Es demasiado temprano para averiguar qué candidato de los partidos que participan en la contienda por la Presidencia de la República se encuentra en el ánimo de las mayorías. Aun pueden ocurrir muchos eventos que cambien el rumbo de las cosas. Los chicos pueden crecer y los grandes perder estatura. Para eso son las campañas electorales. Habrán de variar las encuestas no una si no varias veces. Hay cuestiones que podrán influir en los cambios, los días darán cuenta de ello. Habrán de modificarse los resultados de las encuestas, estando arriba en puntos habrá quien dejará que los otros lo alcancen y aun lo rebasen. El que se crea que ya está todo dicho pronto advertirá que en política nada está escriturado. La única encuesta segura es la que hacen los electores que acuden a las urnas el día de la elección. Podemos adelantar que estos comicios serán los más reñidos de los tiempos modernos. Esperemos que no haya hechos que lamentar al agudizarse las diferencias entre candidatos y seguidores.
Tenemos los mexicanos una Ley Electoral, organismos encargados de dirigir y vigilar que el proceso electoral se desarrolle con estricto apego a la Ley, no podemos darnos el lujo de desaprovecharlos. Los encargados tienen la responsabilidad histórica de mantener el proceso dentro de los lineamientos legales. Los ciudadanos deberán acudir a las urnas a expresar su voluntad. Todo debe operar como una bien aceitada maquinaria de reloj. Cualquier falla del más pequeño de los pernos hará que las manecillas marquen una hora atrasada o, peor aún, que el tiempo se detenga. ¿Qué se requiere para que esto no suceda?, la respuesta es que cada quien actúe conforme a su responsabilidad. Es importante que los electores se vuelquen en las casillas, como lo es que las autoridades electorales cumplan con sus respectivas obligaciones. Estos serán unos comicios en que todos estarán involucrados.
Los mexicanos estamos llegando tarde, pero dice el refrán que más vale tarde que nunca. En otros países del mundo han practicado la democracia para escoger a sus autoridades y les ha ido bien ¿por qué no lo habremos de hacer nosotros? En esto nadie nos puede ayudar como no seamos nosotros mismos. Durante décadas celebramos comicios que eran una pantomima, los candidatos, empezando por el que aspiraba a ser presidente, sólo fingían que lo eran para dejar correr el tiempo y llegar a la ceremonia donde rendían la protesta. La democracia de ese entonces brillaba por su ausencia. Los verdaderos comicios los celebraba el presidente saliente quien decidía quien sería su sucesor. La campaña política era de mero trámite y todos lo sabíamos. Había un consenso en todos los sectores de que en esos dorados tiempos era lo mejor para la nación. Ya no lo es. Si las mayorías mandan éstas quieren que se celebren comicios para que con votos se decida quién ha de figurar como encargado de dirigir los destinos de la Patria.
En este país nunca hubo democracia. La elección de Vicente Fox Quesada fue un garbanzo de a libra. Hablaba bonito, parecía sincero, comparado con los tiburones que infestaban la política de entonces venía a ser un angelical tritón, era de otro partido ajeno al tradicional, mencionaba cambios, se deshacía en promesas. Eran muchos años de lo mismo, por lo que era bienvenido quien daba la apariencia de ser diferente. En fin, después de cumplir su periodo presidencial habrá tiempo para juzgarlo en su exacta dimensión. Ahora tenemos un aspirante de su propio partido que carece de la estatura política, que se requiere en estos momentos. Dicen sus malquerientes que le faltan espolones, que es un currutaco fácil de manipular. No lo creo así. Tengo la impresión de que es un hombre bueno, aunque, algunos politólogos opinen que es lamentable no haya podido quitarse de encima la sombra que proyecta la pareja presidencial. En fin, el panismo, el priismo y el perredismo tienen ya sus gallos. Los tres disputarán por el voto ciudadano. No creo que ninguno, a estas alturas, esté amarrado por más que las encuestas lo señalen como el preferido.
