Hablar del padre de uno es difícil, sobre todo si el motivo es su deceso. Los hijos tendemos a exagerar las proezas de nuestros progenitores; se nos puede acusar de imparcialidad. Sin embargo, permítanme por esta ocasión hacerlo, necesito hablar de una forma de vivir humanística, con un sentido profundo de la vida y del compromiso con ella y de quienes le rodearon.
Las obras están ahí, cualquiera las puede comprobar. Si su nombre o su imagen aparece en varios puntos de la ciudad (por lo menos en seis) será por algún motivo. Esta huella no es fácil de negarse, estuvo aquí, su obra lo hará seguir estando (perdón por el gerundio).
Por lo menos en tres rubros de la actividad humana destacó: el comercio, la cultura, el altruismo. Sesenta y tres años de columnista ya de por sí representan una posible marca. (Según me decía, su primer artículo lo publicó en 1942, tal vez antes, porque de este año son las primeras revistas que él editó: Acción Lagunera). Pero vámonos por partes; hay que dar algunos antecedentes.
Nació el cuatro de marzo de 1916 en Arcinas. Pronto quedó huérfano de madre y su padre se lo dejó a su hermana para que se hiciera cargo de él. Fue su tía Emilia quien se encargó de su educación. Su esposo era administrador de ranchos, pronto se vinieron a vivir a Torreón, donde mi padre asistió a la escuela.
Su infancia estuvo muy conectada con el campo; curiosamente él no sentía atracción por esa vida. Otro dato, alguna vez lo cuestioné de cómo comenzó a leer. Supuse que en su casa había muchos libros y él me desengañó. En su casa había un solo libro. A mi tío abuelo no le gustaba leer. El libro ni siquiera pertenecía a la familia, sino al contador quien lo llevaba para entretener sus momentos de ocio. Fue con ese libro con el que comenzó su carrera de lector.
El tío de mi padre también murió pronto; así que no tuvo mucha oportunidad de educación. Terminando la primaria, hizo estudios de contador privado en la Comercial Treviño y a los 17 ó 18 años ya se había hecho cargo de la manutención de mi abuelita Emilia.
En la comercial tuvo buenos amigos que gustaron también de la lectura. Jesús Nava fue el principal y con él comenzó a aficionarse a alquilar libros que leían con avidez y después comenzarían a comprar los propios (este Jesús Nava fue el fundador de Chácharas y Juguetes que primero fue una zapatería. Fue compadre de mi papá y padrino mío). Además de ser socio de compra y renta de libros, le introdujo en la escritura, ya que don Jesús tenía una columna deportiva especializada en tenis y él no quiso quedar atrás y comenzó a llevar artículos que prontamente vio publicados.
De la Escuela Comercial Treviño es también su relación con otro de sus grandes compadres: Pablo C. Moreno, quien era su maestro y de alguna manera o de otra, influyó en él en su amor por la literatura. Fue don Pablo uno de los grandes colaboradores de su primera proeza editorial, la revista ya mencionada, Acción Lagunera.
Acabando la escuela, hubo mi padre de comenzar a trabajar y su primera oportunidad la obtuvo en los Precios de México, negocio, el primero al que llegaría a asociarse. De lo que contaba mi abuela de aquellos tiempos, es que su jefe lo hacía fumar en pipa porque eso era bueno para los números. Él no se aficionó al tabaco, cuando lo quiso hacer, tuvo un infarto y lo dejó para siempre. Esto es ya adelantarme mucho. Me olvido un poco de sus otras proezas para limitarme por el momento a su vida comercial. Los Precios de México quebraron y eso dejó en la calle a la familia (se había casado en el 46 y seguía haciéndose cargo de mi abuelita Emilia). Con el apoyo de los proveedores que lo conocían intentó hacer funcionar su propio negocio: La Casa Herrera. Hay veces que fallan los socios y a mi padre el suyo le falló; él tenía que viajar para vender y el otro aprovechaba ausencias. Vieja historia; quede en anécdota. No prosperó Casa Herrera. Hubo de cerrar y pensar en lo siguiente: fue una cantina, salón de baile, el 2-17 ubicado en el edificio de su compadre Jesús Nava, en la Morelos y Rodríguez. Lo más célebre de la cantina eran sus tardeadas domingueras donde tocaban las mismas orquestas que contrataba el casino.
(Como se acabó el espacio, pongo continuará).
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