La Presidencia de la República ha hecho un llamado, un exhorto, a todos los actores participantes, para que se eleve el nivel de la política. Qué bueno que ello ocurra en medio del escándalo en que se han visto envueltos el gobernador priista de Puebla y otros personajes de la vida política y empresarial. Pero lo que no debe olvidarse es que el propio presidente Fox ha incurrido en descalificaciones e insultos contra diputadas y diputados de otros partidos políticos distintos al suyo, especialmente en el caso de los miembros de la Comisión que investiga a los hijos de la señora Marta Sahagún.
Sin embargo, insisto, es bueno proponer que haya un mayor nivel en la discusión política, pues la mayoría de los mexicanos quisiéramos que se estuvieran discutiendo los principales problemas que aquejan a nuestra nación y la manera de enfrentarlos y solucionarlos. Lamentablemente lo que observamos es resultado de un Gobierno del cambio totalmente incapaz, que mejor debiera autodenominarse “el Gobierno del dejar hacer, dejar pasar”, encabezado por un presidente que no ha podido poner orden ni en su casa, ni en su Gabinete, mucho menos en el país. El ejemplo más grave es el narcotráfico que ha sentado sus reales en el país, rebasando las instituciones de seguridad y poniendo en riesgo la vida de periodistas y ciudadanos comunes.
Otro caso preocupante es la existencia en México de redes de pederastas, en donde están coludidos empresarios sinvergüenzas y políticos corruptos. El denunciar esto para la periodista Lydia Cacho significó enfrentar persecución en su estado y en otros, donde los gobernadores están al servicio de los poderosos dueños del dinero y donde los encargados de impartir justicia se dejan comprar.
Las grabaciones que destaparon la cloaca de este asunto son una verdadera vergüenza nacional, pues trascienden nuestras fronteras y nos hacen ver ante el mundo como un país que sigue siendo corrupto, con gobernantes y políticos de bajísima calidad moral, a los que les importa muy poco lo que le pase a las niñas y niños mexicanos.
El asunto del gobernador de Puebla, señor Mario Marín, hoy mejor conocido como el “gober precioso”, tiene serias implicaciones para la vida política, pues hace evidente que sigue en plena vigencia el viejo estilo priista de gobernar, con proclividad a la corrupción, con tendencia a la manipulación de la justicia y la infaltable dosis de vulgaridad y lenguaje soez de los antiguos caciques de ese caduco partido, que por fortuna cada vez se aleja más de la posibilidad de recuperar la Presidencia de la República, pues el Caso Marín ya representa una nueva y pesada losa, colocada sobre la otra que constituye Arturo Montiel y su fortuna inexplicable. ¿En cuántos estados gobernados por el PRI podrían surgir émulos de Montiel o de Marín?
Pero, por otra parte, en el PAN no cantan mal las rancheras, si no recuerde usted el caso del gobernador de Morelos, Sergio Estrada Cajigal, quien estuvo a punto de ser sometido a juicio político y destituido del cargo por el Congreso de su estado, debido a malos manejos en su Administración, pero fue protegido por el Gobierno Federal y amparado por las instancias judiciales, inexplicablemente ya que existieron y existen suficientes elementos para proceder en su contra.
No habla bien del presidente Fox el haber protegido a un gobernador como Estrada Cajigal, pues ello no ayuda a elevar el nivel de la política, como tampoco contribuye a ello que el primer mandatario se deje llevar por afectos familiares o personales para defender y exculpar a los hijos del primer matrimonio de su esposa, cuando la investigación al respecto no ha concluido y es un asunto que deberá resolverse en la Cámara de Diputados y en las instancias judiciales.
He señalado antes y ahora lo reitero, que elevar el nivel de la política exige como primera condición que el presidente de la República se asuma como jefe de Estado y se coloque por encima de los partidos y los grupos políticos, llamando a todos los actores a suscribir un Nuevo Pacto Político Nacional.
Probablemente ya se le vencieron los tiempos para ello y no se aprecia en él una verdadera voluntad política, pues sigue empeñado en encabezar la campaña a favor de Felipe Calderón. Otro elemento indispensable es que se garantizara la vigencia del Estado de Derecho, lo cual tampoco se ha cumplido plenamente en el actual Gobierno, estando en entredicho la justa aplicación de la Ley.
Por todo lo planteado, resulta difícil creer al vocero de la Presidencia de la República que va en serio el llamado a elevar el nivel de la política, pues la Administración foxista que él representa en realidad ha cogobernado con el PRI, ha reeditado viejos estilos de hacer política, ha solapado corruptelas y ha mostrado ineficiencia.
Por lo demás, nos queda claro que este sexenio ya prácticamente terminó, con gran cantidad de promesas incumplidas y con la percepción casi generalizada de que no hubo gran diferencia entre los Gobiernos tecnócratas anteriores del neoliberalismo priista y el actual. Los mexicanos -la mayoría- estamos seguros que mañana será mejor que ayer, pero también que hoy, hoy, hoy, y no precisamente siguiendo por el mismo camino como indebida y tramposamente señala el presidente Fox en los abundantes anuncios propagandísticos. Los ciudadanos tendremos en nuestras manos, el próximo dos de julio, la decisión del verdadero cambio para, en realidad, elevar el nivel de la política en beneficio de la nación y sus habitantes.