FALLECIÓ EL 2 DE MAYO DE 2006
NACIÓ EL 4 DE MARZO DE 1916
Lo conocí en el verano de 1931 cuando habiendo terminado mi preparatoria en Monterrey, N.L., vine a pasar unas vacaciones al lado de mis padres antes de iniciar en aquella ciudad mi carrera profesional. Me agradó como amigo por sus afinidades con las mías en cuanto a esfuerzos culturales, literarios, proyectos para mejorar nuestra ciudad de Torreón, pero además me admiró su ahínco porque estudiaba en la Escuela Comercial Treviño del Profr. Enrique C. Treviño, hermano de don Tacho Treviño, el gran educador fundador de la Escuela de Comercio que llevó su nombre en Monterrey, N.L., y trabajaba en un almacén de ropa, como dependiente; nunca me expliqué cómo tenía tiempo para trabajar, estudiar y contribuir a realizar obras de beneficencia social.
Por eso se cultivaba leyendo cuando libro podía, propios y prestados y gastando cuanto tenía en su adquisición hasta llegar a ser como lo logró, un hombre de letras; su título se lo ganó en forma autodidacta y su calidad se la reconocemos quienes tuvimos la fortuna de tratarlo y más cuando hemos leído sus múltiples producciones literarias.
Nació en un rancho muy famoso del municipio de Gómez Palacio, Dgo., llamado Sacramento, hoy Gregorio García, en el año de 1916. Empezó a escribir en El Siglo de Torreón a la edad de veintiún años en artículos de circunstancias que eran recibidos por los lectores con avidez.
Siempre conectado, por afinidad natural, con grupos intelectuales de su tiempo. Arranca el ejercicio de su vocación desde el Liceo de La Laguna, Ateneo Lagunero, Cauce, y Nuevo Cauce; comentarista de sucedidos y pluma ágil y certera de periodista crítico. Su formación parece planeada por algún director espiritual, es producto de ?inteligencia que imprimió su método?; la expresión de sus pensamientos es clara, sencilla, hermana con su carácter bondadoso y consecuente. Emilio es un triángulo equilátero y por ello su perfecto equilibrio. Los textos tan variados de sus ?Pequeñeces? son reflexiones, ensayos, escorzos, semblanzas, anécdotas, algunas veces hilarantes y otras satíricas pero sin herir, y apuntes de viaje bien observados.
Emilio fue profundamente humano. Sus ?Arenillas del Nazas?, ?Vuelto a Nacer? y sus poemarios ?Voces a la juventud? y ?El signo Ardiente? revelan su preocupación por el hombre.
Siempre buscó y analizó en el sucedido el porvenir en relación al hombre, que al fin de cuentas es quien debe interesarnos.
Su voz fue valiosa porque fue libre, estuvo descondicionada porque fue independiente; actuó como quería decir el clásico ?decir lo que siente? sin importar ?que se sienta lo que se dice?.
Durante mi Administración municipal me ayudó junto con mi nunca bien llorado amigo Donaldo Ramos Clamont a elevar el cuerpo de Bomberos a primerísimo lugar entre las ciudades de la República; a recaudar el 50% del costo de la gran Biblioteca Municipal edificada en nuestra alameda Ignacio Zaragoza y no contento con eso y junto con su inseparable compañero para el bien y el progreso de Torreón, organizaron el PAPRO, un sistema de Fideicomisos para ayudar a organizaciones que procuran el bienestar ciudadano, sobre todo en las clases menesterosas.
De su libro ?Rimas y Arenillas? que son greguerías al estilo de Ramón Gómez de la Serna el sin par madrileño que con Pérez de Ayala y Valle Inclán forman la trilogía asombrosa de Ramones que definía la greguería ?Humorismo más metáfora? no resisto de dar a la estampa éstas: ?Nada resulta más económico que morirse de hambre?, ?Ernesto Zedillo tiene que demostrarnos que el silencio es oro?, ?Nadie sabe para quién trabaja, los secuestradores?, ?El cornudo es un individuo que juega con fe a la lotería?, ?El avaro es un individuo que ahorra para su entierro?, ?El amor es tímido por eso apaga la luz?, ?El taparrabo se usa para cubrir precisamente lo contrario?, ?Buda no se cansa de mirar crecer su vientre?, ?La vejez es la sala de espera de la muerte?, ?Un discípulo vendió a Jesús, ¿qué tiene de extraño que algunos jueces vendan la justicia??.
Don Emilio aglutinó su familia por su carácter afable y por el desprendimiento generoso de su sabiduría que compartió con ella. Por eso su sección de poesías y en la de epigramas con frecuencia leemos las que dedica a sus hijos, nietos, y siempre a Doña Elvira, su esposa, amiga y compañera. No es frecuente que en los poetas de este siglo se advierta la constante admiración y el continuo amor de su familia, como que se avergüenza de Juan de Dios Peza.
Emilio fue poeta mayor y para probar mi aserto voy a transcribir dos sonetos profundos y bellos.
HERMANO PINO
Me lleno de inquietud al presentir
que me esperas, paciente desde hace años,
mientras tomas el sol y aires extraños
te dicen cuándo y dónde he de morir.
Me digo que no es fácil abatir
tu imponente figura de ermitaño;
pero el viento me dice que me engaño
que él oye por las noches tu gemir.
Hermano pino del verdor constante;
lucha porque yo alcance a madurar
el eco octagonal de mi linaje.
Tu caída madera en ese instante
listo me encontrará para iniciar
acomodado en ti mi último viaje.
LENTA MUERTE
¡A cuántos que quise he sobrevivido!
ya casi no lo sé; pero yo he muerto,
eso sí que lo sé, porque es muy claro
que algo de mí se ha ido.
Con cada amigo desaparecido
me voy quedando solo, esto lo advierto,
tan solo como en el panteón el yerto
amigo tan querido.
La muerte no sucede como vemos;
morimos poco a poco,
con cada amigo que se va, nos vamos.
Y en fila me coloco,
cultivar amistad lleva una vida;
si se recobra allá, ¡qué bienvenida!
Nos prometimos Emilio y yo que si moría yo antes que él, escribiría en mi obituario estos versos y que si él moría antes que yo se los escribiría.
Misión cumplida y que descanse en paz.
LIC. HOMERO DEL BOSQUE VILLARREAL
CRONISTA DE LA CIUDAD DE TORREÓN
