Debido al onomástico de Sor Juana Inés de la Cruz, hace dos domingos se ha conmemorado el día de la lectura. El dicho se festeja con un maratón de lectores de diversas índoles con el fin de interesar a los que no leen para que lean. No estoy muy seguro de que estas jornadas sean exitosas; sobre todo si no hay un criterio de selección en lo que se lee. Lo que a mí me tocó fue de todo, chistes largos, recetas de superación personal para hacerse millonario, textos de literatura: Ibargüengoitia, la misma Sor Juana, escritores regionales, etc., etc., etc.
Volvamos a Sor Juana, representante del barroco en América quien junto con Juan Ruiz de Alarcón son el himno de la literatura colonial; o séase que en trescientos años no hubo escritor que los superara con todo y que fuera mujer, pero una mujer ávida de conocimiento. También, Sor Juana no contaba con los medios actuales para satisfacer su afán de conocimiento y hasta tenía que andar pidiendo permiso para que la dejasen leer e investigar.
En los tiempos actuales, con las bibliotecas a nuestra disposición, muchas de ellas bien dotadas, con diez mil o 12 mil volúmenes, con la mega biblioteca José Vasconcelos y con los servicios de Internet, como que nos quedamos en el parvulario de las lecturas; con las recetas mágicas para hacernos millonarios y con los consejos que se enmarcan dentro de la superación personal. Si hacerse millonario fuera cosa de recetas, muchos lo serían y yo siempre he creído que la superación personal es la evolución integral del hombre en todos los sentidos y no en un solo sentido, como casi siempre lo enmarcan ese tipo de libros, el económico: eres-tienes.
Volvamos a Sor Juana y al barroco, ésta fue una de las corrientes literarias en donde su principal aportación es la profundidad intelectual en la concepción poética. Es una obra más racional que emocional que se produce inmediatamente después del renacimiento y que va a desembocar en el siglo de oro de la literatura española (siglo XVII).
Traduzco: en este siglo, el intelectual confió en su racionalidad y llevó hasta los últimos extremos esta potencialidad. El barroco no se da por generación espontánea, es parte de un todo que pone en duda la edad media, es la crítica al estado de cosas, el surgimiento del protestantismo, la duda metódica de René Descartes, la antesala del positivismo; es el tiempo en que surgen los dos grandes exponentes de la literatura universal Shakespeare y Cervantes.
Los tiempos de Sor Juana son los tiempos en que se planta la semilla de la modernidad política, son los tiempos de hobbies y posteriormente de Mills, son los tiempos en que se coronaban las grandes navegaciones; son aquellos tiempos en que el conocer dejó de conformarse con el mito y se propuso fundar todas las ciencias conocidas hoy.
Somos los herederos de lo que la civilización ha producido durante tantos siglos; más allá del XV al XVII podemos referirnos a la época griega al imperio romano, a la misma majestuosidad de la cultura náhuatl, que también produjo sus escritos en lenguaje pictográfico que el europeo primero destruyó por su incapacidad de comprenderlos y después intentó de rescatar lo rescatable obligando a los indígenas que se los sabían de memoria a que los volvieran a pintar. (Léase a Sahagún).
Si el barroco fue intelectual, posteriormente se da el clasicismo y neoclasicismo y en el siglo XIX el romanticismo como la antítesis de la intelectualidad, donde lo emocional aflora lo mismo que la aspiración de conformar una sociedad justa, o más justa. Al mismo tiempo, con el positivismo, la humanidad confía en la ciencia para resolver sus problemas cotidianos, se inventa la máquina de vapor, se producen todas las revoluciones industriales y políticas se descubre el microcosmos y el macrocosmos, magoneamos el átomo y a la genética. Esto es civilización y los archivos de la civilización los atesora la palabra escrita para aquél que sepa que la lectura es la principal vía del conocimiento.
Este afán de conocimiento del hombre es el origen de la lectura; un pasatiempo que trasciende generaciones y que nunca se agotará.