MÉXICO, DF.- Con tan sólo tocar el balón, Diego Armando Maradona levanto los gritos de la afición mexicana. Que importaba que el Palacio de los Deportes no se hubiera llenado, que importaba que el espectáculo en la cancha no fuera lo que la gente esperaba.
El simple placer de ver al astro argentino sobre el terreno de juego valía la pena, Diego comandó al equipo argentino para lucir, para deleitar a la afición que sin importar la pobre exhibición futbolística, aplaudía cualquier jugada del 10: un taquito, un pase de pecho, cualquier disparo.
Del equipo mexicano, lucieron Luis Hernández, Benjamín Galindo y Alberto García Aspe como los anotadores de los goles con los nacionales se robaron el show del 10.
Por Argentina, José Flores y Matías Almeyda descontaron para el marcador final.
Y Diego no logró anotar, no pudo regalarle un festejo a quienes los esperaban con la cámara en mano. Sin importar que el árbitro le concedió dos penales, uno atajado por Adolfo Ríos y el otro desperdiciado por Maradona.