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ENTREVISTA| Una realidad de caricatura

Vicente Rodríguez

El futuro de la política, dice el escritor Juan Villoro, está en pequeños grupos de colonos, de vecinos, de profesionistas, que dialoguen con los políticos, les exijan y los vigilen.

?Las posibilidades de caricatura de la realidad mexicana son enormes?, dice el escritor Juan Villoro y es rápido para aportar las pruebas, contundentes,

?¿A qué autor se le hubieran ocurrido los diálogos del gobernador Marín de Puebla? Son verdaderamente de un nivel del absurdo, del ridículo, de lo grotesco y de lo soez que ningún dramaturgo hubiera pensado creíbles?.

Novelista y cuentista, Juan Villoro se expresa, sin embargo, con las frases cortas y precisas, con el mismo ritmo que le imprime a sus crónicas. Utiliza una entonación enérgica y amable, mientras apoya sus palabras con movimientos de las manos.

En una cafetería en Coyoacán, sección de fumadores, todas las mesas están llenas, y un rumor constante hincha el ambiente de murmullos. En la mesa vecina, unos clientes de traje y corbata discuten en voz alta sobre futbol.

En la mesa con Villoro el futbol será tema en un rato. Por ahora, el escritor traza un panorama de la política mexicana: candidatos que intentan compensar con carisma su falta de propuestas, partidos desprestigiados, electores hartos.

El problema, dice, está en que conservamos una idea muy folklórica del quehacer político: ?Esta es una circunstancia muy típica de una política todavía anclada a las personas. Es una política premoderna en donde no se ven los programas, no se ven las ideologías, sino lo que las personas pueden ir dando como seres iluminados por su carisma?.

Se queda un momento en silencio y después agrega: ?Mientras tengamos una política de personas fundada en la falta de educación de la gente, mientras lo que atraiga sea el carisma, vamos a tener desde candidatos tan folklóricos como el doctor Simi hasta fenómenos como el subcomandante Marcos que, sin regatearle la importancia histórica que ha tenido, en muchas ocasiones actúa también de manera muy folklórica, más a favor de su personaje que de la causa que pretende defender?.

Para Villoro, esta forma de ver la realidad es una característica nacional que se ha acentuado en el último sexenio: ?Aunque creo que fue histórica la alternancia y que era necesaria, me parece que la política se ha caricaturizado mucho. Alguna vez dije que de la dictadura perfecta, como se llamó a nuestro país, habíamos pasado con Vicente Fox a la caricatura perfecta?.

Así, de un sistema donde había ?un poder autoritario que fingía no ser autoritario, pasamos a una situación bastante ridícula donde tenemos a un Presidente que ofende a los negros, a los chinos; que llama a las mujeres lavadoras con dos patas. Un Presidente que habla de capturar tepocatas, estas bestias corruptas que están apoderándose del erario público, y cuando llega al poder las tepocatas desaparecen como las armas de destrucción masiva en Irak?.

Desprestigio y hartazgo

El gran desafío que plantea este escenario es que la política se ciudadanice: ?Los partidos están muy desprestigiados. Todos. La razón es sencilla: son mecanismos de acceso al poder y de conservación del poder. El que está en los partidos quiere poder, a veces habiendo estado en varios de ellos?.

Pone el ejemplo del candidato del PAN al gobierno del DF, que antes militó en el PRI y el PRD. ?Es el caso de Demetrio Sodi, por ejemplo, que va buscando perpetuar sus cuotas de poder en distintos partidos defendiendo distintas banderas?.

Villoro advierte además que, ante ese hartazgo ciudadano, el futuro de la política estará ?en que haya comités cívicos de colonos, de vecinos, de profesionistas que estén dialogando con los políticos, que les exijan plataformas y que vigilen que se cumplan?.

Afirma que con las redes de comunicación modernas esto es ahora mucho más fácil, pues en otros tiempos el ciudadano tenía que delegar en el partido la función rectora de la política: ?En tiempos en que no había teléfono, no había electricidad, el partido era una casa donde se reunían, se depositaban las voluntades y desde allí se coordinaban. Hoy es mucho más fácil articular redes a través de Internet, a través de teléfonos celulares, creo que ése es el futuro?.

Por supuesto, cada quien tiene tareas pendientes en la construcción de esa nueva forma de abordar la cosa pública. Los escritores, por ejemplo, pueden hacer una labor de esclarecimiento, de diálogo y de puente para favorecer esta ciudadanización: ?Tenemos un ánimo muy crispado. Es bueno tender puentes y al mismo tiempo tratar de explicar lo que puede ser el orden de gobierno, lo que puede ser una plataforma política?.

Sin embargo aclara que esto no es una obligación para nadie, sino una actitud ética individual: ?Hay escritores, como por ejemplo Carlos Monsiváis, que han tenido una notable función en este aspecto, pero hay otros absolutamente extraordinarios como Salvador Elizondo, quien no se interesaba en la cosa pública ni tenía por qué hacerlo. Depende también de la propia habilidad y del interés del escritor para comprometerse?.

De repente, Villoro guarda silencio. El vacío parece acentuar el bullicio que satura la cafetería. Su mirada se desvía hacia un lado, después hacia el otro, como si estuviera buscando la frase correcta para comenzar a desarrollar su siguiente idea. Entonces comenta que hay escritores que caen en el error de hablar de demasiadas cosas de las que no saben.

?Muchos escritores intentan ser ?caudillos culturales?, como los ha llamado Enrique Krauze. Yo no creo que ésa sea la solución, se trata más bien de esclarecer y ser intermediario entre posturas, de tender puentes aprovechando el recurso que tienes, que es la escritura.

