EL PAÍS
JARTUM, SUDÁN.- Algunos analistas ya lo vienen advirtiendo desde hace meses: cuidado con Dafur. Cuidado porque aún palpita en la memoria el genocidio de Ruanda en 1994 y la matanza de 800 mil personas en lo que fue la limpieza étnica de una tribu contra otra.
Desde hace sólo tres años en Dafur han muerto decenas de miles de personas -las cifras oscilan entre 100 mil y 200 mil- y unos dos millones de personas tuvieron que abandonar sus hogares, cosechas y estilo de vida, para refugiarse en los campos de la ayuda internacional.
Ahí siguen desde 2004 y cada día van llegando más desplazados. Aunque el Gobierno y los dos grupos armados rebeldes que se alzaron en 2003 firmaron un alto el fuego en abril de 2004 y desde entonces mantienen conversaciones de paz en Abuja -Nigeria-, nadie respeta el acuerdo.
Desde el año pasado patrullan por Dafur siete mil soldados de la Unión Africana en calidad de observadores, pero la propia Unión Africana asume que no cuenta ni con medios ni efectivos suficientes para detener la violencia.
En varias zonas de una región tan grande como España, dentro un país cuatro veces mayor que la península Ibérica, hay áreas inmensas que los trabajadores humanitarios se han visto obligados a abandonar porque peligraban sus vidas. El presidente del país, Omar Bachir, se opone a la intervención de los cascos azules de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y su ministro de Defensa, Abdel Rahim, acusó a principios de este mes a los periodistas extranjeros de haber “fabricado” el conflicto de Dafur y los comparó con terroristas antes de expulsarlos de la sala de prensa.
TRABAJAN CON TEMOR
Gran parte de las Organizaciones No Gubernamentales (ONG) que trabajan en Dafur no quieren hablar demasiado por temor a que el Gobierno les dificulte su trabajo o por miedo a que las partes armadas emprendan represalia contra el personal nativo que trabaja con ellas. La última voz de alarma la ha emitido el enviado especial de la ONU en Sudán, Jan Pronk. “El panorama es desolador”, advirtió. “Desde noviembre han muerto en enfrentamientos 400 personas sólo en la región de Gereida (en Dafur del Sur)”.
“Hay gente que sigue llegando a los campos de desplazados al hilo de los enfrentamientos armados que se producen todas las semanas”, señala el coordinador del campo de Abushouk, Hugo Fiz, miembro de Cruz Roja española. “La violencia no cesa. Uno de los últimos ataques se produjo hace tres semanas y los rebeldes hablaban de 200 mil desplazados. Pero es muy difícil verificar qué ha pasado”.
Durante todo el proceso de la crisis, el Gobierno de Estados Unidos ha recibido críticas por no implicarse en la crisis de Dafur y también por querer implicarse. Hay quienes, como el columnista de The New York Times Nicholas D. Kristof, piden la intervención de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y hay quien ve en Estados Unidos un interés económico: Sudán tiene importantes reservas de petróleo en el sur del país y ya hay excavaciones en Dafur que auguran más yacimientos.
“Pero el conflicto de Dafur no se resolverá por el número de soldados que se despliegue, sino por cómo se gestione las conversaciones de paz de Abuja -Nigeria-”, indica una fuente diplomática europea. Y las conversaciones siguen estancadas. “A pesar de todo el panorama pesimista que se puede dibujar”, indica la citada fuente, “Sudán se encuentra ahora en un momento de desarrollo que ni soñaba hace diez años”.
De momento, para la Unión Europea, Dafur es sólo un pozo sin fondo donde se echa el dinero de la ayuda internacional sin que cesen los ataques contra la población civil.