En el país hay 16 millones de fumadores y la edad promedio de inicio en esta práctica es a los 13 años, así lo demuestran las encuestas nacionales de adicción donde se informa que la proporción de fumadores que inició el consumo de tabaco antes de los 18 años presenta una tendencia creciente del 52 por ciento en 1998 a 58.2 por ciento en 2005.
De acuerdo a información del Instituto Mexicano del Seguro Social, anualmente en el país ocurren 25 mil 383 muertes atribuibles al tabaco de las cuales cinco mil 165 son por neoplasia; nueve mil 057 por enfermedades respiratorias; cinco mil 345 por enfermedades cardiovasculares y cinco mil 816 por otras causas.
En el estado de Coahuila en 2005 fallecieron 114 hombres y mujeres por cáncer en pulmón, bronquios y traquea, y 129 por enfermedad pulmonar obstructiva crónica, en su mayoría derivadas del consumo de tabaco.
Por desgracia estos daños también se presentan en el fumador pasivo, el cual involuntariamente respira el humo y, al igual que los adictos, inhala todas las sustancias nocivas del cigarro.
Mientras en otros países se han hecho esfuerzos para reducir el número de personas adictas al tabaco, en México la política de salud ha sido errática. Los académicos atribuyen el problema al convenio que firmó en el año 2004 el Gobierno Federal con las tres empresas tabacaleras más importantes del país, para evitar que los cigarrillos tuvieran un aumento de impuesto del 130 por ciento, a cambio de que estas compañías donaran un peso de cada cajetilla vendida al Fondo de Protección para Gastos Catastróficos, que apoya, entre otras causas, a niños con cáncer y a mujeres con cáncer de matriz.
El problema se agrava si se toma en cuenta que es el cigarro, en muchos casos, el inicio para caer en otro tipo de adicciones como la drogadicción. Con el actual ritmo de vida, cada vez son menos las personas que hacen ejercicio y cuidan su alimentación, de esta forma la obesidad y el consumo del tabaco se convierten en problemas de salud pública a nivel nacional. Por lo anterior es necesario advertir los riesgos que representa el hábito de fumar, y sobre todo, crear conciencia en los jóvenes de que cada bocanada es una invitación a morir.