Es un personaje extraño. Omnipresente e invisible. Su nacimiento no tiene una fecha precisa. Fue a mediados del XVII que hizo sus primeras apariciones. Desde entonces no ha hecho más que reproducirse y volverse más complejo. Grandes pensadores afirmaron que era resultado de un contrato social que, bien a bien, nadie ha firmado. Locke decía que su misión primordial era defender la privacía de los individuos y de las familias. Hobbes, el más crudo de todos, que era necesario para guarecernos de los propios seres humanos. Rousseau, romántico, creía que era una fórmula de ampliación de la libertad que surgía de ceder algo de libertad.
Salvo el pensamiento anarquista que no le encuentra razón de ser, hay una coincidencia básica en los teóricos: se trata de un mal necesario, luego no es un mal. Él debe concentrar el monopolio de la violencia; sólo él puede garantizar el imperio de las normas que conducen a una sociedad; él es el intermediario imprescindible en la aplicación de la justicia y, además, los mercados lo necesitan para operar. Algo queda claro, su debilidad a nadie beneficia. El asunto se puede plantear al revés, su fortaleza conviene a todos. La pasión que provocan sus misterios sigue arrojando nuevas investigaciones. Malos augurios sobre su futuro ha habido muchos. Su fragmentación sistemática es para muchos signo de debilidad creciente. Su empequeñecimiento frente a las grandes corporaciones plantea nuevos retos: quién gobierna a quién. Sin embargo cada día es más claro que no tiende a desaparecer y que es pieza clave de las sociedades justas.
Hoy sabemos que la prosperidad está vinculada directamente con su solidez. (The Birth of Plenty, W. Bernstein). Así que, si de verdad queremos dejar atrás la miseria más nos vale revisar sus signos vitales. Quien atente en su contra lo que logra es preservar las injusticias y calamidades. Es curioso, esas obviedades que en otras latitudes son reconocidas y aceptadas en México no forman parte de nuestra cultura cívica, no son una creencia popular, de hecho pocos salen en su defensa. Increíble, estamos por cumplir el bicentenario de la Independencia, el centenario del levantamiento maderista, en pleno siglo XXI pareciera que pegarle al Estado es ser progresista. Todo mundo dice respetarlo, pero pocos actúan en consecuencia.
Cómo está en 2006 el Estado mexicano, es hoy más fuerte que hace una década o se ha debilitado. Hay asuntos que escapan a la voluntad de los gobernantes por ejemplo la creciente fuerza del narcotráfico que, estoy convencido, sólo se solucionará con gran acuerdo internacional que libere ese mercado acompañado por supuesto de programas preventivos. Naciones Unidas habla de un monto superior a los 500 mil mdd al año. ¿Qué Estado puede vencer a un enemigo así? Pero hay otros asuntos que sí son responsabilidad concreta de nuestros gobernantes. Fox y los legisladores son responsables de la brutal impunidad que vivimos, más del 90 por ciento de los delitos cometidos no generan consecuencia alguna (ver la más reciente encuesta del ICESI). La falta de coordinación policiaca es una vergüenza.
La economía informal hoy es más grave. Fox con sus ?changarros?, el PRI y el PRD con sus corruptas clientelas son responsables. Se crearon cuatro empleos informales por cada formal y el PRD convirtió a los taxis ?piratas? en un actor político ¡Genial! México ocupa el triste tercer lugar después de China y Rusia en lo que a piratería se refiere. La incongruencia del Gobierno foxista en el uso de la fuerza pública ante ilícitos ha provocado una auténtica plaga. El Gobierno Federal no pudo construir un nuevo aeropuerto para la capital y ha permitido cientos de violaciones a las vías generales de comunicación sin reaccionar como estado en defensa de los ciudadanos. Si la APPO pudo tomar el aeropuerto de la ciudad de Oaxaca sin consecuencias, por qué no cerrar carreteras o tomar calles.
La obsesión de AMLO acompañado de sus corifeos en contra de las instituciones es lo más lejano que puede haber de una verdadera defensa del Estado y por lo tanto no generará más justicia, por el contrario la aleja. La defensa priista de correligionarios como Murat o Ruiz entre otros que son conocidos por violentar las normas convierte a ese partido en un enemigo del Estado.
Desde muchos frentes se ataca al estado mexicano. Las consecuencias las pagamos todos, incluidos los beneficiarios iniciales. Calderón tendrá que seguir una política sin concesiones que restaure al estado de derecho. ¿Quién nos dijo que menos estado implica más democracia? ¿De dónde sacamos que ser progresista supone denostar al estado? ¿Por qué creemos que la no aplicación de la ley es el camino a la justicia? ¿Qué ejemplo pueden trasmitir los maestros que recurren a la violencia para ?negociar? sus salarios? Se trata de una confusión muy grave. El priismo degradó a las instituciones desde el poder. Su mejor herencia, consolidar al Estado mexicano, se deslavó por las corruptelas usadas para mantenerse en el poder. Fox se burló de las instituciones y del Estado hasta que llegó al poder. AMLO y el PRD denigran al Estado mexicano porque creen que así obtendrán más poder. ¿Quién lo defiende?
El acuerdo básico de respeto hacia el Estado es algo que damos por supuesto pero que todos los días se transgrede. Los principales actores parecieran no percatarse que ese Estado, maltrecho y dañado, es la embarcación en que vamos todos. Usando la metáfora de Sloterdijk: vamos en el mismo barco.
Los actos terroristas de ayer son un recordatorio de por qué con la ilegalidad no puede haber coqueteos. Ojalá y provoquen reflexión.