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Ensayo sobre la cultura / CONCIENCIA Y OLVIDO

José Luis Herrera Arce

Alrededor del fuego, la tribu danza. Debe de haber algún motivo para danzar. Si lo preguntas, te dirán que es para conseguir que la vida sea más placentera. Si danzas te sientes feliz y se alejan los problemas. El tun tun del tambor retumba en tu cerebro y hace que reacciones con esos pasos que sin pensar surgen; sin necesidad de aprenderlos. El movimiento es la danza. Se danza porque los demás danzan. La vida es una danza, el sentido de vivir es el baile, o el canto, o; tal vez la moda del año que entra.

Como le llamen; el antro o el bar. El ambiente oscuro, la bebida, la época del celo, el noviazgo, tratando de aprender qué es la vida y unos piensas que eso es precisamente la vida, uno de los tantos paraísos que se proclaman y hacen que te sientas bien. La media luz, la música en altos decibeles. Aquí no viniste a pensar; sólo a sentir. Si te encuentras solo, sientes que estás con alguien; es simple, te arrimas, estás cerca de otra persona que también se encuentra sola y haces como que te ríes, como que caes bien, como que tienes la vida resuelta y que por eso estás ahí, en el paraíso, sintiéndote feliz compartiendo tu soledad.

Es necesario mentirse. No estás en soledad sino en la cumbre de la existencia donde la razón deja de cuestionarse, si es que acaso alguna vez se ha cuestionado. Aquí todo mundo ha venido a divertirse, que no nos vengan ahora con los cuestionamientos.

¿A dónde te llevan las copas? ¿Te lo has preguntado alguna vez? ¿Cómo acaba aquél que se deja llevar por las copas? Repudiado por todos. ¿Cuál es la razón si el hecho de poder estar ahí, en el antro, nos han dicho que le da sentido a la semana, y si la semana tiene sentido, entonces lo cobra la vida. ¿Por qué rehuir aquél que se ha dejado llevar por el consejo de las copas perdiendo la conciencia de sus actos? Son las contradicciones de este mundo.

¿A dónde te lleva ese sentimiento del cual pierdes dominio? ¿Te hace sentir suprior a los demás? ¿Eres superior a los demás? ¿Lo piensas a causa de la fuerza a los que muy pocos pueden oponerse?

La noche en pleno, la música en pleno, el sentir plenamente la ficción de la existencia. ¿Ficción? Seguramente no se le puede llamar así a la realidad que vivimos a pedacitos en situaciones como ésta. La disco, el coche, el hogar placentero, la televisión, las vacaciones, el lujo, la sirvienta, el criado. ¡Lotería! Nos ha tocado vivir la mejor parte del mundo. Nuestra superioridad nos permite vivir esta mejor parte del mundo. ¿Ficción? Miren lo que proclaman todos, es la realidad, la pura realidad, la envidia de los simples mortales.

Así ha de ser; aunque esa realidad a los que los simples mortales no pueden acceder no varíe mucho de los gustos del populacho: la misma música, los mismos programas de TV, la misma afición al deporte, los mismos equipos, los mismos juegos de azar. Lo que cambia ha de ser el piso y el costo, ¿por la mayor calidad? De todos modos el resultado es el mismo; al día siguiente enfrentarte a la cruda realidad y darte cuenta de que no ha cambiado en nada.

¿Ficción? ¡Qué no se atreva nadie a decirlo! Son realidades tangibles el automóvil y el antro. Este pleno sentirse poderoso al transitar por las calles por donde todo mundo transita; a pesar de los vidrios oscuros no dejas de sentir que afuera están los otros mortales que también van de regreso a su propia soledad. Se atreven ir por la misma calle. No hay nadie que se los prohíba. Ciertamente envidiarán tu situación. ¡Qué la envidien!

Eso es lo que tú crees. El viejo que está parado en el semáforo, como tú tienes que pararte a riesgo de un choque si no lo haces, aunque puedas quebrantar la ley; tal vez el viejo, digo, lo que envidie sean las siete maravillas del mundo antiguo, o las maravillas modernas de la tecnología, o envidie el no estar en la nave que ha empezado a viajar hacia Plutón, o en medio de una orquesta que toca apasionadamente la quinta sinfonía de Beethoven. Si te voltea a ver no es por la envidia que pueda provocarle verte en un carro sin capote; te voltea a ver porque llevas la música a todo volumen, los bajos estruendosos y no le permites escuchar su música, que como el buen vino, ha de paladearse a la temperatura exacta, como tiene que paladearse la vida. ¿Ficción? Ha de ser.

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