Los que tienen su vida viviendo en la ciudad a lo mejor ya no la conocen. Ha crecido tanto que introducirse a muchas nuevas colonias es como si se entrara a otras ciudades en las que nunca hemos estado; donde podríamos encontrar sorpresas; la principal de todas, el reconocer lo no conocido como parte de nuestra ciudad.
Es muy fácil pensar en la colonia de niveles económicos medios o altos y admirar su arquitectura (tal vez esa misma arquitectura se esté masificando, más que nada la media en donde también se comienzan a vender casas en serie). Las colonias populares se reproducen; sin que uno sepa a ciencia cierta de dónde ha venido toda esa gente. ¿Tan reproductivos fueron nuestros padres, tan reproductiva fue nuestra generación? No lo sé. Surgen colonias y colonias, casas y casas, nuevos barrios de todas partes. Tienen todo el oriente para crecer y lo han aprovechado.
Hasta hace poco, la cortina era una región desconocida para mí, aunque por allá hay una colonia cuyas calles tienen nombre de escritores y pintores. Por ahí se coló el nombre del Padre Pro (Agustín) un mártir, que hace esquina con la Octavio Paz. Con esas sorpresas puedes enfrentarte cuando te pierdes en la ciudad, tan inmensa y desconocida ahora y que tiene sus propios contrastes.
Voy a evitar hablar de contrastes melosos como el hecho de que una colonia bardada, Montebello, junto a una de sus bardas se hayan arrimado paracaidistas y sus casas de cartón. Con tantas casas que he visto, ¿a qué vienen las de cartón? Es uno de los tantos negocios que se hacen en una ciudad en crecimiento, el paracaidismo. Los contrastes de los que quiero hablar son otros; por ejemplo: un día te puedes ir a posar para una foto ahí por donde está el Tec y el Hospital Los Ángeles. Mandar la foto a tus amigos y presumir la ciudad como si fuese una ciudad americana o algo así, el primer mundo. Otro día te puedes ir a buscar todos esos marcados ambulantes que se apoderan de nuestras calles. (Olvídate de las del centro) atrás del Hidalgo hay uno muy grande. Por el oriente no se diga, allá por los edificios Manhatan o en las colonias que están pasando el bulevar Reforma. Te tomas una foto ahí y te presumes en la bandojo o en Tepito. Y luego te vas por el rumbo de los mallas y ahí te vas presumiendo en otros lugares. Todo lo tienes en esta ciudad y según dicen, mejores cosas están por venir.
Podríamos hablar del circuito de las universidades por la carretera a Francisco I. Madero. Podríamos hablar del tour a los campos de golf, o el tour de los antros, o en lo que siempre he considerado una riqueza cultural de esta ciudad, un tour gastronómico. Ya con el puro tour de las gorditas mañaneras, es algo distintivo de esta ciudad.
La gente hace y por eso hay. Sé que el centro es una verdadera tristeza y que por intereses de no sé quién ha sido difícil su rescate. El comercio tradicional se terminó. Al oriente de la ciudad se multiplica el comercio, surgen nuevas calles comerciales bonitas y feas, den las colonias nuevas los primeros serán las misceláneas, las tortillerías, las papelerías, aquellos comercios que venden cosas de usos cotidianos y de ahí en adelante es cuestión de imaginar.
Claro que falta por hacer y mucho, y servicios de muchas cosas. Pero la ciudad crece todos los días y no se puede detener; no le puedes decir, como tampoco a un niño, ya no crezcas, déjame pensar qué voy a hacer contigo. No. La vida es movimiento y esta ciudad se mueve, y va de prisa y necesita servicios primarios, pero también necesita los secundarios, como parques; otro recorrido es por los parques de estas colonias, como actividades deportivas y culturales, como canchas, como alguna que otra obra de relumbrón, a nuestros cien años lo merecemos. (¿El siglo de pericles fue por las obras de relumbrón?). Bueno ya mínimo, parques y jardines podría pensar que todos esos camellones de tierra podrían por lo menos tener árboles o pasto o algo, no sé, son pura tierra rodeados por un cordón que no tiene sentido su existencia. Cuestión de ingenio, todo es cuestión de ingenio en una ciudad que crece.
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