EL SIGLO DE TORREÓN
CUENCAMÉ, DGO.- Lorenzo Retiz González, alias ?El Kawaghi?, se escapó de la cárcel de Cuencamé la madrugada del cuatro de octubre sin saber que en la tarde del cuatro de octubre estaba programado para quedar en libertad.
Gabriel González Lares, alias ?El Tacubayo?, escapó junto con Retiz, sin saber que esa misma semana quedaría en libertad.
Se puede entender la urgencia por largarse de ahí que tenían Retiz y González y otros dos reos que se fugaron ese mismo día. Cárcel es una palabra amable para este calabozo en Cuencamé, diseñado para albergar a cinco detenidos. Pero antes del cuatro de octubre había 17 internos, algunos llevaban un año ahí.
La cárcel se ubica justo en el centro de Cuencamé, al lado de la Presidencia Municipal. Es para detener a personas por faltas menores que ameritan poco tiempo de cárcel, pero uno de los reos que se fugaron, Salomé Galindo, era procesado por homicidio y es considerado peligroso.
Con sólo cinco camas, la mayoría de los reos duerme en el suelo. Tres ni siquiera duermen en celda, sino que lo hacen en el pasillo. No es que la cárcel esté a punto de reventar. Ya reventó hace mucho.
La cárcel colinda con casas privadas y los vecinos viven con el temor de que un día cualquiera un reo se aparezca en su patio. De hecho, ya ha pasado varias veces, tres en los últimos tres meses.
En la última fuga, los cuatro reos forzaron ventanas y barrotes y escaparon bajo la protección de las casas aledañas.
Los detenidos, en tanto, esperan que su proceso avance. Algunos llevan meses sin que los haya visitado un abogado. Manuel Hernández Rangel, por ejemplo, tiene un mes y una semana detenido acusado de insultar a una persona y hasta la fecha no lo ha visitado el defensor de oficio.
Las autoridades admiten que no hay espacio y claman por una cárcel nueva. Mientras tanto, la vida sigue para los 13 reos que se quedaron a vivir hacinados.