Ojalá y se pudiera saber en cuáles cuatro manos se encuentra la literatura lagunera. Lo que sí es cierto es que, en los últimos veinte años, el gusto por escribir, más que por leer, aumentó. Junto a esto, se han incrementado los talleres y el número de publicaciones auspiciadas por el Municipio, algunas por el Estado; muchas por los propios autores que casi siempre acaban regalando sus libros. La literatura en sí, o sea la obra literaria que es lo que importa, está en muchas más de cuatro manos; aún hablando de premios literarios importantes, han sido más de cuatro quienes en la región destacan. A lo mejor, el que afirmó esto, en un tono de quijotismo, se refiere al manejo institucional de la literatura, o sea, los institutos o consejos de cultura; pero eso, refiriéndose al Municipio, ni siquiera en cuatro manos estuvo, en el último trienio sólo en una; situación que se espera cambie con el nuevo gobierno.
En el Estado anduvimos más o menos en situación similar; aunque no dejó de haber, sobre todo jóvenes, publicados por el Estado. De publicaciones no nos podemos quejar, pero sí de la distribución y de la promoción, trabajos concretos de los organismos culturales.
¿A qué viene este rollo? A que como siempre, alguien llega de fuera y no estamos seguros de si viene a descubrir el hilo negro, mi querido Omhar, o a unir esfuerzos con los esfuerzos que durante 63 (sesenta y tres años) se han hecho en esta ciudad en el campo de la literatura. Hay veces que se cometen errores de apreciación, como ocurrió con Daniel Sada; pero ciertas declaraciones nos obligan a aclarar puntos:
Primero: desde que Pedro Garfias andaba de cantina en cantina llenando su vaso han sido muchos escritores los que nos han visitado y vivido por un tiempo en esta ciudad; habría que agregar, y salido de ella como Enriqueta Ochoa. (En una de sus declaraciones dice que a sus alumnos se les ha abierto el panorama y han comprendido que la poesía sirve para algo más que hablar de amor; con leer a Enriqueta lo hubieran sabido y si algo más faltara tenemos la obra del buen Pablo Arredondo, actualmente en España).
Segundo: los hemos tenido de talleristas: Garrido, Daniel Sada, Quirarte. Aún así, los alumnos de los talleres que más han destacado han sido los del Talitla (Amparán) y los botellos. (Que conste, yo no pertenecí a ninguno de los dos).
Tercero: considero que es la obra la que demuestra la calidad y no las declaraciones. Quien ha ganado premios literarios, sobre todo si son estatales o nacionales, y ya no digamos internacionales como el caso de Prado Galán, ya han demostrado su calidad; digan lo que digan.
Cuarto: en Torreón, no creo que por su condición social, económica o intelectual se le haya relegado en la literatura. Aquí abundan los grupos de todos los colores, sabores, clases sociales y hasta de calidad. Barrera, un buen cuentista que perteneció al grupo Arenisca y le publicó Garrido, trabajaba en la ordeña. Y como él, ha habido otros. (A todo esto, le tengo perdida la pista a Barrera). Miguel Morales no viene de la High; Arredondo menos.
Quinto: dice un slogan; consuma lo que la región produce. No entiendo cómo la gente que viene de fuera se coloca fácilmente y los que somos de aquí batallamos no importando el currículum.
Sexto: a todo eso, para saber quién declara: ¿cuáles son las cartas de presentación? No todos los colombianos se llaman García Márquez.
Séptimo: al pueblo que fueres. Primero conoce, después valora y al último opina.
Octavo: recomendaciones de literatura Latinoamericana: Carpentier, Roa Bastos, Brice Echenique (éste no me gusta mucho) Bioy Casares, Juan Carlos Onetti. En portugués, Amiado, Of Course, Güimaraes Rosas, si es que lo consiguen. Del siglo XIX Ricardo Guiraldes, Rómulo Gallegos, Domingo Sarmiento. Y claro los súper famosos García Márquez (excepto cuentos peregrinos) y el ahora español Vargas Llosa. Claro, pero ése es más francés, Cortázar. Leer al barroco Lezama Lima. En los buenos latinoamericanos te pierdes; aún hay más, excepto espacio.
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