Al dar clases en una preparatoria uno se da cuenta de acciones que pasan desapercibidas para el común de la gente. El adolescente se encuentra en el salón de clases a fuerza; por lo menos eso pasa con la mayoría. Los pretextos para no estar donde debe se multiplican; se está porque los mandan no porque consideren que sirva para algo aprender.
Ahora con esos aditamentos que reproducen música y las computadoras, marcan la diferencia entre lo civilizado y lo incivilizado. El estar pegado a los audífonos los ayuda a huir de la realidad. El estar chateando los conecta con la quinta dimensión o vaya usted a saber cuál. El hecho es escapar de unas clases que son aburridas y que seguramente no servirán para nada. A lo más que llega el maestro es a correrte del salón y entonces, a tus anchas te vas a alguna parte donde puedas chatear y oír música. ¿Hay alguna actividad interesante que los adolescentes puedan desarrollar? Si quieren educación activa, lo cual tiene el significado que los pongan a jugar cualquier cosa.
Presumen sus aparatitos de música, presumen sus computadoras, sus teléfonos celulares, pero no les pida usted que gasten diez pesos en unas copias porque entonces si se refieren a que en sus casas no son millonarios y a su mamá no le sobra.
La relación entre el maestro y el alumno se convierte entonces en dialéctica una lucha de a ver quién doblega a quién. Son bastante tesoneros y como desde hace algunos años alguien los liberó de no sé qué cadenas y los llevó a la libertad, ahora el maestro se encuentra muy atado de manos para obligarles a hacer muchas cosas.
Pero eso es el oficio del maestro; un poco desprestigiado en nuestros días la lucha cotidiana de hacer funcionar lo que tiene que funcionar.
Una de las cosas que tendría que funcionar sería lo de los uniformes. A ciertos niveles, los muchachos odian traer uniformes. Para ellos no representan más que una forma de vestir de la cual no quisieran vestirse. Como otras muchas cosas el uniforme, que podría representar el orgullo de pertenecer a determinada escuela representativa de determinados esfuerzos y valores, no representa más que vergüenza o falta de libertad. El uniforme se abandona, se quitan las playeras polo con logotipo y se suplanta con cualquier otra playera. Eso pasa en los hombres porque en las mujeres no es tan fácil; pero nada más tienen la oportunidad no dudan en ponerse cosas que les permitan presumir el físico.
Los uniformes, bien se sabe, es una manera práctica de no tener que batallar mucho para lavar la ropa, por un lado y en segundo lugar, es evitarse el competir con la moda que los otros usan. Es el no tener que escuchar el grito de ?no tengo nada qué ponerme? porque ya todo me lo vieron.
Pero por más los chavos odien los uniformes todos acaban uniformados aunque vedadamente. Aún en la universidad, lo normal es que vayan de pantalón de mezclilla, tenis y una playera. Lo de playera o camisa es lo que más puede significar un cambio. Las mujeres acaban utilizando los mismos pantalones de mezclilla sin darse la variedad supuesta.
Los uniformes podrían servir para algo más, como sirven en muchas empresas y a lo mejor el esmerarse un poco en que sean más del gusto de quienes lo utilizan no estaría de más. El uniforme puede representar orgullo, pertenencia, dar más valor al sentido de ser.
Yo me acuerdo que en mi época de secundaria y preparatoria, aunque no contábamos con un uniforme diario, sí teníamos uno de gala y por lo menos ese uniforme de gala para nosotros representaba orgullo y nos daba pertenencia al colegio al cual asistíamos.
Hoy todo es en serie, todas las escuelas y colegios tienen los mismos uniformes, no hay mucha diferencia entre uno y otro. ¿Cuestiones prácticas?
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