Nuestra sociedad, al no poder verificar por sí mismo todo, confía en la verificación que realizan personas autorizadas y basados en esa confianza norman su acción. El ejemplo más próximo a nosotros es el pensar que si un despachador de gasolina marca diez litros, en el tanque se deben de haber surtido los diez litros. Es un golpe a la confianza social el saber que en muchas ocasiones eso es falso. Si tu automóvil no tiene un verificador de litros que te sirven en una gasolinera, la duda va a ser constante; lo que provocará relación social a la defensiva bajo los parámetros que es mejor atacar que defenderse; lo que en otras palabras podría traducirse en que es preferible transar a ser objeto de una transa; lo que es lo mismo: ?El que no transa, no avanza?.
Lo que pasa con la gasolina sucede también con los kilos de 900 gramos y con otras situaciones en donde depositamos nuestra credibilidad en las personas. He sabido de casos de gentes que pagan la prima del seguro de su coche al corredor y cuando tienen un accidente se dan cuenta de que el corredor no efectuó el pago y que por lo tanto la póliza está vencida, lo que genera no sólo pérdidas económicas sino de credibilidad. ¿Puede vivirse bajo estas circunstancias? Más bien podría decirse que se subsiste en un clima de intranquilidad. La peor manera de vivir es la constante inseguridad; o más bien dicho, la seguridad de que soy objeto de continuos fraudes.
Esta misma serie de actos existen en otros niveles; ¿o no fue todo un escándalo una pareja de cantantes que no cantaban y habían llevado a obtener reconocimientos como el mejor grupo en su género? Cuando uno acude a un especialista en algo, supone que ese especialista tiene los conocimientos necesarios para resolver problemas en áreas específicas, de las cuales posiblemente yo no tenga información alguna. En el caso de las profesiones, hay un título que avala los conocimientos. Aquí no hay confusión posible: primero son los conocimientos y luego es el título; con lo cual la lógica me permite concluir que pueden existir conocimientos sin título pero no título sin conocimientos.
Confiando en lo anterior, ponemos nuestra salud en manos extrañas que nos prometen la cura. Recurrimos al especialista para que realice los cálculos que regirán la edificación de nuestras casas. (¿Cuál es el chasco del distribuidor vial? ¿Me equivoqué?).
Un título profesional indica que alguien ha cursado 16 años de estudio (seis de primaria, cinco mínimo de educación media y cinco o cuatro y medio de profesional) cualquiera que desee profundizar un poco hasta podrá conocer cuáles son los contenidos que debe dominar en cada nivel de estudio. Un título nos da seguridad que las personas que lo detentan domina ciertos conocimientos generales en áreas como matemáticas, manejo de lenguaje (redacción) conocimientos de los principales hitos históricos o de impacto cultural. Alguien que se dice profesionista debe de conocer no sólo que Cervantes escribió el Quijote, o Balzac, Papa Goriot; sino que debe de dominar las reglas básicas para la correcta expresión, las operaciones aritméticas fundamentales, las operaciones algebraicas, las reglas de la lógica, tener nociones de biología y de todas las materias que componen el plan de estudio de educación media. Tú comienzas a dudar sobre la validez de los títulos cuando un profesionista comete errores de ortografía o no sabe para qué sirven los puntos, las comas, el punto y coma los dos puntos, las comillas, o como deben unirse oraciones complementarias.
Ya no digamos las sospechas que surgen cuando un profesionista no sabe en qué época vivió Dantón, o si Miguel Ángel pintó la capilla Sextina.
Si no existe una cultura general podemos comenzar a sospechar que tampoco existen los conocimientos especializados que un título dice certificar.
JOLHE.