Cayó Mecenas. Vivió del 70 al ocho A. C. Fue diplomático y escritor romano. De antiguo linaje etrusco, fue amigo y consejero de Octavio Augusto. Hombre culto y rico, ejerció un influyente patronazgo sobre los poetas de su época. Protegió entre otros a Horacio, Vario, Propercio y Virgilio. (La enciclopedia Salvat).
La historia puede contarse de que era un tipo con poder que aportó ayuda económica a un artista, escritor, pintor, bailarín, músico, poeta, escultor. Pero más que pueda contarse la historia, siempre se contó así. En todas las etapas históricas ha habido alguien que subvencione el arte, por alguna razón u otra, por ser un medio de publicarse, o defender su clase, o construir su mitología. Recomiendo la lectura de la Historia Universal de la Literatura y el Arte de Arnold Hause (dos tomos).
Quien paga, como dicen, manda y así mandaban decir lo que al mecenas convenía y esto sucedió hasta el siglo XVIII, cuando los nobles decayeron y los políticos ya no necesitaron tanto ni de los artistas ni de los escritores; tampoco lo han de haber necesitado los obispos. Al creador, con el liberalismo, se le dejó a expensas del libre mercado, o del editor. Esto, por una parte, provocó una literatura más comercial, sobre todo en el siglo XIX, la novela de folletón antecedente de las películas por capítulos, las radionovelas, las telenovelas. Por otra parte, provocó al poeta romántico que se ve como paria improductivo, aunque, como en el caso del Van Gogh y su dichosa oreja, lo que produce el paria después otro comercializa en millones.
Cuando se inventa la democracia y el gobierno del pueblo, el arte cumple también una función social, representa las aspiraciones de la sociedad que lo produce. El artista, el pintor más que el escritor, encuentra apoyos para que pueda sobrevivir por medio de su arte. (Claro, la crítica muchas veces se supedita al hambre y éste es el riesgo que se corre cuando no estás de acuerdo con el sistema que te da de comer, pero cuando lo estás, ¿cuál problema?).
En el caso de México, en 1920 Vasconcelos fue el secretario de educación de Obregón; como secretario facilitó los medios y las paredes necesarias para que pudiera llevarse a cabo lo que se llamó el muralismo mexicano que fue un gran clímax de la primera mitad del siglo XX. También, por medio del apoyo de bellas artes, a partir de 1930 el teatro mexicano prosperó y llegó a tener importancia mayúscula. Por medio de otras instituciones los escritores tuvieron medios para desarrollarse a partir de 1950; ejemplo Arreola y Rulfo.
Los mecenazgos, por llamarles de algún modo, republicanos, no son caridad pública. ¿Imagínese que llamáramos caridad pública a las becas que posiblemente recibió Rulfo en su tiempo o Arreola, o Elena Poniatovska? Nos veríamos ridículos. Lo que se haya invertido en ellos (eso sí, le podemos llamar inversión) ya está más que recuperado, económica y culturalmente. El alma nacional, en el campo del arte, tiene muchas cosas de qué presumir y con las cuales vestirse. El mecenazgo republicano, o patriótico es la inversión que hacemos en darle un valor cultural y estético al hecho de ser mexicano.
Un tipo de mecenazgo es el puesto público. Teniendo un puesto en tu especialidad puedes seguir produciendo; no sólo puedes producir sino que hay modo de aportar en tu área de incumbencia. Vuelvo a Vasconcelos, era escritor y también produjo los famosos libros verdes que después, con Carlos Pellicer, poeta, gustaba distribuir en barriadas.
En estos tiempos a lo mejor resulta ser demasiado iluso al pensar en este tipo de posibilidades. Creo que cuando se crearon los puestos de los institutos culturales bien pagado, también surgió el familiar buen administrador que aunque no escribiera, ni hiciese teatro, ni pintara, cantara, bailara o esculpiera, podía administrar. En tiempos de mucha administración, esto opaca al creador; el pobre diablo, que sólo busca vivir de su arte, o de un mecenas, o de un sistema que ejerza bien el mecenazgo (también hay los vivos que sin ser creadores se hacen pasar por tales cuando hay).
Éste es el mundo en que nos tocó vivir. Ni modo.