Nosotros Las palabras tienen la palabra VIBREMOS POSITIVO Eventos

?El Sádico? y los crímenes de odio

Carlos Monsiváis

La AFI (Agencia Federal de Investigación) presentó a los medios informativos a Raúl Osiel Marroquín Reyes, ?El Sádico? (apodo muy probablemente impuesto por las autoridades policíacas). Él ha confesado una serie de secuestros y asesinatos, que suman cinco pero en las notas se han contabilizado como cuatro. Su historial homicida es, por decir algo, terrible. Marroquín Reyes asistía a sitios gay de la Zona Rosa, entablaba el diálogo tradicional con un joven ansioso de un ligue y lo invitaba a ir a un hotel (el Amazonas). Allí le preguntaba sobre sus recursos económicos, y si no tenía dinero lo insultaba y lo dejaba ir (todo en versión de Marroquín Reyes). Si tenía dinero, tarjetas de crédito para empezar, lo invitaba a su departamento en donde estaría un amigo (Juan Enrique Madrid Manuel, hoy prófugo).

Ya en el departamento, Marroquín y Madrid sometían a la víctima, la ultrajaban durante un tiempo que iba de cinco a siete días, y en ese período negociaban con los familiares. Mientras, "hartos de los lloriqueos y quejidos" de los plagiados, los torturaban y, ya entregado el dinero del rescate, los ahorcaban con una soga. Utilizaban siempre corchos de plástico con los que sujetaban las manos de la víctima y le ponían un listón rojo en el cuello. Sólo en un caso, señaló Marroquín, arrancó la piel de la frente de un secuestrado con una navaja para dibujarle una estrella, con el propósito de distraer las investigaciones y llevar a la policía a la búsqueda de una secta. Luego, destazaban el cuerpo y lo introducían en una maleta negra que abandonaban en la calle.

La primera víctima reconocida fue un empleado de una televisora, por el que exigían 120 mil pesos. El cuerpo apareció en la cercanía del Metro Chabacano. Los otros cuatro muertos: dos jóvenes de 23 años plagiados el 17 y el 18 de diciembre de 2005 (los cuerpos se hallaron en maletas en la colonia Asturias); y en octubre de 2005 a un estudiante de 20 años de edad y un empleado de 28. Para congraciarse a la vez con el machismo y con la moda, Marroquín negó ser homosexual y afirmó no ser homofóbico, y dio su explicación de por qué elegía gays en los secuestros: ?simplemente los preferí por no batallar en operaciones que implicaran armas y vehículos, pues sólo fui a los lugares que frecuentaban y ellos solos me abordaban, se me hacía más fácil tratar a esas víctimas?. Anhelaba una carrera criminal mayor, pues apenas iba empezando en ésta y evolucionaría, ascendería, tendría mejores víctimas con más dinero.

A los medios, Marroquín les aseguró no tener remordimientos, sólo la preocupación de haber afectado a su familia y a la gente que conocía. ?Nunca he pensado en las víctimas y sus familias. No había odio contra ellos por ser homosexuales, no había traumas, tuve una niñez normal, nunca me violaron ni me golpearon. No me arrepiento, sólo que refinaría mis métodos para no cometer los mismos errores y no ser detenido?. Insistió: ?me presentaba como Carlos. No los escogía, ellos solos se presentaban, después los invitaba a mi departamento, iban por voluntad propia... De los secuestros obtuve 150 mil pesos, con los que compré ropa, aparatos, otras cosas?.

Marroquín se autoelogió: ?Le hice un bien a la sociedad pues esa gente hace que se malee la infancia. Me deshice de homosexuales que, de alguna manera, afectan a la sociedad. Digo, se sube uno al Metro y se van besuqueando, voy por la calle y me chiflan, me hablan?. De Tamaulipas, Marroquín estudió un año en la Escuela Médico Militar, y estuvo en el Ejército Nacional cuatro años y medio. Llegó a la Ciudad de México en octubre de 2005.

Típica o clásicamente La Prensa (27 de enero de 2006) trae dos encabezados en la portada: ?¡Matajotos!?, en interiores: ?ahora surge el Matalilos?.

* * *

Tanto el caso de Marroquín como el de Juana Barraza Samperio, ?La Mataviejitos?, responsable de once asesinatos (?cuando estaba con las señoras de repente me daba coraje y rabia cuando me observaban, por eso las mataba. Soy ruda en la casa y el ring?), corresponden a la categoría de crímenes de odio, una figura penal presente en la legislación norteamericana y que por varias razones convendría incluir en la legislación mexicana. Los delitos de Marroquín Reyes y Barraza Samperio y su cómplice comparten entre otros los siguientes rasgos: a) no conocían previamente a sus víctimas; b) el asesinato fue un acto de placer homicida, porque el propósito último, evidente, era destruir a la especie representada por la persona indefensa; c) el odio explica la cuantía y la profundidad de la saña; d) los delincuentes carecen de remordimientos.

En lo relativo a los gays y las mujeres los crímenes de odio forman parte de un comportamiento histórico. Son presumiblemente débiles y por eso deben ser eliminables. En la época contemporánea, al ocurrir el asesinato de un gay, la prensa y las autoridades coinciden: ?es un crimen típico de homosexuales?, y lo hacen en vez de señalar: ?es un crimen típico de homófobos (o de mataputos, como se decía antes)?.

Tras cada gay asesinado, suceden la vergüenza de la familia, los arrestos de sus amigos y la impunidad del culpable. Las investigaciones suelen ser rutinarias y muy de vez en cuando se captura a los asesinos, con más del 90 por ciento de los casos sin solución. (Por eso es tan importante la detención de Marroquín). La expulsión tajante y arrogante de la sociedad da por resultado situaciones conflictivas de índole variadas, que se describen como la responsabilidad exclusiva del deseo de las minorías. Hasta la década de 1970 nadie sale del clóset si puede evitarlo, porque tal exposición no conduce a beatificación alguna. Esto ha ido cambiando en las grandes ciudades aunque los crímenes de odio prueban las fragilidades del avance.

A los asesinatos de homosexuales, tan prodigados a lo largo del siglo, los distingue la extrema violencia, el número desproporcionado de golpes y puñaladas, la saña ejercida contra la víctima. Al ocurrir el crimen, ni la policía, ni el Ministerio Público, ni las familias afectadas en muchísimas ocasiones, se consideran en rigor ante un delito grave, sino ante un suceso de reivindicación moral a fin de cuentas. (Así por ejemplo: ¿quiénes eran los jóvenes asesinados por Marroquín y por qué sus familias no protestaron públicamente?). Todavía hoy la frase más repetida entre los muy escasos asesinos a los que se apresa, le da la razón a la ideología machista: ?lo maté porque se lo merecía?. O, como dice Marroquín desde el cretinismo moral: ?le hice un bien a la sociedad?.

Escritor.

Leer más de Nosotros

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Nosotros

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 194214

elsiglo.mx