?Las campañas polarizan por naturaleza?, dice el candidato panista, pero ya llegarán las coincidencias.
El Siglo de Torreón
La primera vez que entrevisté a Felipe Calderón fue hace diez años, para el periódico de la universidad. Acababa de ser electo presidente nacional del PAN. Su oficina estaba vacía, sólo una foto del fundador Manuel Gómez Morín en la pared.
Pocos sabían de él. Una amiga consiguió la entrevista porque lo había conocido en una boda una semana antes, sin tener la menor idea de quién era. Cinco meses atrás había quedado en tercer lugar en la elección para gobernador de Michoacán.
Calderón tenía 34 años y llegaba consumido por una idea. Ganar el poder sin perder el partido.
La frase la he recordado muchas veces a lo largo del sexenio de Vicente Fox, cuando se ha cimentado la percepción de que los panistas no son muy distintos a los priistas cuando ocupan el poder y cargan la misma arrogancia, la misma corrupción, el mismo abuso. El PAN, a fin de cuentas, es un partido que nació para la oposición pero, de repente, un día se encontró con el poder.
La última vez que lo vi fue en medio del sexenio de Fox, hace dos años, en el bar de un hotel frente a la Casa Blanca, preocupado por las aspiraciones presidenciales de Marta Sahagún, unas semanas antes de que él mismo tuviera un ?destape? prematuro en Guadalajara. Fox lo regañó públicamente por adelantarse y Calderón le respondió con su renuncia como secretario de Energía. Se ganó el apodo de ?el hijo desobediente? y se embarcó en esta aventura que está a dos semanas de terminar.
Y vaya final, en empate técnico, dominado por el ?affaire Hildebrando?, el caso de los contratos a su cuñado, en medio de una campaña negativa martillando la idea de que López Obrador es un peligro para México. Porque así son las campañas, aún cuando vayan en contra de los principios.
- ¿Recuerda esa frase de ganar el poder sin perder el partido?
A veces parece que los panistas se volvieron igual que los priistas al llegar al poder.
¿Lo percibe?
No. Y en mi caso desde luego no es así, ni en este caso concreto en el que se me ha calumniado, porque sigo esperando una sola prueba por un solo contrato que haya otorgado a un pariente.
Yo sigo con la misma idea de ganar el poder, sin claudicar en la vigencia de los principios.
- ¿En estos seis años no se ha perdido algo del alma del partido?
Ha sido un ejercicio muy exigente para quien gobierna porque es un Gobierno de transición, pero a fin de cuentas se han puesto bases que me permitirán gobernar con más claridad de rumbo.
- En el famoso caso Hildebrando, independientemente de las acusaciones, ¿no siente que ahogó la campaña?.
Ese era el objetivo que buscaba el PRD, una vez que nosotros traíamos la agenda de la campaña, que habíamos ganado los debates. Hicieron una zancadilla, un faul.
- Pero funcionó, ahora no se habla de nada más.
Mal hecho. Yo sí hablo de mis propuestas, de cómo generar empleos, de cómo apoyar a las mujeres.
Mi visión general del país es que la economía está evolucionando de agrícola a industrial a una de servicios. Pero la posibilidad de generar empleos está a lo largo de toda la cadena productiva. En el campo, tenemos que orientarnos a productos con más soportes tecnológicos y con menos consumo de agua.
En la industria hay que generar empleos aprovechando condiciones del mercado mundial y la ventaja de México, que es su posición estratégica. Pero lo que va a crecer más en el siglo 21 va a ser la economía de servicios.
- Adecuarnos a este nuevo modelo económico necesita una serie de reformas legales. Pero el Congreso parece que va a tener la misma composición que los
últimos seis años, sin una mayoría clara. Viéndolo con algo de cinismo, uno pensaría que las reformas van a tener el mismo destino, a seguir atoradas, quizá más con el encono de la campaña.
Yo creo que es posible ponernos de acuerdo. Hay tiempo para echar cohetes y tiempo para recoger varas. Las campañas polarizan por naturaleza, pero hay tiempo de coincidencia. Yo anuncié que convocaría a un Gobierno de unidad e integraré un Gobierno de coalición en torno a un programa común negociado con los partidos y podamos asumir desde la Presidencia una mayoría en el Congreso.
n ¿No hay algo raro en un país en donde se tenga que hacer un pacto de civilidad como el que firmaron los partidos?
Yo creo que la Ley tiene todas las disposiciones para que el proceso se dé de manera ordenada, pero si además hay un gesto de voluntad de los partidos, pues qué bueno.
- Su campaña repite que López Obrador es un peligro. ¿Hay una campaña de miedo promovida desde el PAN? ¿Es positivo eso?
Es una opinión que tenemos. Es un peligro porque es un hombre intolerante, que tiene propuestas que podrían meter al país en un gravísimo problema económico. Lo que hizo ayer en La Laguna, de manera burda, manipulando el ánimo de la gente, prometiendo 730 pesos a las personas que estaban ahí, ese tipo de propuestas demagógicas, lo qu0e haría es romper la economía nacional y a eso agrégale el tren bala que dijo que iba a hacer.
Entraríamos a la tragedia que otro López, López Portillo, nos hizo pasar. Gasto excesivo del Gobierno por encima de su capacidad, endeudamiento, inflación para sostener estos programas desquiciantes, devaluación, crisis económica, empobrecimiento.
- Ustedes fueron presidentes de sus partidos al mismo tiempo. Desde entonces recía que nunca pudieron ponerse de acuerdo.
Nos pusimos de acuerdo en unas cosas y otras no.
- ¿Cómo era su relación?.
Buena.
- ¿Y ahora?
De contendientes.
- ¿Ve la baja en las encuestas, en la última ronda que coinciden en una ventaja de López Obrador?.
Veo una contienda muy pareja, muy equilibrada, en todo caso hay un empate técnico que hay que resolver con el voto. Y La Laguna va a caer por el lado bueno.
