Aun retirado el sonorense es el pùgil mexicano de mayores logros a nivel mundial
TORREÓN, COAH.- El máximo ídolo y la mayor referencia del pugilismo mexicano es sin duda el ?César del boxeo?, Julio César Chávez, quien dejó un legado dentro del deporte de las narices chatas y las orejas de coliflor.
A pesar de estar ya en el retiro, JC Chávez continúa siendo un icono dentro del boxeo mundial, y en México es considerado como el más grande, popular y destacado boxeador, libra por libra. En estos tiempos ya no se habla de púgiles que lleguen a pelear en 116 combates oficiales, mucho menos a mantener un invicto de 90 peleas, algo fuera de serie.
La inspiración de JC Chávez para pelear fueron sus hermanos mayores Rodolfo y Rafael, que también boxearon, de ahí su gusto por este deporte, aunque no le desagradaban otros como el futbol soccer, beisbol, basquetbol y voleibol.
Como amateur no tiene mucha historia pues casi no la tuvo, ya que debutó en el profesionalismo sin siquiera haber cumplido los 18 años de edad, situación similar a la del acuñense Julio ?Babe Face? García, quien con 19 años ya tiene 40 contiendas en el boxeo de paga.
Chávez tuvo a adversarios complicados, primero conquistando en el lejano 1984 la faja vacante superpluma del Consejo Mundial de Boxeo (CMB), contra el tapatío Mario ?Azabache? Martínez en Los Ángeles, California. Entre sus contrincantes más peligrosos están el finado boricua Edwin ?Chapo? Rosario de fuerte pegada, a quien le arrebató la faja ligera de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB), que marcó el verdadero despegue de su carrera.
Previamente venció en el legendario Madison Square Garden de Nueva York al lagunero Refugio ?Cuate? Rojas por nocaut técnico en el séptimo round, para defender su faja superpluma del CMB, la cual retuvo exitosamente en nueve ocasiones durante tres años.
Otra etapa de Julio César fue la que marcó quizás el clímax de su carrera, cuando venció dramáticamente en el último asalto a Meldrick Taylor, el cual puso a prueba su corazón de gladiador, iniciando los 90?s.
Después vendría otra fase, la de la gran imagen publicitaria, ayudada por la mano de Don King, la cual tuvo sus beneficios pero también sus tropezones. De ahí vino el duelo frente a Héctor ?Macho? Camacho, pelea personal que tenía un ingrediente de patriotismo impregnado, propinándole el azteca una paliza al puertorriqueño durante 12 episodios.
Vendría el Récord Guiness de asistencia a una pelea que impuso en el Estadio Azteca, frente al hablador Greg Haugen en 1993. Eran los años gloriosos de Julio César y del boxeo mexicano, pues ante todo esto el gran campeón seguía invicto, hasta que llegaron problemas (distracciones) fuera del cuadrilátero, pero inevitablemente ligadas al boxeo.
Julio César perdió su enfoque y motivación, en un deporte en el que se vive y se triunfa de eso. Ahí se inicia la etapa cuesta abajo en su carrera, llegó el empate con Whitaker y como consecuencia poco después perdería su invicto ante Frankie ?Cirujano? Randall.
La derrota fue sorpresiva para el público, mas no para quienes conocían su ritmo de vida; y después de recuperar el cinturón superligero y defenderlo en cuatro ocasiones, llegó el fin. El siete de junio de 1996 perdió de manera irresponsable contra Óscar de la Hoya, presentándose a esa pelea con una cortada sin cicatrizar en la ceja derecha y eso fue su perdición.
Ambos combates con Óscar de la Hoya fueron una losa, más por lo que sucedía alrededor de los mismos y la manera en que se concertaron que por lo que sucedió dentro del encordado, situación similar ocurrida de su enfrentamiento ante el ruso nacionalizado australiano Kostya Tszyu.
Su retiro crea un enorme vacío, porque siempre es triste ver el final en la trayectoria de un ídolo como él, pero a la vez deja un gran legado en 24 años de exitosa carrera y una enorme responsabilidad para sus sucesores, y ahora para su hijo.
Fueron cinco títulos mundiales en tres diferentes divisiones, además las peleas más difíciles las ha tenido fuera de los cuadriláteros, con rivales tan poderosos como la Secretaría de Hacienda, la Procuraduría General de la República (PGR), así como el sinfín de amistades ligadas con el narcotráfico, o simplemente, aquellos que siempre se han aprovechado de él y de su dinero.