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El reprise del debate

Gilberto Serna

Las dos mujeres, otra tercera con olor a pólvora sólo estaría presente en el pensamiento de los asistentes al debate del martes en la noche, se veían glamorosas aunque discretas. Una luciendo un primoroso conjunto de saco y pantalón en color rojo combinado con un sencillo peinado que enmarcaba su rostro, dando la impresión de ser una sicoterapeuta, aspecto agradable, dictando con soltura una clase acerca de las malformaciones congénitas cerebrales de los ahí presentes. La otra dando una cátedra de cómo conducir un peliagudo encuentro entre Fuerzas políticas que aspiran a conseguir los votos necesarios para tomar las riendas de la nación. Su vestido negro hacía resaltar la blancura de su piel de alabastro. No sorprendió a nadie lo difícil que convirtió en fácil al usar las palabras adecuadas en los tiempos precisos. Se movían, como dirían quienes gustan de usar estereotipos, “como pez en el agua”. Ambas le darían un toque de glamour al evento político. Afuera caía una furiosa tormenta como si los elementos se hubieran puesto de acuerdo para rodear el acontecimiento en un estruendo de truenos, rayos y centellas.

Desde su lugar Felipe veía con mirada de présbite a sus odiados rivales. Le habían dicho sus asesores de imagen, con mucho tacto y delicadeza, que su cara mejoraría sin lentes, que daba la impresión de ser un baldado visual. En la infancia hay una crueldad inocente en los niños, por lo que no dudo alguna vez le hayan gritado “cuatrojos”, que puede producir un complejo que no se revela hasta que ya mayor se busca la manera de remediar el defecto. En tanto los dos Robertos y Andrés Manuel hacían derroche de salud pues no traían el rostro escondido detrás de lo que podría llamarse una prótesis. Así decidió salir en su atril sin gafas, aunque debe decirse que en realidad no se notó la ausencia de los espejuelos porque los suele usar pequeños y claros que casi no se notan al no dar el charolazo o sea al no reflejar lo que tienen enfrente. Además cabe resaltar que le atinó pues estaba reluciente, no sabemos si ahora utiliza lentes de contacto o se sometió a una corrección de la curvatura del globo ocular con rayo láser. Un político, al igual que una prima dona, se vuelve muy puntilloso cuando va a hacer acto de presencia ante espectadores, de donde debe entenderse el que Felipe haya extremado su apariencia.

Lo que está claro es que Andrés Manuel, Roberto Madrazo y el mismo Felipe, cubren los requisitos que se requieren para ocupar el cargo más honroso al que puede aspirar un mexicano. Tienen esa presencia que necesita un ejecutivo. Sus personalidades son recias. Los tres cuentan con un carisma que hace que la gente se fije en ellos. A ninguno de los nombrados le falta aquello que provocó que se modificaran los estatutos de uno de los partidos nacionales exigiendo que los aspirantes a gobernadores y a presidente deberían haber ocupado con anterioridad un cargo de elección popular. Se habían dado cuenta que la experiencia en gobernar era necesaria a partir de que Luis Echeverría Álvarez, José López Portillo, Miguel de la Madrid Hurtado, Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo Ponce de León, dieron bandazos en el ejercicio del poder demostrando que les faltaba ese “feeling” cuya ausencia produjo graves daños al país y desprestigio al partido político que los postuló. En el caso de Calderón su partido no estableció ese requerimiento, exigencia o traba por lo que no habiendo esa cortapisa, que anteriormente dio lugar a que se instalaran gobiernos tecnócratas cuyo papel dejó mucho qué desear, previo su encuentro con Santiago Creel, pudo figurar como abanderado de su partido.

El representante perredista tiene en su pasado el haber provocado un cisma comportándose con una apostasía que en que pudo tener razón de renegar de su partido, junto a otros destacados políticos, para posteriormente participar en la fundación del PRD. Traía una corbata que podía lo mismo significar que es el color de su divisa o el amarillo bilis que le atribuyen sus detractores por enojón y violento. Roberto Madrazo Pintado resultó una sorpresa por su moderación, prudencia y humor conciliatorio que contrastó con las pedradas, de filudas aristas, que se estuvieron arrojando Andrés Manuel y Felipe. Bien, fuera de las garrulerías que se dijeron frente a las cámaras televisivas hubo y hay dos hechos que pueden modificar los resultados del próximo día dos de julio, en el dudoso caso de comprobarse. La balacera en que una camioneta quedó con más agujeros que un queso gruyere y la denuncia de tráfico de influencias que apunta a un miembro de la familia de uno de los candidatos. Total, los dos punteros lanzándose ácido vitriólico en el rostro, como mujeres despechadas del siglo XIX hacían a sus amantes en el pórtico de algún teatro, retrocedieron, según mi personal punto de vista, en el ánimo popular, conste que no en el de sus seguidores...

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