?El escritor mexicano es un privilegiado que ejerce una forma de la dificultad, que es la escritura en un país donde hay millones de gentes que no saben leer, donde hay también millones de gentes que saben leer pero no tienen acceso a la cultura. Teniendo este papel de privilegio, el escritor puede ser un intermediario?.

Funerales con humor

Para Villoro, ejercer esta forma de la dificultad que es la literatura se ha traducido en una nutrida obra que incluye volúmenes de cuento, novelas e innumerables crónicas y ensayos. Pero hay más. ?Funerales preventivos?, uno de sus libros más recientes. A pesar de lo que el título pudiera sugerir, se trata de textos ágiles, con un intenso sentido del humor, que abordan la política desde un género poco usual: la fábula.

Para explicarlo, el autor recurre a Augusto Monterroso, quien decía que la verdadera tarea del humorista es hacer pensar y a veces hasta hacer reír. ?Para Monterroso, un hombre con un sentido del humor extraordinario, el humor es atributo de la inteligencia. Es una manera de doblar la realidad, de verla desde una perspectiva distinta y sacarle algo adicional. Los diálogos de Shakespeare, de Cervantes, tienen este tipo de humor que le agrega cosas a la realidad?.

Sin embargo, reconoce que lo más peligroso para alguien que trabaja con el sentido del humor es tratar de hacerse el chistoso. ?Cuando un escritor se está tratando de hacer el ingenioso o el chistoso de inmediato se nota, se vuelve una cosa muy cansada, se vuelve una cosa muy artificial que acaba siendo solemne o simplemente ridícula.

?El equilibrio entre ser chistoso y hacerte el chistoso es difícil, la medida te la da la realidad que estás tocando y en qué forma puedes clavarle un alfiler a esa realidad. No tanto en busca de la risa, sino en busca de la complicidad inteligente que a veces también incluye la risa?.

El volumen presenta una selección de cartones políticos intercalados con los textos. Todos son del caricaturista Rogelio Naranjo uno de los decanos del cartonismo nacional.

?Naranjo es un caricaturista maestro, con un trabajo de trazo interesantísimo. Casi todas sus caricaturas nos hacen pensar. Muchas de ellas incluyen citas de pintura clásica, de otros moneros, de circunstancias que hemos visto, es extraordinario cómo logra transmitirte varias capas de realidad en un solo cartón?.

Fue el propio Naranjo quien le sugirió escribir en torno a las caricaturas. ?Me permitió ordenarlas en series, y a partir de eso traté de hacer algún tipo de fábulas. La historia es siempre contradictoria, se puede interpretar de varias razones, en cambio la fábula es ejemplar e incluye de manera implícita una moraleja.

?Siempre hay un personaje que es el villano de la fábula, el que aprende una lección. En ese sentido se trataba de un género nuevo para mí y fue un desafío muy interesante contar de esa forma algunas historias de la realidad política mexicana que en sí misma es muy kafkiana, muy barroca, muy enrevesada?.

?Hoy en día, el país al que Paz diagnosticó laberintitis es un desmadre en el que no se calla nadie?, dice Villoro en su libro de crónicas ?Safari accidental?.

Parece que así es. El ruido que inunda a la cafetería ha crecido y los burócratas de la mesa vecina siguen sin ponerse de acuerdo. Hasta nosotros llega la palabra ?candidato?. Parece ya no hablan de futbol.

Dios es redondo

Además de ser un escritor prolífico, Juan Villoro es un febril espectador de partidos de futbol. El encuentro de esas dos pasiones ha producido una serie de textos que se acaban de publicar bajo el título ?Dios es redondo?, una colección de textos que orbita el mundo de las canchas.

?No es un libro de historia del deporte ni una valoración de sus logros, sino una exploración narrativa de las pasiones que suscita?, dice.

Villoro niega ser un experto en temas futbolísticos, y se define como un aficionado. En esa calidad, de apasionado, señala a Brasil como ?favorito indiscutible? para ganar el Mundial.

Porque ser aficionado no es de ninguna forma un atenuante. ?El aficionado in extremis lleva una pelota entre los oídos. Rara vez trata de defender lo que piensa porque está demasiado nervioso pensando en lo que defiende. Cuando los suyos pisan el pasto, el mundo, el balón y la mente son una misma cosa?, escribe Villoro en el libro.

Al explicar cómo ha logrado conjugar la labor narrativa y la tarea periodística, el novelista-cronista explica: ?Para alguien que escribe ficción, después de algún tiempo de estar inmerso en ese mundo imaginario del que se es dictador, es muy refrescante salir a la realidad donde todas las respuestas y todas las razones son ajenas. Allí tú te tienes que acoplar a ellas, las tienes que entender, tienes que tener suficiente empatía para saber lo que hicieron los demás.

?Yo creo que ejercer la crónica es una doble lección, estética y ética. Estética porque te fuerza a encontrar una historia que no depende de ti y ética porque te despoja de tus razones para que sean los demás los que tengan verdades que tú debes desentrañar?.

Juan Villoro

Nació en México DF en 1956, novelista y cuentista, ha ganado premios en ambos géneros. Por su novela ?El Testigo? obtuvo el Premio Herralde en 2004. Por sus libros de cuentos ?La Casa Pierde? ganó el Premio Xavier Villaurrutia en 1999 y el Premio Mazatlán por los cuentos de ?Efectos Personales?. Además es ensayista y cronista pero en su último libro ?Funerales Preventivos?, ha escrito fábulas que combinan sus dotes de narrador con su capacidad de observación de la realidad mexicana.

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