Fue un gusto asistir al concierto del Santa Cecilia Big Bang en donde la interpretación de la música de las grandes bandas estuvo a primer nivel. Hay que destacar un solo del Sax tenor Luis García; aunque en general, todos los músicos nos dieron un platillo musical exquisito, lo cual quiere decir que la música es otra de las artes que en la región sienta sus reales. Si la escuela de música Santa Cecilia ha tenido que batallar y nadar contracorriente, ha valido la pena. Seguramente será un semillero en donde se formarán músicos que posiblemente den mucho de qué hablar en todos los géneros musicales. Lo importante es que se genere un interés y que el mismo interés se dirija hacia la consecución de una calidad que sea un sello de garantía. Si la literatura ya ha producido gente que trasciende las fronteras regionales, si el grabado y la pintura tienen el mismo derrotero, si las academias de danza ya llegaron un nivel de profesionalización que antes no existía, la música no se ha quedado atrás. Más que el piano, la guitarra y el órgano, instrumentos de los que se pueden decir son tradicionales, se promocionan los instrumentos de cuerda, de viento, las percusiones, lo que habla que en el futuro se hará necesario una escuela de música a nivel universitario. En realidad hacen falta escuelas de todas las artes porque estamos dejando de ser un rancho grande y convirtiéndonos en una capital. Las artes son expresiones de los pueblos que alimentan el espíritu.
A la par de las escuelas y el interés, se hace necesario la difusión. El orgullo de pertenencia surge cuando tú sabes lo que se produce en tu ciudad, en tu región, en tu barrio y lo disfrutas, te haces parte de ello. El teatro, ayer, estaba más medio vacío que medio lleno y lo estaba porque la mayoría de la gente no se entera y no lo hace, porque a estas alturas creo que hasta la costumbre de leer los periódicos se va perdiendo. Los promotores tienen que encontrar nuevos canales de difusión para que las personas se enteren de lo que se hace en la ciudad y ya es mucho.
Éstos son los sonidos de las buenas bandas. Un trabajo de todos los días que ha aprendido a tocar puertas y a ser pacientes y a luchar para que se le conceda el lugar que se merece en la ciudad. Puede desbordarse la corriente más allá de las salas de concierto. Pueden ser contratados (los músicos como todos los artistas desgraciadamente comen) por los centros comerciales de todas las índoles o por las propias autoridades para que alegren las noches otoñales de nuestras plazas. Éstos son los movimientos que necesitan nuestros apoyos para que subsistan. Son nuestra riqueza cultural.
Desgraciadamente, se batalla para mantenerlos con vida y las vocaciones o se ahogan o se desperdician.
En cambio hay otras bandas que por decir tocan desafinados a más no poder. En lugar de llenarnos de orgullo de lo que nos llenan son de vergüenza; juntando los dos conceptos el de bandas y el de vergüenzas unos podrían pensar que se trata de bandas de sinvergüenzas que lo único que ponen en jaque son nuestro futuro. Su espectáculo hasta poseen un canal de televisión que le llaman canal del congreso. A ciertas horas se dedican al pugilismo y las más de las veces a la demagogia. No hay a quién irle, el discurso ha dejado de ser creíble. Lo único que han demostrado es la incapacidad para resolver problemas, se mantienen en sus reales, o lo que es lo mismo, mantienen a un gobernador en Oaxaca en sus reales, mandan a sus huestes a crear problemas y después los movimientos se le salen de las manos y no se les puede someter al orden porque resultan florecitas o sea que puede pegar pero si les pegan lloran, que pueden alterar el orden pero si les llaman la atención o los someten, también lloran, que exigen el derecho de libertad de expresión y nos quieren llevar a un sistema donde eso no existe, que nos cuestan mucho y todavía hay que darles coche, Navidad, año nuevo, bono de marcha y no sé qué más; y hoy se nos hace más difícil vivir y se generan menos fuentes de trabajo y los problemas nacionales no se resuelven y se pone por delante el interés partidista al interés de la nación. Lo más ridículo es que la nota periodística nos informa que tiene qué comer sándwiches y pizzas, hay pobrecitos, si por escasez de una cultura culinaria es lo que nuestra juventud come a diario.
Por eso yo digo que es preferible comer música a comer discursos políticos, asistir a un buen concierto que a la decadencia política nacional, aplaudir a Rolando Gotés por los logros musicales de su academia que aplaudir a un loco que se autonombra presidente y quiere acabar con nuestro sistema político para implantar quién sabe qué otro que no se salva de la corrupción como un veliz de cinco millones de pesos (¿o dólares?) nos lo ha demostrado. JOLHE.