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ROMA, ITALIA.- El Papa Benedicto XVI entregó ayer el anillo cardenalicio a los 15 nuevos purpurados en una ceremonia celebrada en el sagrario de la basílica de San Pedro, y como símbolo de la fidelidad a su vocación y la unión con la Iglesia.
Durante el rito, donde cada uno de los 15 purpurados creados la víspera desfilaron ante Benedicto XVI, el Pontífice recordó la última fase “dolorosa y triunfal” del Pontificado de Juan Pablo II, que hace un año llegaba a su fin.
En el curso de la homilía, el Papa recordó que “la importancia del principio mariano de la Iglesia fue particularmente evidenciada, después del Concilio, por mi amado predecesor, el Papa Juan Pablo II, coherentemente con su lema ‘Totus tuus’”, dijo.
Indicó que la presencia de María se hizo evidente para Juan Pablo II durante el atentado del 13 de mayo de 1981 en la plaza de San Pedro, donde resultó gravemente herido, pero atribuyó su salvación a la intercesión de la Virgen de Fátima. “En recuerdo de ese trágico evento Él (Juan Pablo II) quiso que un mosaico con la figura de la Virgen dominara, desde el alto del Palacio Apostólico, la plaza de San Pedro”, señaló.
Ese símbolo, agregó, sirvió para acompañarlo en “los momentos culminantes y la trama cotidiana de su largo Pontificado, que hace exactamente un año entraba en su última fase, dolorosa y triunfal, verdaderamente pascual”.
Benedicto XVI subrayó que la relación entre el principio “petrino” (de Pedro) y el “mariano se puede también encontrar en el anillo que ayer sábado entregó a los nuevos purpurados”. “El anillo es siempre un signo nupcial. Casi todos ustedes lo recibieron ya en el día de su ordenación episcopal como expresión de fidelidad y de compromiso de custodiar la Santa Iglesia, esposa de Cristo”, declaró.
“El anillo que hoy les entrego, el de la dignidad cardenalicia, busca confirmar y reforzar ese compromiso, a partir una vez más de un don nupcial que les recuerda su ser antes que nada unido íntimamente a Cristo, para cumplir la misión de esposos de la Iglesia”, añadió.
“Que recibir el anillo sea para ustedes como renovar su sí” y su aquí estoy, dirigido al mismo tiempo al Señor Jesús, que los ha elegido y constituido, y a su Santa Iglesia, a la que están llamados a servir con amor”, afirmó.
Insistió que las dos dimensiones de la Iglesia, mariana y petrina, se encuentran en aquello que constituye el cumplimiento de ambas, es decir, en el valor supremo de la caridad.
El Papa dijo que quien ama se olvida de sí mismo y se pone al servicio del prójimo.
“Es esa la imagen y el modelo de la Iglesia. Toda comunidad eclesial, como la Madre de Cristo, está llamada a acoger con plena disponibilidad el misterio de Dios que vine a habitar en ella y la impulsa por la vía del amor”, apuntó. Señaló que “es ésta la vía por la que he querido iniciar mi pontificado invitando a todos, con la primera Encíclica, a edificar la Iglesia en la caridad, como comunidad de amor”.
Llamó a sacerdotes, diáconos, religiosos y laicos, a unirse en la invocación del Espíritu Santo “a fin de que el Colegio de los Cardenales esté cada vez más ardiente de caridad pastoral para ayudar a la iglesia a irradiar en el mundo el amor de Cristo”.
