He tenido que ir de ida y vuelta a la ciudad de Monterrey. Hube de pasar por Saltillo y el auto en que íbamos contaba con un radio sin toca-cintas o CD lo cual ha dado la oportunidad de buscar estaciones en ambas ciudades. Esto no es cosa de otro mundo si no fuera por el hecho de que en las dos oportunidades tenidas pude encontrar estaciones cuyo contenido fue la música clásica.
Dirán algunos que esto es mi gusto particular y eso es muy cierto. Me gusta, porque de alguna manera u otra desde niño tuve la influencia y la oportunidad de escucharla. La educación se obtiene a través de la costumbre y hay la oportunidad de hacer una costumbre cuando existen los medios para formártela. Sin causa no hay efecto. Si no hay una influencia positiva en este campo, no habrá un uso. Cabe recordar que uno de los supuestos deberes de las personas que nos gobiernan es dar educación y que no toda la educación se obtiene a través de las escuelas.
El gusto se forma, los intereses se promueven, lo que viene a ser importante en la sociedad surge de la publicidad que se le dé. ¿Por qué se pretende fomentar la lectura cuando eso nadie lo siente como importante para prosperar? ¿No ha sido una fenomenal burla la que se le ha hecho a la megabiblioteca José Vasconcelos de la Ciudad de México?
Será un elefante blanco, como lo fue la biblioteca de Alejandría y sería mejor perder el acervo, como se pierde la memoria de los grandes hitos que ha logrado la civilización y en su lugar se llena la mente de los ciudadanos con la basura comercial. En el camión de regreso, donde venían muchos niños, la televisión los entretenía con el programa de Laura, esos paneles donde se presenta lo peor del morbo familiar y los golpes están a la orden del día. ¿Para qué música clásica? ¿Literatura? ¿Cultura? ¿Arte? ¿Moral? ¿Ética? A la sociedad se le está educando con otros principios, a través de comerciales kilométricos y la vil explotación del morbo dramático televisivo y radiofónico.
Claro, todo tiene su génesis en los planteamientos que tenga la vida para cada sociedad y para cada persona. Eso precisamente la cultura, lo que le da dirección a los actos del hombre. Hay una cultura que desde los tiempos antiguos viene buscando mejorar las formas y las expresiones humanas; no conformándose con vivir en cuevas resolvió la forma de construir y lo ha hecho de muchas maneras. Lo mismo pasó con el vestido y con el sustento diario. La comida no sólo sirve para sobrevivir, también satisface gustos. La ropa no sólo sirve para vestirte, también te representa. Todos los actos del hombre están en relación a un sentido de ser, se resuelve racionalmente y emotivamente. Eso es lo que nos diferencia de los animales.
Hay otra cultura que se ha conformado con permanecer en los niveles mínimos de la vida humana. Las tribus que aún existen en ciertos lugares y donde se ha optado por rechazar toda modernización. Estoy de acuerdo que hay que respetar su sentido de ser. En lo que no estaría de acuerdo es que tengamos que perder muchas de las maravillas realizadas por el hombre por un interés meramente comercial y económico de ciertos grupos que no han sentido el compromiso con la humanidad o con su comunidad.
Algún joven ponía en duda que hubiera escritores mexicanos que valiera la pena leerse. Y como no, si nadie le habla de ellos. Fuera de Paz, de Fuentes, de Rulfo, de Arreola. De la Poniatovska, y de algún otro, tenderíamos a pensar que no hay escritores en México. Y si eso piensan de los escritores, qué no o pensarán de los músicos. ¿Habrá algo más que el tri? De los pintores, ¿algo más que Orozco, Frida y Diego? ¿Escultores? Ripstein se quejaba de ser más apreciado fuera de México que en México.
El gusto por la lectura, por la música, por las artes, por la verdadera superación humana, por la necesidad de dar nuevas respuestas a las viejas preguntas filosóficas o por mejorar nuestras condiciones de vida, tiene que ser promovido en alguna parte. Si las mismas escuelas no son promotoras de esto, ¿quién lo es? Las campañas se vuelven demagogia, nuestros gobiernos, vanidad. Las palabras pierden su sentido. La conciencia estorba a quienes buscan poder y dinero. Vivimos un periodo de decadencia.