CAMBIO DE COSTUMBRE
Cito a Scott Fitzgerald:
?-Quisiera una novela policíaca?, dijo.
Un joven que parecía aburrirse negó con la cabeza como si, lleno de paciencia, le estuviera regañando, y simultáneamente la brisa de primavera atravesó la puerta: la luz ya conocida del pelo color cereal.
-Aquí no vendemos novelas policíacas ni nada que se le parezca ?dijo el joven, elevando innecesariamente la voz-. Me figuro que podrá encontrarlas en unos grandes almacenes.
-Yo creía que vendían libros- dijo Forrest débilmente.
-Libros sí pero no de ese estilo?. (Cuentos volumen 2 Pág. 502).
Hace cincuenta años tal vez esto pudiera ser la realidad. Hoy es exactamente lo contrario; el mercado se adapta a los gustos de los clientes y abundan en los estantes, bueno fuera que novelas policíacas, libros de horóscopos, esoterismos, adivinos del futuro y tomaduras de pelo a partir de supuestos no comprobados fomentan todo tipo de morbo. Pero no es que las librerías lo hagan aisladamente sino que son el producto del comercialismo de los mass media, que por permitirlo las leyes, y más ahora con la aprobación de la ley Televisa donde ya se ha demostrado a quién pertenece el poder, se han dedicado a la venta de supuestos. ¿Comercialismo del fraude? Díganlo nuestros legisladores.
En un país donde se ignora la vida y tal vez la obra de Octavio Paz, Carlos Fuentes, Arreola, Rulfo, Garro y demás, todo mundo conoce los dimes y diretes de Boby y Niurka. ¿Será el nuevo modelo a la que las nuevas generaciones deben de ajustarse? ¿Ser tan hombre como Boby y tan mujer como Niurka? La estética nacional es estética de congal pues hasta en eso contamos con mejores ejemplos en nuestra historia o ¿qué acaso nuestro cine no comenzó con las películas de ficheras: Santa y la Mujer del Puerto? Tener que hacerle el caldo gordo a una cubana dejando como guarnición a nuestras betarras tigresa y Lin May ya es el colmo. Este negocio de la televisión, el chismerío de damitas y señoritos superficiales. Todo un país alimentado culturalmente de eso. No es de extrañarse con lo que está pasando políticamente. Cualquiera piensa por el pueblo, para el pueblo, en vez del pueblo. Esto es lo que les gusta. Si a un perro le das carne, deja de comer croquetas. No hay presupuesto que alcance para la carne.
Cierto, por el momento no hay peligro que al pueblo le gusten medios de comunicación de mejor calidad. A los que les gusta contratan Telecable para ver la televisión extranjera con sucursales latinas. Un efecto más de la globalización. El fenómeno Bety la Fea, supera a cualquier otro fenómeno de las telenovelas: Gutierritos, Corazón Salvaje, El Derecho de Nacer, donde aún eran analizables los tipos melodramáticos. La televisión ya descubrió que la moda es la farsa; dudo que a eso se le puede llamar farsa.
La civilización aterriza en esto. Si se luchó por una radio cultural fue para contrarrestar los efectos de los medios masivos. Bajo el supuesto de que con las viejas programaciones nadie las escucha vendieron los contenidos por audiencia de tal modo que no hacen mella, porque su programación se vuelve ligera, de aquí de allá, sin sentido o propósito educativo.
El más afectado es el pueblo el que no tiene manera de ser influenciado para aspirar a productos de mejor calidad; el que ignora lo que su propia cultura ha producido, el que ignora la cultura universal, el que no tiene referencia, aquél a quien sus legisladores no defienden.
Nuestro sistema educativo es botón de muestra. La educación tiene como único propósito fomentar un imaginario de a más educación más billetes. En la educación no importa el conocimiento sino el supuesto título que te ayuda a ganar más. Una falacia más. Basta ver programas como Latin American idol para ver cómo está contaminada la mente de los jóvenes. Muchos nada más hacen el ridículo cuando se ponen a prueba; como si el gritar fuera suficiente. Nuestra juventud se lanza por los caminos fáciles y pronto se va a ver desilusionada. ¿Qué pasará después de esto? Vaya usted a saberlo. Tarde o temprano llegará la conciencia del vacío, del nacional, del grupal, del individual.
Se debería de hacer algo.