos anteriores de esta colaboración es en el entendido que se está hablando de un asunto que la Ley ya contempla y que en nada ayuda a un acuerdo que podrá o no cumplirse. Si la autoridad tiene que recurrir a la buena voluntad de los participantes cuando todo radica en que todos se ajusten a lo que establece la Ley electoral, algo huele a rancio.
Lo que parece que está en juego es que los partidos respeten los resultados. Lo que realmente vaya a pasar nadie lo sabe. Puede que la cantidad aplastante de votos en favor de uno de los candidatos sea un balde de agua fría que calme los ánimos de protesta contra los resultados. Sin embargo, una diferencia de unos pocos sufragios, entre el que gane y los que pierdan, tenderá a crear un ambiente propicio para que se desaten las pasiones. En fin, hasta ahora los momios son de que no hay nada para nadie.
Negros nubarrones ensombrecen el futuro provocando dudas y recelos que con pacto o sin pacto pondrá a prueba la solidez de nuestras instituciones. La única manera de acabar con especulaciones de toda laya, que se han soltado en los últimos días, es atiborrando las ánforas de sufragios. Esto es, que sacudamos la morriña que se apodera de la ciudadanía saliendo a votar el dos de julio. Ahuyentar el abstencionismo es algo necesario si queremos mantener la unidad de los mexicanos.