29 años ha sido el tiempo suficiente para observar cómo una persona, segura de lo que quiere, se entrega por completo a obtener sus objetivos. Cuando alguien es un soñador, pero un soñador con los pies en la tierra, no importan mucho las circunstancias que lo rodean porque al fin y al cabo la realidad se doblega ante la constancia del esfuerzo. La persona se convierte en cabeza que abre nuevos horizontes a actividades que se creían limitadas a un espacio geográfico, o a ciertas dimensiones y demuestran que cuando se quiere no hay límites.
A los finales de los setentas, ya existía una tradición teatral en Torreón que tenía su principal semillero en el Teatro Mayrán. Cuando recurrí a uno de esos grupos para hacer un audiovisual conocí a Vicente en el 77. Después se me presentó como dibujante y una vez contratado, colaboró conmigo durante muchos años, hasta que decidió ser independiente y dedicarse a su verdadera vocación: producir teatro.
Hablar de verdaderas vocaciones en Vicente es hablar de muchas, aunque todas estén relacionadas entre sí. Hoy se le conoce como productor de teatro infantil, pero también resulta talentoso en el campo del diseño de escenografía, vestuario y diseño gráfico. En todos estos campos ha sido un perfeccionista, y sin importar los antecedentes él se lanza a hacer las cosas.
En los ochentas ¿quién iba a pensar que un grupo teatro de Torreón pudiera hacer giras por la República Mexicana? Hasta ese momento nadie; por lo menos nadie las había hecho. Fue Vicente quien con una visión comercial comenzó a producir teatro para niños y lo más fabuloso, a conseguir que se le contratara fuera de aquí. Con el tiempo su campo de acción se ha extendido llegando a traspasar fronteras, pues según entiendo, se ha llegado a presentar en Centroamérica.
Vivir del teatro, en aquel tiempo, en Torreón, resultaba una quimera; sin embargo, Vicente, desde que se decidió a hacerlo, de eso vive y no le va tan mal.
La calidad de sus producciones muchos han podido constatarlo. No por ser una producción para niños tiene que ser de baja calidad, por el contrario. Si ha tenido éxito es porque las cosas se hacen lo mejor posible. Los niños suelen ser un público exigente.
Después de él han venido otras compañías, algunas que comenzaron con él. El mercado ya está abierto. Vicente ha demostrado que sí se puede.
Hoy me resulta sumamente grato haber asistido a la representación de Un Siglo de Luz. Un espectáculo que como decía Vicente posee ?mucha lentejuela? (exactamente 1,500 metros de lentejuela). La obra no le pide nada a sus similares representadas en la Ciudad de México. Ocasiones como ésta nos hacen constatar que los grupos artísticos y las escuelas se han profesionalizado de tal forma que ha quedado muy atrás el tilde de aficionados.
El Mayrán es parte muy importante de la historia, sus cimientos, pero ya se está quedando atrás. Ahora nuestra ciudad posee el Martínez y el Nazas con toda la tramoya necesaria para representar espectáculos en grande, como éste. Son espacios que la ciudad ha rescatado para que siga nutriéndose la vida cultural de la región.
Si usted no ha tenido ocasión de disfrutar Un Siglo de Luz hágalo. No se pierda algo que le va a llenar de orgullo y que es parte de la tradición de aquellas representaciones que se hacían en el Jardín de los Cipreses por la señora Pámanes y la señora Bredeé. Es algo muy nuestro; pertenece a la ciudad.
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