“La madurez es la capacidad de abandonar algunos sueños”.
Luis Gordillo
Estamos a tan sólo unas horas de que Vicente Fox rinda su Sexto y último Informe ante un renovado Congreso de la Unión en donde su partido (PAN) tendrá mayoría relativa. Al momento de escribir estas líneas, elementos del Estado Mayor Presidencial resguardan las inmediaciones del Palacio Legislativo de San Lázaro pues se prevén disturbios alrededor de dicha ceremonia. Los nuevos diputados pertenecientes al Sol Azteca -¿debería de sorprendernos?- han amenazado con impedir que el presidente de todos los mexicanos lea el texto programado: ello es muestra fehaciente de su cerrazón, inmadurez y falta de respeto a la figura del Ejecutivo Federal; más aún, legitima la idea de que tampoco tienen claro el significado de ser legislador de la República y la importancia de representar al pueblo.
La ceremonia que hoy tendrá lugar -salvo que algún impedimento mayor lo volviese imposible- es un deber al cual todos los presidentes de México están obligados. La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos estipula de forma clara y precisa que el gobernante en turno deberá informar al Congreso, año con año, sobre el estado que guarda la administración. A partir de ello, Vicente Fox Quesada buscará dar lectura a un documento que en líneas generales explica las acciones de Gobierno durante los últimos doce meses; así mismo hará entrega de una glosa ampliada en donde con mayor detalle se abunda en cifras y datos muy específicos sobre la operación y proyectos de los distintos órganos del Gobierno Federal. A los legisladores les corresponderá el posterior análisis y estudio del documento antes mencionado.
Pero ojo: el presidente de la República no está obligado a pronunciar discurso alguno; inclusive se puede evitar la molestia de acudir a San Lázaro mediante el simple envío de un informe por escrito. Frente a la actual coyuntura, diversos actores de la vida nacional han sugerido a Fox el no asistir pues su integridad física podría correr peligro, además es un hecho que -como en otras ocasiones- los perredistas lo ofenderán de palabra, posiblemente hasta intentarán llegar a la tribuna. Y es que la consigna es clara: se trata de ridiculizar al presidente.
¿Y si no va? pues seguramente algunos lo verían como un acto de sensatez, sobre todo hoy cuando los ánimos se encuentran tan crispados; para la otra parte sería una muy clara señal de que Vicente Fox es un gobernante débil que no se quiso poner los pantalones y elude sus compromisos.
Sin embargo, todo se encuentra listo para que Fox rinda cuentas. Es la hora de la verdad, de la definición. Todavía existen millones de mexicanos decentes, sí, los que mantienen y forman a una familia apegados a valores sólidos, que pagan sus impuestos, que coadyuvan al fortalecimiento de la democracia, cuyos actos están apegados a lo legal y cuya idea de las instituciones no radica sólo en respetarlas, sino en que por principio son perfectibles. Precisamente por todos ellos es que necesitamos, hoy, hoy, hoy, a un presidente fuerte que cierre con bríos y nos garantice una transición en paz.
La jauría perredista del Congreso confunde el ejercicio de la democracia con la violencia y los improperios; precisamente por eso debe ir el presidente, para darles una cachetada con guante blanco. En determinado momento de la ceremonia -créemelo querido lector, pasará- estarán tan enconados los ánimos, los insultos y la rabia, que finalmente los únicos que quedarán mal, expuestos, serán ellos.
Ahora sí: con toda la fuerza del Estado, no son tiempos para doblarnos, menos ante alguien al que por fortuna cada vez menos personas están dispuestos a seguir. Pido un 15 de Septiembre a la altura y para el 16 un desfile que es motivo de orgullo y pertenencia. No debemos aceptar lo contrario y menos aún se impida que el primero de diciembre Felipe Calderón Hinojosa, reciba de manos de Vicente Fox la banda presidencial.